Refugiados: un nuevo salto en la crisis

La situación de los refugiados coloca al viejo continente y el Medio Oriente en un mismo radio geográfico de crisis. No estamos ante una simple crisis humanitaria sino ante una consecuencia atroz de la guerra imperialista y de la crisis capitalista


El año 2015 marcó un récord en la crisis de los refugiados: un millón de personas llegaron al continente europeo y miles perecieron en el camino. Un nuevo dato ilustra la barbarie de la situación: según la Oficina Europea de Policía (Europol), de los 270 mil chicos llegados al continente hay 10 mil desaparecidos, presumiblemente secuestrados por redes de trata. Brian Donald, el jefe de Europol, declaró que “los niños desaparecidos no han sido escondidos en algún bosque, viven delante de nuestros ojos” (La Nación, 1/2), lo que supone la complicidad de las redes de traficantes con el aparato estatal. Pese a ello, Europol se limita a exhortar a la ‘opinión pública’ a mantenerse alerta.


 


Hace tiempo que varios países de la Unión Europea (UE) computan los ingresos de actividades ilícitas en sus estadísticas económicas. Sólo a modo de ejemplo, “en 2012, el Banco de Italia cifró el valor de lo que denomina ‘economía criminal’ en 10,9% del PIB” (Kaos en la Red, 4/2). Pero vale también para Reino Unido, España, y Portugal. La única vía de “asimilación” de migrantes que ofrece el putrefacto capital europeo es la prostitución de menores.


 


Quién paga la crisis


 


Sin indicios de que la avalancha de refugiados vaya a detenerse (y mientras las potencias imperialistas y Rusia continúan bombardeando Siria, país que explica la mitad de los desplazados), en la Unión Europea se multiplican los planteos de militarización, control y expulsión. La canciller alemana Angela Merkel ha abogado por la intervención de la OTAN en las costas turcas. En Alemania hay cientos de miles de solicitudes de asilo sin resolver y el problema ha generado importantes tensiones en la coalición de gobierno. La imagen de Merkel se encuentra severamente afectada por la gestión de la crisis. Aunque han resurgido las marchas reaccionarias de Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida), los primeros promotores de la estigmatización de la población migrante son los propios gobiernos.


 


Para sortear la crisis en sus propios países, las principales potencias europeas procuran descargarla sobre los países que son receptores primarios, como Grecia. Según Clarín, “se le prestaría ayuda financiera para que construya campos de concentración de refugiados aún mayores” (26/1). El ahogo se completaría con el levantamiento de un nuevo muro, en Macedonia, para dificultar el arribo de los refugiados a los países centrales. Todo esto añade presión a la olla griega, que padece las calamidades del último memorándum.


 


El fracaso rotundo de la política de ‘cupos’ alimenta las tendencias a la disgregación del bloque: “de los 160 mil a los que se prometió reubicación el pasado septiembre, menos de 400 han conseguido ser recolocados en otros países europeos” (ídem). Algunos países, a su vez, han planteado la expulsión de Grecia del espacio Schengen (que establece la libre circulación de personas entre los países firmantes del tratado) y el primer ministro eslovaco advirtió sobre un desmoronamiento de la UE si ésta no logra controlar este año el flujo ascendente de migrantes.


 


Siria


 


Junto con el confinamiento de refugiados en Grecia, la UE procura transformar a Turquía en un Estado tapón. A cambio de dicha colaboración, ha destrabado 3.000 millones de dólares para el régimen de Tayiip Erdogan y ha prometido reabrir las negociaciones para su integración en el bloque.


 


Parte de la negociación, indudablemente, será el silencio de la UE ante las masacres del régimen contra el pueblo kurdo. Turquía, por lo pronto, ha cerrado el paso fronterizo a 90 mil civiles que intentan huir de los combates en el norte de Siria, creando -según denuncia Médicos Sin Fronteras- una situación desesperante.


 


La situación de los refugiados coloca al viejo continente y el Medio Oriente en un mismo radio geográfico de crisis. No estamos ante una simple crisis humanitaria sino ante una consecuencia atroz de la guerra imperialista y de la crisis capitalista.