Reino Unido: el fracaso de la reforma electoral

-Exclusivo de internet

El segundo referéndum realizado en toda la historia de Reino Unido finalizó con un contundente rechazo a la reforma del sistema electoral británico propuesta por el viceprimer ministro, el demócrata liberal Nick Clegg, que había accedido al gobierno de coalición con los conservadores bajo la condición de realizar este referéndum. El primer ministro, David Cameron, realizó una furiosa campaña por el No, lo que vislumbró un principio de ruptura dentro del Ejecutivo. Si bien estaba acordado previamente que cada partido podría tener su posición, los enfrentamientos entre conservadores y demócratas liberales llevaron a Clegg a reconocer que se abría una “nueva etapa” al interior del gobierno, donde comenzarían a marcarse abiertamente las “diferencias” entre ambos. La “nueva etapa” estaría basada no en el rechazo a la reforma electoral, sino a que la “primera etapa” de gobierno los obligó a actuar con “disciplina colectiva” en función de imponer los ajustes contra la población. Es decir, una vez hecho el trabajo sucio, cada uno por su cuenta. Sin embargo, la crisis no ha finalizado, por lo que se vislumbra una etapa de crisis políticas. Así lo demuestra también la victoria de los nacionalistas en Escocia, lo que abre la perspectiva a un referéndun independentista.

La reforma propuesta por Clegg establecía la introducción de una “Voto Alternativo” (VA) que buscaba reformar el régimen electoral que rige para la elección de los miembros de la Cámara de los Comunes. Actualmente, el candidato que obtenga la mayor cantidad de votos en una determinada circunscripción electoral conquista un escaño. El sistema propuesto por Clegg obligaba a un sistema de eliminación de los candidatos con menos votos, hasta llegar a que uno de los aspirantes conquiste el 50% de los sufragios. La propuesta había sido elaborada luego del escándalo de las dietas parlamentarias que salpicaron al entonces primer ministro, Gordon Brown, cuando en medios de los recortes por la crisis, se develó el manejo de importantes cifras por partes los diputados.

¿Qué pasó?

La estruendosa derrota de Clegg dejó a la ascendente figura de la política británica pendiendo de un hilo. Sin embargo, el resultado tampoco puede ser considerado como una victoria del premier Cameron. De acuerdo con los analistas, la población tuvo un voto “castigo” hacia los demócratas liberales por su ligazón con los conservadores que se manifestó, en particular, en los comicios locales donde la votación a este partido se derrumbó respecto de la última elección y se impusieron los laboristas, que habían sido prácticamente borrados del mapa electoral tras el fracaso de Gordon Brown. La población repudió la “disciplina colectiva” de los demócratas liberales a la hora de realizar los ajustes contra la población. Los comicios tuvieron lugar poco después de una manifestación de masas que sorprendió a propios y extraños contra las políticas de ajuste del gobierno, y donde los jóvenes ocuparon la sede del partido de los Tories (conservadores). La juventud colocó en el epicentro de las críticas a Clegg, por su promesa de no aprobar el aumento en las tasas universitarias, que luego justificó en función de su acuerdo con los conservadores.

Clegg aspiraba a canalizar el malestar social a través de una reforma que, finalmente, no implicaba una solución a ninguno de los crecientes problemas de las masas que ya manifestaron cuáles son sus verdaderas preocupaciones en las imponentes movilizaciones que vienen realizando y que, sin duda, sufrirán un nuevo impulso con la rebelión de la juventud española, que ya se ha verificado en diversas movilizaciones de solidaridad. El referéndum se colocaba de espaldas al pueblo, con el único objetivo de rescatar un régimen político cuestionado hasta los tuétanos. Por esta razón, no suscitó prácticamente la atención del pueblo y corrió peligro de tener una participación menor al 50% del padrón; es decir, de lograr un carácter vinculante. Las masas británicas se encuentran desarrollando su propia salida.