Internacionales
1/6/2017|1460
Propuesta de resolución sobre América Latina
En la Cuarta Conferencia Euro-mediterránea en Atenas, realizada entre el 26 y 28 de este mes, participaron organizaciones, militantes y personalidades de países europeos y de Medio Oriente.
Una reseña, así como las conclusiones de la conferencia, serán volcadas en un próximo número.
Reproducimos, a continuación, la contribución sobre América Latina elaborada por Jorge Altamira y Rafael Santos.
América Latina asiste, hasta cierto punto, a un fenómeno excepcional. De un lado, al derrumbe de los regímenes nacionalistas burgueses y frentepopulistas que fueron empujados al poder por diferentes episodios de la crisis mundial de los '90 y por el agotamiento de las tentativas ‘neo-liberales' precedentes; por otro, a una rápida crisis (cuando no a un derrumbe) de los gobiernos de ‘ajuste' que han venido a reemplazarlos por distintos medios políticos -electorales o golpistas. En resumen, asistimos a la conjunción de la crisis de dos formas de dominación política que se sucedieron y alternaron en el último cuarto de siglo.
Desde la crisis asiática de 1997/8 hasta el comienzo de la crisis de China, en 2014, la emergencia de gobiernos de corte nacionalista fue un resultado indirecto de crisis económicas y grandes sublevaciones de masas (desde la guerra del agua hasta la insurrección de octubre de 2003 en Bolivia, varias insurrecciones en Ecuador, el ‘argentinazo' y el ‘caracazo,' luchas agrarias en Paraguay y en Honduras), o de crisis financieras y luchas populares -en particular en Brasil, como prevención política frente a potenciales situaciones prerrevo-lucionarias.
Lo peculiar del momento ulterior, actual, en particular con el desplome del gobierno golpista de Michel Temer en Brasil es la evidencia de una inviabilidad de las salidas alternativas de nuevo corte ‘neoliberal'. Esto vale también para la incipiente crisis política del gobierno de Horacio Cartes en Paraguay, las luchas que ha desatado la política del gobierno de Mauricio Macri en Argentina, un probable juicio político en Honduras y, no menos importante, el defol económico y político de Puerto Rico. Américal latina atraviesa por una experiencia singular, como es la crisis sucesiva de formas de sucesión política.
Bancarrota capitalista y América Latina
Esta crisis conjunta se manifiesta en Venezuela, donde se combinan el agotamiento completo de la experiencia chavista y la invia-
bilidad irreversible del gobierno de Nicolás Maduro, por un lado, y la impotencia de la oposición de derecha y del imperialismo para organizar una sucesión ‘indolora.' En Venezuela se ha formado un ‘gobierno de facto' que deja abierta la perspectiva de un golpe y un gobierno militar, por una parte, una cadena sucesiva de crisis que podrían derivar en el desarrollo de situaciones revolucionarias, por la otra.
La bancarrota capitalista se ha magnificado en América latina como consecuencia de su dependencia extrema del mercado mundial. Golpeada por la quiebra hipotecaria y financiera de Estados Unidos y Europa, fue alcanzada enseguida por la reactivación del mercado mundial de materias primas, como consecuencia del rescate fiscal que impulsaron en especial Estados Unidos y China. Este ‘rebote' provocó un gigantesco endeudamiento público y privado, en especial por las operaciones de ‘carry trade,' y en consecuencia el desarrollo de un endeudamiento interno hipertrofiado y usurario. La ‘recaída' ulterior de la crisis mundial -Europa en 2012 y China en 2014-, que hundió el mercado de materias primas y desató una fuga intensa de capitales, volvió a llevar a los principales países del continente a un cuadro de bancarrota efectiva o potencial. Con una deuda pública de alrededor del ciento por ciento del PBI, la crisis política en Brasil podría desatar una situación de defol. En resumen, el nacionalismo burgués llegó a su apogeo político en el ascenso de este ciclo secundario de la crisis y se derrumbó en el retroceso de ese mismo ciclo.
Nacionalismo burgués y su incapacidad histórica
Ahora, América Latina asiste a un nuevo episodio, considerablemente más grave, del largo ciclo iniciado con la crisis mexicano-argentina de 1982. Las crisis políticas en las metrópolis (Trump, Brexit, Francia, Italia) y la acentuación de la tendencia a la desintegración de la economía mundial (guerra comercial, principio de disolución de la UE y de la zona euro), solamente pueden agravar la tendencia a la crisis conjunta latinoamericana.
El nacionalismo burgués ha vuelto a demostrar su incapacidad histórica. Lo atestigua la debacle del chavismo. Ha pasado de un sistema plebiscitario a un régimen de facto y represivo. El desabastecimiento y una inflación galopante hacen las veces de medio del ‘ajuste,' cuya finalidad es el pago de la deuda externa.
La apelación a la apertura económica y al socorro financiero internacional por parte de los nuevos gobiernos de filiación derechista, se encuentra en contradicción con la tendencia a la guerra comercial internacional, por un lado, y con la crisis de sobreproducción y financiera de China por el otro. Gobiernan, en Brasil y en Argentina, sobre la base de coaliciones políticas precarias, unidas por el temor a nuevas crisis políticas, bancarrotas y alzamientos populares. Obtienen del capital financiero un socorro que potencia la crisis con el pretexto de superarla, y que representa, por sobre todo, una salida efímera para los capitales ficticios que dominan el escenario financiero internacional. No existe una corriente de inversiones productivas, por la misma razón por la que escasean en las propias metrópolis y por el impasse de conjunto del proceso de globalización.
Gobernabilidad del capital
En Brasil se manifiesta un proceso aún más extraordinario: el desmantelamiento de una parte significativa de la estructura industrial, como consecuencia de las denuncias de corrupción en gran escala montadas desde el Departamento de Justicia y el gobierno de Estados Unidos y los monopolios petroleros internacionales.
Las masas explotadas han comenzado a advertir, en América Latina, que detrás de las políticas de ‘ajuste', liquidación de derechos laborales y sociales y privatización generalizada, opera una crisis política de conjunto. Las crisis sucesivas van enseñando que no existe salida social para la mayoría popular bajo la dominación política burguesa. Es lo que emerge de la gran movilización -medio millón de personas en Buenos Aires-, contra la impunidad de los torturadores de la dictadura y de las huelgas y movilizaciones de la mujer. Es lo que emerge también de la reciente huelga general en Brasil y del comienzo de las movilizaciones para voltear a Temer y disolver el Congreso de ladrones. La ‘gobernabilidad' del capital, en estas condiciones, se asienta en el apoyo que le brinda el desplazado nacionalismo burgués -como el FpV y la burocracia sindical que apoya la gestión de Macri, o la acción de Lula y el PT, que apoyan una salida negociada en el Congreso brasileño hasta las elecciones de 2018.
La izquierda revolucionaria y sus desafíos
Esta crisis conjunta del nacionalismo burgués y de la derecha proimperialista coloca a la izquierda revolucionaria ante un desafío objetivo -en su calidad de fuerza política en presencia, en sindicatos, el movimiento femenino, la docencia y el estudiantado y la jueventud y en los lugares de trabajo y organizaciones de desocupados- y en el campo electoral y parlamentario. Para una parte de la izquierda, sin embargo, la conquista de las masas se identifica con la adaptación a la emigración defraudada del nacionalismo, en oposición a una franca política de construcción revolucionaria en base a una lucha de clases cada vez más política y más intensa. En Venezuela, la izquierda marcha con el cha-vismo disidente en torno de consignas comunes de la oposición de derecha.
La experiencia del Partido Obrero (PO) y del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) se ha desarrollado través de una delimitacion sistemática del kirchnerismo en el gobierno, y en una participación activa en la lucha de las masas. Es lo que ha permitido una importante visualizacion politica y la conquista de importantes posiciones sindicales, como el fuerte sindicato industrial del Neumático (Pirelli, Firestone, etc.), de fábricas de la alimentación, en la gran reciente huelga de los docentes y en ocupaciones de empresas (AGR-Clarín).
La experiencia del FIT no debe ser entendida como una reivindicación estratégica del frentismo, sino del frente único como método para impulsar la intervención de las masas. El proletariado coquistará el poder por medio de la homogei-nización política, o sea la construcción del partido obrero. El frentismo en sí mismo equivale al movimientismo, donde la acción es todo y la estrategia política nada. En el seno del FIT se expresan tendencias movimien-tistas y hasta populistas, e incluso las que apoyan movimientos contrarrevolucionarios con el pretexto de una teoría de la revolución democrática.
Los partidos ‘amplios,' como el PSOL de Brasil, siembran el confusionismo en la vanguardia de los trabajadores y son un freno a la revolución.
Al nacionalismo burgués decadente y en crisis oponemos la lucha por gobiernos obreros y campesinos y por la unidad socialista de América Latina, incluido Puerto Rico. La bancarrota de la menor de las Antillas debe servir para impulsar una gran lucha nacional en el Caribe, bajo la bandera de la unidad socialista de los pueblos caribeños. Es lo que dará. seguramente, un nuevo impulso a la Revolución Cubana.