Rebelión popular en Perú

El virtual copamiento del Palacio de Gobierno de Lima por miles de trabajadores enardecidos, el último día de setiembre, como parte de una jornada nacional de movilización sindical, es el resultado del agotamiento fujimorista y del hastío popular contra un régimen que los peruanos caratulan, sin tapujos, de dictadura.


El Menem peruano pretende también una ‘re-reelección’, pero ésta se da de bruces con la realidad del agravamiento de la crisis mundial que, por supuesto, se ha descargado en Perú, como en toda América Latina, en forma inmisericorde. El régimen de Fujimori ha llevado las penurias de las masas a niveles sin precedentes y viene gobernando mediante un régimen de camarillas con las FF.AA. que no ha hecho más que estrechar su base cada vez más. Así, a su turno, las luchas intestinas al interior del régimen han aportado también su grano a la rebeldía popular. Como decían los manifestantes: “se acabó el miedo”.


Cualesquiera sean las limitaciones de las direcciones sindicales y políticas de las masas, por sus reivindicaciones de abierto enfrentamiento al régimen y su masividad —las más importantes de los últimos 8 años y que se dieron en paralelo en las principales ciudades del país— la rebelión peruana es una expresión de maduración de la situación política y de otro ‘fin de régimen’. Si en el pasado Fujimori jugó la carta chauvinista de los reclamos territoriales frente a Ecuador —para disipar la energía de las masas—, ahora, con su patriada ‘pacificadora’ no sólo no ha concitado ninguna expectativa sino que incluso ha provocado una crisis en su propio gobierno con la renuncia del canciller. No es casual así que Fujimori no pudiera desatar contra la manifestación popular el tipo de represión que lo caracterizó en el pasado. Ahora tuvo que contemporizar con ella.


En Ecuador, el mismo día de la movilización peruana, se realizó un paro nacional —”la primera contra el mandatario democristiano que asumió el poder el 10 de agosto” (Crónica, 1/10); en Bolivia se hacía otro tanto el 1º, y en Paraguay, Brasil y México tenían lugar grandes movilizaciones campesinas. El popular matutino tituló así todas estas noticias: “América es un polvorín”.