Internacionales
8/7/1999|634
“Reconstruiremos nuestros lazos con los obreros kosovares y reunificaremos la Federación Yugoslava
"Bajo la Otan, el pueblo Kosovar no sera independiente"
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En el plano estatal, el gobierno tuvo que hacer frente, hace un mes, a un pronunciamiento de los altos mandos del ejército que criticaban la política de negociaciones de paz con la guerrilla. Por otro lado, si un 30% del territorio se encuentra bajo el control de las Farc, otra parte importante está bajo el dominio de los paramilitares, que escapan al con trol del gobierno, pero que están asistidos por el ejército. Es un descomunal error caracterizar los últimos episodios en el marco de una lucha que lleva más de 30 años, pues lo que está ocurriendo desde hace aproximadamente dos artos constituye un desenvolvimiento político completamente nuevo, vinculado al impacto de la crisis mundial sobre Colombia, al agravamiento colosal de los problemas agrarios como consecuencia de la presión norteamericana para erradicar los cultivos de coca, y a la desintegración del Estado provocada por la influencia creciente de la economía para lela del narcotráfico.
La extrema debilidad del régimen y del Estado capitalista« ha obligado al presidente Pastrana a iniciar la política de negociación con las Farc. No es casual que hubiera ganado las elecciones con este planteo. Tiene el apoyo completo del gobierno de Clinton e incluso de la mayoría del congreso norteamericano. El director para Asuntos Interamericano del Consejo de Seguridad de los Estados Unidos acaba de ratificar que “nuestro gobierno apoya al presidente Pastrana y sus esfuerzos por solucionar los conflictos internos de Colombia” (Página 12, 11/7). No es por negligencia o por fatiga mental que los masacradores de los Balcanes acepten negociar con una guerrilla con la que no se ha llegado siquiera a un acuerdo de cese del fuego. Los recursos del imperialismo son limitados en este caso y si quisiera resolver la crisis mediante la intervención militar deberla en poco tiempo plantear la militarización de Centro y Sudamérica. Los yanquis han protagonizado el hecho verdaderamente inusual de enviar a la selva colombiana al presidente y vice de la Bolsa de Nueva York para conversar con la jefatura de las Farc. Los analistas internacionales no han logrado interpretar todavía este acontecimiento, que ocurrió hace más de un mes, pero es claro que el viaje tuvo la intención de frenar la fuga de capitales de Colombia, la que podría sumar a la guerrilla un levantamiento popular. Grasso, el presidente de Wall Street, dijo precisamente que “(fue) a traer un mensaje de cooperación de los círculos financieros estadounidenses que ven con mucho interés el proceso de paz auspiciado por Pastrana” (Clarín, 27/6).
¿Cuál es la política de las Farc?
“Debemos rodear de apoyo al presidente Pastrana porque ésta es la última esperanza de paz en Colombia” Esto no lo dijo otro emisario norteamericano, sino Javier Calderón, comandante de las Farc (Página 12, 4/ 7). Las Farc no plantean una revolución social, ni siquiera el derrocamiento del gobierno; todo lo contrario “Si el proceso de paz tiene éxito, dijo Calderón, se convocará a una Asamblea Constituyente con todas las fuerzas políticas del país” Calderón también plantea un gobierno de coalición, al rescatar “dentro del gobierno (a los; sectores más progresistas, o en todo caso más nudistas, que plantean que es necesario compartir el poder con las Farc porque estamos en vía de conseguirlo por la vía armada” (ídem). Un acuerdo de paz tropieza con el enorme obstáculo de la incapacidad del gobierno para desarmar a los para militares, que incluso pretenden ser parte de las negociaciones. Los paramilitares representan oficialmente a los narcotraficantes, los cuales cuentan a su vez con mucho respaldo dentro de la oligarquía colombiana y la banca internacional. Se ha informado recientemente que varios bancos norteamericanos han armado un esquema de blanqueo del dinero de la droga, el cual aplican a la financiación del comercio exterior de Colombia. Las Farc han dejado en claro que ningún acuerdo de paz significara que acepten desarmarse, lo que sólo ocurriría al cabo de un largo periodo de verificación de la marcha de los acuerdos. El planteo es una variante del negociado con el IRA en Irlanda del Norte Pastrana le dijo a La Nación (14/7) que “con Marulanda (líder de las Farc) establecimos la necesidad de que una comisión de veedores internacionales otorgue garantías al cumplimiento de los acuerdos” Como se puede apreciar, el acuerdo de paz no excluye la intervención internacional de los organismos ´supranacionales’ del imperialismo. Según el comandante Calderón, el 20 de diciembre pasado las Farc tuvieron reuniones en Costa Rica con funcionarios del Departamento de Estado de EE.UU. y hace un mes con ocho congresistas norteamericanos.
Las negociaciones van más allá de la cuestión de la forma política, tan crucial se presenta la cuestión agraria. Según Calderón, las Farc le propusieron a los funcionarios yanquis “una sustitución de cultivo… de coca” para lo cual reclamó “la inversión de Estados Unidos y de Europa, porque Colombia no tiene los fondos necesarios”. Ni qué decir que de esto se habló también con el presidente de la Bolsa neoyorquina. Los yanquis ya han logrado erradicar el 60% de los cocales en Bolivia, fiero no pueden hacerlo en Colombia del mismo modo. El dinero necesario para una reconversión puede ser sencillamente fabuloso, además del problema ulterior de encontrar los mercados para colocar la producción emergente. El planteo de las Farc, en sus términos ideales, es inviable, y en términos prácticos debería significar una confiscación del campesinado a manos de los grandes capitales. La política capitalista en Colombia enfrenta todas las dificultades de una economía dependiente en el marco de una gigantesca crisis mundial del capitalismo.
Según numerosos observadores, el territorio controlado por las Farc contracta con el resto del país por la convivencia social que reina y por la capacidad de la guerrilla para arbitrar incluso los conflictos sociales de menor envergadura. Sin embargo, las autoridades oficiales del Estado, como los alcaldes, no han sido destituidas, aunque su poder sea sólo nominal. Es claro que esta política responde a la orientación de no quebrar en forma revolucionaria el orden actual sino de modificarlo a partir de sus propias bases, incluso jurídicas a través de una Asamblea Nacional. Es sugestivo a este respecto que en el reportaje de La Nación, Pastrana dijera que los 42.000 kilómetros reconocidos por el gobierno colombiano a las Farc “deben estar dentro de la Constitución y dentro de la ley”.
Es decir, es obligatorio un compromiso con la continuidad de la formalidad jurídica del Estado. Detrás de esto está, claro, la propiedad privada, la deuda externa, el respeto de los compromisos internacionales y, en general, la preservación de un régimen estatal. Es ilustrativo que Propuesta < 17/6), el periódico del PC argentino, titulara una entrevista a Marulanda con la siguiente afirmación de éste: “No aceptaremos ningún cambio en las reglas del juego”
Si las Farc no han detenido sus acciones ni siquiera en las vísperas del comienzo de las negociaciones de paz; e incluso si este inicio se vio ya varias veces interrumpido; ello obedece a que Pastrana ha sido incapaz de dominar sus propias fuerzas. Por ejemplo, encuentra resistencias a aceptar la propuesta de las Farc de canjear prisioneros e, incluso, no se ha disipado el planteo de que los paramilitares participen de las negociaciones. Los antecedentes de los llamados procesos de paz en América Central no son comparables al que se plantea en Colombia, dado que Colombia es un gigantesco volcán social y político.
Además, los antecedentes centroamericanos solo han servido para encubrir la capitulación de las ex guerrillas frente al imperialismo y no han servido para resolver ningún problema social, o para atenuarlo, sino para agravarlos al extremo.