Rebelión policial, el Estado en crisis

La rebelión policial que se extiende por el país es un componente de la grave crisis que atraviesa el gobierno de Cardoso. Iniciada en la policía miliar, se ha extendido a la civil.


La sublevación está motivada por un reclamo salarial frente a sueldos de 400 dólares, mientras los jefes llegan hasta los 16.000 dólares.


La huelga se inició en el Estado de Minas Gerais; el gobierno nacional envió al ejército y en los enfrentamientos murió un manifestante y se produjeron destrozos en Belo Horizonte.


La policía militar de Minas es la más tradicional, la mejor entrenada y la más disciplinada. Luego del fracaso del ejército y frente al acuartelamiento de 12.000 efectivos, el gobierno estadual prometió un aumento de aproximadamente el 50%.


Esta promesa impulsó a los policías de Pará y de Río a reclamar un 50% de aumento para la policía civil y un 75% para la militar. El gobernador de Pará prometió a su vez 100 dólares en un bono, lo que dista mucho de los reclamos de los policías.


En estos momentos, la rebelión se sigue extendiendo.


Cardoso se ve impotente ante este levantamiento. Dijo que no pagará los aumentos prometidos por los gobernadores, para que no cunda el ejemplo.


En ambos casos queda al desnudo la fragilidad del gobierno. La policía militar no ha sido un protagonista secundario en la situación de Brasil: no ha dudado en reprimir sangrientamente las rebeliones de campesinos y las movilizaciones de los Sin Tierra o las luchas de los trabajadores; constituye la primera línea de choque frente a la rebelión popular.


Que la causa de esta rebelión sea la falta de fondos de los Estados para sostener a su instrumento de represión, revela la hondura de la crisis brasileña. La miseria creciente y el derrumbe del plan Real fuerzan gigantescas movilizaciones, contenidas apenas a fuerza de represión. El pánico de Cardoso se asienta en la desagregación de la columna vertebral del órgano de opresión capitalista.