Reino Unido: un gobierno debilitado

Johnson superó una moción de confianza pero sigue en peligro.

El primer ministro británico, en aprietos

El primer ministro británico Boris Johnson sobrevivió el lunes a una moción de censura interna presentada por legisladores de su fuerza política, el Partido Conservador. Con 221 votos a favor de su permanencia y 148 en contra, se mantiene en el cargo. Pero igual que un paciente cardíaco que atraviesa una difícil operación, el líder británico quedó muy debilitado.

Varios analistas han traído a la memoria el caso de la exprimera ministra Theresa May, también conservadora, quien sorteó una moción de censura de su partido, en 2018, pero cayó seis meses más tarde. O el de Margaret Thatcher, quien dejó su puesto en 1990, 48 horas después de superar una moción del mismo tipo, debido al malestar imperante en su gabinete.

Johnson va a remodelar su gobierno para tratar de permanecer en el poder, pero los problemas que condujeron a que el 40% de sus diputados le soltaran la mano siguen presentes. Por un lado, la situación económica: la inflación, de un 9% interanual en abril, es la más alta desde comienzos de los ’90. Se pronostica una suba de más del  50% del gas y la energía para 2022 (El Mundo, 18/5), en el marco del ascenso de precios desatado por la guerra en el este europeo. Esto está llevando a un deterioro del poder adquisitivo de los trabajadores y a una suba dramática de la cantidad de familias que padecen inseguridad alimentaria. A la vez, hay una desaceleración del crecimiento, e incluso la perspectiva de una recesión (ídem, 12/5).

Por otro lado, los escándalos por la corrupción en la compra de insumos para el Covid-19 y la violación de las normas de confinamiento han minado la imagen del primer ministro, que a su vez arrastra una investigación en la Cámara de los Comunes que busca determinar si le mintió al parlamento.

Todas estas cuestiones llevaron a los conservadores a una derrota en las recientes elecciones municipales, donde perdieron cerca de 300 bancas y cayeron en algunos barrios acaudalados de Londres que habían dominado históricamente.

Lo que hasta cierto punto le ha permitido a Johnson sostenerse en Downing Street, según muchos comentaristas, es que todavía no emerge un sucesor de peso en el Partido Conservador. Y en el caso del Partido Laborista, el liderazgo derechista de Keir Starmer ha sido incapaz de forjar una oposición seria.

Brexit inconcluso

El otro aspecto central para entender la debacle de Johnson son las complicaciones del Brexit. No solo que no ha conducido a una reanimación de los negocios para la burguesía local, sino que aún es fuente de grandes dolores de cabeza.

El mes pasado, el gobierno anticipó modificaciones unilaterales en el protocolo sobre Irlanda pactado con la Unión Europea (UE). Esto se debe a que la instalación de una aduana en el mar, que fue una alternativa para evitar el resurgimiento de una frontera dura en la isla, despertó el malestar de los unionistas norirlandeses, que se sienten separados del resto del Reino Unido. Y no solo eso: el DUP (Partido Unionista Democrático) condiciona la formación de un gobierno de unidad con el Sinn Fein, ganador en los recientes comicios, a que se resuelva la cuestión antedicha.

Londres está reclamando, en ese marco, el fin de los controles aduaneros y la vigencia de sus normas fitosanitarias para los productos británicos que cruzan a Irlanda del Norte, a la vez que rechaza la jurisdicción del Tribunal de Justicia de la UE. Es probable que Johnson enfatice ahora estos planteos para mostrarse como un hombre fuerte, como parte de su tentativa de relanzamiento.

Bruselas no se muestra dispuesta a ceder en algunos de esos puntos. Una modificación no consensuada del protocolo podría conducir a la Unión Europea a la aplicación de aranceles, dando por el traste con el Acuerdo de Comercio y Cooperación suscripto con Londres y planteando el riesgo de una guerra comercial entre las partes. Es decir, un regreso del famoso “Brexit duro” que en algún momento se creyó superado.

El Reino Unido afronta una crisis profunda que tiene su manifestación también en las tendencias a la disgregación territorial, presentes sobre todo en Irlanda y Escocia.

Para los trabajadores, se plantea la necesidad de salir a las calles por todas las reivindicaciones (salario, defensa de la salud y la educación) y para derrotar al gobierno antiobrero de Johnson, desarrollando una salida política obrera y socialista.