Internacionales
5/9/2002|770
Restauración del capitalismo en Corea del Norte
Seguir
Prensa Obrera.
Sigilosamente, también Corea del Norte inició el camino de las llamadas “reformas de mercado”.
En julio, el gobierno norcoreano desmanteló el sistema de distribución estatal de bienes y servicios a los trabajadores, que desde entonces deben procurárselos con sus salarios. Al mismo tiempo, las empresas y las granjas dejarán de recibir financiación estatal y deberán mantenerse con el producido de sus ventas a los consumidores.
Aunque los salarios fueron aumentados entre el 1.000 y el 1.700%., la devaluación del won, la moneda de Corea del Norte, fue del orden del 7.000%, al nivel que tenía en el mercado negro. La consecuencia fue un aumento de los precios. Los alimentos y bienes que antes los trabajadores no podían conseguir porque la economía estatal no era capaz de proveerlos, ahora no los pueden conseguir porque no pueden pagarlos…
La “reforma” pretende someter a la clase obrera a la “disciplina del mercado”. El nuevo sistema, comenta un diario financiero, “parece establecido para impulsar la competencia y la productividad, proveyendo mayores incentivos a los trabajadores” (Financial Times, 19/7). Además es “un paso extremadamente significativo” para “impulsar la inversión externa en una escala mayor” (ídem).
Corea del Norte acaba de firmar un acuerdo con la Unión Industrial de Italia para la construcción de un ferrocarril que enlace el Transiberiano con Corea del Norte y llegue a Corea del Sur. Por este ferrocarril, en cuya construcción participarán también capitales franceses y alemanes, las mercancías europeas podrán llegar directamente a las dos Coreas. También se han firmado acuerdos con China para su asesoramiento en materia financiera y para la puesta en pie de un sistema bancario comercial. Se han retomado las negociaciones con Corea del Sur, para restablecer el tráfico ferroviario y carretero entre los dos países. Tanto o más importante, se han reflotado las negociaciones con Estados Unidos para la construcción por parte de los norteamericanos de dos reactores nucleares de uso civil a cambio de un estricto control (norteamericano) de los sistemas de armas norcoreanos. Mientras Bush habla públicamente de Corea del Norte, como uno de los integrantes del “eje del mal”, sus funcionarios discuten la construcción de centrales nucleares y “delegaciones estadounidenses están activamente presentes en el país asiático para establecer acuerdos comerciales” (Corriere della Sera, 28/8).
“Es muy claro que las reformas fueron impulsadas desde arriba (para) reducir la presión internacional sobre el régimen” (Financial Times, 19/7); es decir para establecer un terreno económico y político común entre la camarilla burocrática norcoreana y el imperialismo mundial.