Represión y desalojo contra campesinos sin tierra en Colombia

Petro, por el camino de Boric...

Con la represión, Petro satisface los reclamos del gran capital agrario

“No somos los invasores, estamos recuperando la tierra como parte de lo que nos han robado durante décadas los terratenientes criollos y el capital transnacional”, sostenía el miércoles 31 un comunicado del Coordinador Nacional Agrario de Colombia (CNA). Era en respuesta a la amenaza de desalojar violentamente las ocupaciones de fincas privadas que realizaron el martes pasado, en conferencia de prensa, la vicepresidenta Francia Márquez e Iván Velásquez, el ministro de Defensa. Márquez y Velázquez dieron un plazo de 48 horas para el abandono “pacífico” de las tierras.

La amenaza del gobierno progresista de Gustavo Petro se cumplió: en la mañana del viernes 2, fuerzas del siniestro Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) lanzaron un violento operativo de desalojo en la finca Oasis, ubicada en la localidad de Caloto, en el Valle del Cauca. La prensa reaccionaria festejó la represión gubernamental, coincidiendo en titular que el gobierno de Petro “cumplió”. Durante los días previos, la duda acerca de si Petro enviaría finalmente al Esmad a reprimir había ocupado el centro de la agenda, y sucesivas notas en los principales medios se preguntaban si el gobierno “izquierdista” consumaría la amenaza.

A fines de agosto, y por indicación del gobierno, el jefe de la Policía Nacional Henry Sanabria había anunciado la intención de “reformar” el odiado Esmad, protagonista de las peores salvajadas cometidas por el Estado burgués colombiano durante la represión del levantamiento popular de 2021, que se sumaban a las cometidas durante décadas de guerra civil, contrainsurgencia guerrillera y paramilitarismo. Es evidente que el camino de sometimiento a la derecha del que es expresión esta decisión de desalojar vía Esmad las ocupaciones de tierras, implica el abandono de cualquier intención de cumplir siquiera esa tímida promesa, muy moderada por otra parte en relación al reclamo de disolución de esa fuerza planteado por las masas durante la rebelión. Por el camino del presidente chileno Gabriel Boric, el gobierno de Petro cumple, en cambio, en satisfacer los reclamos represivos de la burguesía terrateniente y el gran capital agrario. No es casual que una de las primeras concesiones del chileno a su propia derecha, haya sido la de prolongar la militarización del Wallmapu que había iniciado Sebastián Piñera.

En un comunicado acerca de los hechos, el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) afirmó el domingo que “…este 2 de septiembre, el Estado atacó con ejército y Esmad, no hubo media hora de diálogo como había prometido el nuevo gobierno, la tanqueta entró disparando gases. Más tarde el ejército disparó sus armas de largo alcance”. Sin embargo, según el comunicado, el gobierno no pudo terminar de completar el desalojo: “Después de ocho horas de intento de desalojarnos de una de las fincas en proceso de liberación, el Esmad y el ejército (…) no lograron desalojarnos, aquí seguimos, desde aquí lanzamos esta carta al mundo”, continúa el comunicado.

“Hace 17 años”, sigue el texto, “el 2 de septiembre de 2005, fue Uribe [expresidente colombiano] quien ordenó al Esmad y al ejército dispararnos sus armas. Este nuevo gobierno es de izquierda, el gobierno de Uribe era de derecha”. La frase representa una definición de enorme importancia política si se tiene en cuenta que el CRIC había apoyado fervientemente la candidatura de Petro. Una delegación de la Minga Indígena (poderosa organización de autodefensa del CRIC), por ejemplo, había ocupado un papel central en el acto de cierre de campaña de la fórmula Petro- Márquez, en junio. Respecto a las “reformas” del Esmad, el CRIC había manifestado el 25 de agosto que “es sin duda una buena noticia que reivindica la voz de los jóvenes protagonistas del estallido social”. Una semana después, y a menos de un mes de la asunción de Petro, el nuevo comunicado del CRIC juzga duramente al gobierno de “izquierda”, al que ubica en la misma línea de sus predecesores de derecha.

Esta desilusión de las masas rebeldes respecto a los gobiernos que prometieron, aunque fuera en forma limitada, dar respuesta a las reivindicaciones por las que salieron a la lucha, atraviesa toda Latinoamérica y constituye, sin dudas, una de las razones de la derrota del Apruebo en el plebiscito constitucional chileno, o del proceso de ruptura con el peronismo que están protagonizando amplias franjas de la clase trabajadora argentina.

A las masas trabajadoras colombianas y a las chilenas, que han protagonizado rebeliones heroicas que intentan ser clausuradas por los gobiernos centroizquierdistas, como a las masas latinoamericanas en general, se les impone la necesidad, si quieren avanzar en la lucha por sus legítimas demandas, de elevar el ciclo rebelde a la categoría de ciclo revolucionario, superando el control de la centroizquierda y del nacionalismo burgués para desarrollar un instrumento político independiente, capaz de abrir el camino a la lucha por el poder.

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