Putañería en la Casa Blanca: Que apriete pero no ahorque

No es de ahora que Clinton viene siendo objeto de requisitorias judiciales. Una acusación por las irregularidades que cometió junto a su mujer en operaciones inmobiliarias en su estado de Arkansas, es incluso anterior a su ascenso a la presidencia. Tampoco es de ahora que la derecha republicana vinculada al extremismo protestante, lo viene acosando con denuncias e investigaciones. Es que bajo la fachada de una democracia armoniosa, Estados Unidos vive una sorda o limitada guerra civil, como lo atestiguan los atentados contra las iglesias negras, contra las clínicas que practican el aborto, la violencia policial e incluso la existencia de numerosas bandas armadas fascistas. En los últimos años solamente Reagan y Bush conocieron lo que es una presidencia relativamente ‘pacífica’. Jimmy Carter, aunque completó su mandato de 1978 a 1982, fue sometido a una intimidación política permanente. El intento de Clinton de reglamentar el seguro de salud o de permitir el ingreso de homosexuales a las fuerzas armadas, fue suficiente para que se desatara una fuerte operación de desestabilización política en su contra. Ni siquiera su pasaje a las posiciones de sus adversarios, como en el caso de la liquidación de la asistencia social por parte del estado federal o los proyectos que está elaborando para privatizar las jubilaciones, han logrado atenuar los ataques de los pulpos económicos o religiosos afectados.


La política del Estado norteamericano no la definen, sin embargo, los grupos de la extrema derecha sino los grandes pulpos. Por eso, en la medida en que satisfizo los intereses fundamentales de éstos, Clinton y señora han salido ilesos de sus delitos o cuasi delitos. La denuncia de financiamiento ilegal de la campaña electoral contra Clinton y Gore, se arrastra por esta razón sin llegar a nada. Clinton nombró a un republicano afín a la gran banca como presidente del Banco Central, lo que es algo que los monopolios no olvidan. En el caso del bloqueo a Cuba, incluso, aún ejecuta la política de los gusanos y no la que reclaman los monopolios que en su mayoría quieren la apertura comercial con la isla.


Ahora, sin embargo, hay quienes se interrogan de si el asunto con la pasante de la Casa Blanca no significa “el comienzo del fin para el presidente” (Financial Times, 19/8). Observadores muy calificados estiman que la batalla judicial sobre este tema recién ha comenzado y que podría concluir con un informe al Congreso que diera lugar al juicio político a Clinton. Es significativo, de cualquier manera, que la Corte Suprema de Estados Unidos, que no tiene un pelo de zonza, hubiera autorizado la declaración del personal de custodia de Clinton y que dejara a éste prácticamente al tiro del procurador fiscal que está buscando imputarlo.


Lo que se desprende de este acoso es que el Estado norteamericano no admite darle a Clinton manos libres para gobernar, y esto por sólidas razones. Ocurre que en temas absolutamente fundamentales la burguesía norteamericana se encuentra dividida. Claro ejemplo de ello es lo que ocurre en Palestina, donde el gobierno sionista se atreve a ignorar las presiones de Washington porque sabe perfectamente que Clinton no reúne las condiciones de política interna para efectivizar sus advertencias a Israel. Pero lo mismo pasa con relación a la crisis económica internacional, como lo demuestran los furibundos ataques que han recibido los planes de rescate de las economías asiáticas, dictados a través del FMI. Hay varios sectores capitalistas amenazados de quiebra en Estados Unidos como consecuencia de la crisis mundial, lo cual tiene paralizada a la Reserva Federal, que simplemente no sabe qué debe hacer en este momento con la política monetaria.


De modo que el acoso sirve para condicionar a Clinton, sin que implique que se lo quiera hacer caer. Lejos de poner de manifiesto el equilibrio de poderes del Estado norteamericano, sectores influyentes quieren eliminar el Jurado Especial, que la Constitución autoriza para investigar delitos políticos, a pesar de que su existencia data de la edad media inglesa.


En lo que hace al tema de las relaciones que Clinton mantuvo con la pasante, no opinamos de ninguna manera que se trate de un asunto privado entre personas adultas. No existe tal cosa en representantes de un sistema que se dedica a la violación de todas las relaciones genuinas y adultas en cualquier parte del globo, en especial cuando se trata de la niñez. Después de todo, poco adulta y bastante cínica es una relación que no puede ser defendida en público por un grandulón de cincuenta años, y que a la hora de ser obligado a clarificar lo ocurrido no vacila en pisotear a su amante con la especie de que hizo algo inapropiado. Los individuos que representan a este sistema no pueden ser moralmente mejores que el sistema mismo.