Represión fascista contra albaneses: “La nueva Europa della pace”

La “democracia occidental” ha levantado su propio “Muro de Berlín” en el sur de Italia. Los miles de albaneses que llegaron a los puertos italianos, huyendo del régimen stalinistas de terror y miseria, fueron confinados en un estadio en desuso —comparado con “un campo de concentración nazi” (Le Monde, reproducido por Clarín, 13/8) — sin agua, ni medicamentos, ni servicios sanitarios; fueron golpeados, gaseados y baleados y, finalmente “repatriados” en un viaje cuyo destino final son las cárceles albanesas.

Las imágenes de los gendarmes italianos reprimiendo salvajemente a los albaneses, desarmados y desesperados, para meterlos en un barco de regreso “a casa” son la síntesis más perfecta — y, por ello, la más repugnante— de la publicitada “nueva Europa” que se habría inaugurado con los acuerdos entre la burocracia de Europa Oriental y de la URSS con el imperialismo.

La violenta expulsión de los albaneses desnuda la incapacidad del capitalismo mundial para darle una salida al derrumbe de los regímenes burocráticos. Italia, la quinta potencia mundial, tiene una deuda pública de ribetes “tercermundistas” y un desempleo feroz y creciente. No puede “albergar” a los albaneses, mucho menos puede servir de mercado para las exportaciones de Albania. El callejón sin salida es completo.

No hay lugar para los albaneses en Italia, y —lo que es peor— no hay lugar para Albania en Europa, algo que ya experimentaron en carne propia los polacos, los alemanes orientales y los húngaros. La mentada “integración” es un brutal proceso de “desintegración” que se limita a la confiscación económica y la liquidación de empresas, puestos de trabajo y conquistas sociales. El mercado mundial, que se restringe en relación a la sobreproducción crónica y que en consecuencia está sacudido por una violenta lucha interimperialista, no acepta “nuevos socios”.

Salvataje del stalinismo albanés

La fuga en masa de albaneses desestabiliza violentamente al régimen de Ramiz Aliá, que enfrenta una crisis política y social sencillamente terminal. En mayo-junio se desarrolló por más de 25 días una huelga general que reclamaba la caída de Aliá y del régimen burocrático, lo que obligó al stalinismo a formar un “gobierno de coalición” con “personalidades disidentes”.

Pero el gobierno italiano pretende salvar al régimen que se hunde. El primer ministro, Cossiga, y el canciller, De Michelis, fueron a Tirana a “intensificar la ayuda económica a Albania” (Clarín, 13/8). Los “duros” albaneses, por su parte, no han dudado un instante en poner a sus FF.AA. y a su policía en manos de los “salvadores” italianos. Clarín (14/8) transcribe un cable de la agencia italiana ANSA, según el cual “uno de los principales objetivos de la visita de Cossiga era formalizar un acuerdo según el cual Italia entrenará una nueva fuerza policial albanesa”. En los alrededores del estadio de Barí, los policías italianos dieron un anticipo gratuito de la “cátedra” que dictarán a los gendarmes del régimen stalinista. Cossiga, además, “obtuvo la aprobación de su colega albanés, Ramiz Aliá, para permitir que naves italianas patrullen aguas albanesas a fin de detener nuevos intentos de fuga” (ídem). Después de esto, debería quedar meridianamente claro cuál es la fuerza social que sostiene a estos regímenes burocráticos.

El imperialismo italiano siempre ha considerado a Albania como su “patio trasero”. La restauración capitalista en Albania —y aún la propia preservación del “orden” en Italia —serán inviables sin un “estado fuerte” en Albania, un aparato que reprima a las masas ante la agudización de las desigualdades sociales. En defensa de ese estado, corporizado por la burocracia stalinista, los “demócratas” italianos reprimen al pueblo albanés, en Italia… y en Albania.