Renuncia el primer ministro iraquí y la calle va por todo

Dos meses de rebelión

“La mayor ola de manifestaciones antigubernamentales en décadas” en Irak, como la llamó una corresponsal, sigue encendida luego de dos meses, y Adel Abdul Mahdi, el primer ministro, presentase su renuncia el sábado 30 y ésta fuese aceptada por el Parlamento.


La dimisión de Mahdi, que permanecería en el Ejecutivo hasta tanto no se logre la (difícil) conformación de un nuevo gobierno, “es sólo una gota en el océano de nuestras demandas”, sentenció una manifestante, resumiendo el sentir actual de una rebelión dirigida contra todo el régimen de gobierno y su pasmosa corrupción, las insoportables carencias en el acceso a los servicios públicos y la desocupación masiva.


Mahdi se vio obligado a presentar la renuncia luego de la masacre acometida contra los insurrectos,  durante los días 27 y 28, ­con al menos 80 muertes-, y el subsiguiente planteo de que renuncie por parte del principal líder chiíta, el ayatolah Ali al-Sistani. Desde que estalló la rebelión el 1° de octubre, fueron asesinados 430 manifestantes y heridos unos 19 mil.


La rebelión, que se concentra en Bagdad y el sur del país (de predominancia chiíta), ha comenzado a recoger expresiones de apoyo en el norte (de mayoría sunita), así como de la comunidad cristiana del país. Supera las divisiones rituales y es protagonizada por una juventud plebeya, que representa un 60% de la población y ha crecido bajo la barbarie de la ocupación norteamericana, primero, y de la avanzada de Isis después; que vivió grandes procesos de lucha en estos años y que es testigo de cómo las corporaciones internacionales -y los políticos corruptos- se enriquecen con el petróleo de uno de los países con más reservas de éste en el mundo.


Esta juventud es la que copó la plaza Tharir en Bagdad y se organiza para asistir a los heridos por la represión, organizar clases públicas y reparar calles, y que ha parido un periódico diario para divulgar las novedades de la lucha ante el bloqueo mediático, llamado “Tuk Tuk”. Es decir, que transita un promisorio proceso de organización, más cuando se tiene en cuenta que confluye con la participación de sindicatos en las protestas, con huelgas de maestros y otros sectores.


“‘Después de Adel Abdul Mahdi, 'fuera el Parlamento, los partidos políticos e Irán’, siguen coreando los iraquíes” (El País, 2/12), en cánticos que expresan el rechazo al conjunto de los partidos sectarios que forman parte del régimen de reparto de cargos montado por Estados Unidos tras el derrocamiento de Saddam Hussein en 2003. Y al gobierno nacionalista del vecino país persa, que tiene un peso clave en el gabinete iraquí y en las milicias paramilitares que encabezan las represiones sanguinarias, y con el cual mantiene un vínculo fluido, incluso el clérigo chií taMuqtada al Sadr, referente en el pasado de protestas. Muchos manifestantes entrevistados rechazan también la injerencia de otros países, como Turquía o Estados Unidos.


El imperialismo yanqui había coincidido con su enemiga Irán en la designación de Mahdi, para la cual aportaron votos los dos mayores bloques del Parlamento: la coalición Sairún (que integran Al Sadr y el Partido Comunista) y Fatah. Pese a que el gobierno de Trump siempre lo vio como “incapaz de hacer valer su voluntad sobre un gobierno fragmentado“ y receló de su falta de acciones contra Irán (WSJ), habría “respaldado la idea de no cambiar al primer ministro en el marco de la crisis”, por temor a que dé pie “al resurgimiento de los grupos extremistas, especialmente de una reagrupación de seguidores del Isis (La Vanguardia, 2/12). Para algunos, Estados Unidos explotaría los choques en curso para meterse más en la región, mientras que para otros, Trump ve Bagdad “como una causa perdida”, inherentemente pro-iraní, y apuesta por invertir menos recursos en el país, en línea con otras retiradas que ha dado en Medio Oriente.


Un escenario revolucionario


La renuncia de Mahdi profundiza la crisis política, con consecuencias imprevisibles. La principal coalición parlamentaria debería proponer un candidato a primer ministro, que luego forme un gabinete dependiente de la aprobación del Parlamento. Pero esa coalición es Sairún, que sostuvo que no nominará un candidato. Así, se espera un largo tire y afloje (Al Jazeera, 2/12) hasta que logre formarse una alianza entre grupos chiítas, que luego debería conseguir el apoyo de los partidos kurdos y sunitas. Es decir que, por el momento,y hasta no se sabe cuándo, quedaría un gobierno provisional… encabezado por Mahdi.


El punto central, desde ya, es que la calle continúa de pie. “No nos vamos a ir a casa hasta que la renuncia del primer ministro desate la disolución del Parlamento y se lleven a cabo nuevas elecciones para que todos los partidos políticos y milicias actualmente en el poder puedan ser removidos”, señaló una manifestante, añadiendo que el proceso debe comenzar con una nueva ley electoral (ídem). Y no como la prometida por el presidente Barham Salih, que los activistas descartaron como un intento cosmético de mantener el sistema.


Con un régimen absolutamente incapaz de satisfacer las demandas del pueblo y éste levantado, se ha configurado un escenario verdaderamente revolucionario. Desde el Partido Revolucionario de los Trabajadores de Turquía (DIP) señalaron que “el devenir de esta revolución será decisivo” para el destino de todo Medio Oriente, teniendo en cuenta que Irak es el nexo entre la zona árabe y no árabe de la región, ambas atravesadas por grandes levantamientos.