Resurgen las movilizaciones en Argelia

Luego de un año de ausencia de acciones callejeras debido a la pandemia, y a las restricciones impuestas por el gobierno, miles de argelinos han vuelto a protagonizar movilizaciones desde finales de febrero. Se trata de la expresión que la rebelión popular iniciada en febrero de 2019 como parte de la segunda ola de la primavera árabe, continúa latente. Sin ir más lejos, se decidió retomar el curso de acción justamente con motivo de celebrarse el segundo aniversario de la irrupción y allí donde comenzó, en la ciudad de Kerrata.

El proceso político argelino actual se ha desarrollado condicionado por la presión de la rebelión popular y del hirak (movimiento), que agrupa a los sectores más activos. Los trabajadores y jóvenes argelinos lograron en 2019 poner fin a veinte años de gobierno de Abdelaziz Bouteflika, quien buscaba un quinto mandato. Le pouvoir (el poder), como se conoce a la clique dominante del país magrebí, viene operando desde entonces para reconstruir un régimen sólido de dominación política y por encauzar en los marcos del Estado a la acción de las masas, que se han tornado una amenaza con su intervención política independiente. Como parte de las maniobras de la élite, fue ungida la candidatura (y la elección) del actual presidente Abdelmadjid Tebboune, quien desarrolla una intensa demagogia conciliatoria con el hirak. Del mismo modo, el régimen impulsó una reforma constitucional que mantiene la esencia de la dominación que la camarilla político militar del Frente de Liberación Nacional (FLN) en conjunto con la burguesía magrebí y el imperialismo detentan sobre el país.

Sin embargo, aun sin una presencia callejera, se produjeron las exitosas campañas de boicot contra la elección presidencial y el referéndum constitucional, las que lograron una participación irrisoriamente baja del padrón. Estos sucesos, junto con los miles movilizados nuevamente en la actualidad, están forzando nuevas medidas por parte del gobierno. Tebboune anunció la finalización del mandato de todos los miembros de la Asamblea Popular Nacional -la cámara baja del Parlamento-, cuya última elección transcurrió bajo el gobierno de Bouteflika; la convocatoria a comicios legislativos anticipados para el 12 de junio, junto con la remoción de 6 ministros y el otorgamiento del perdón presidencial a 60 activistas del hirak procesados. El presidente ha expresado que con estas medidas las demandas de la rebelión “han sido satisfechas”.

La realidad argelina contrasta agriamente con esa afirmación. Por un lado, porque resortes fundamentales del régimen, señalados por la población movilizada, permanecen intocados, como las amplias prerrogativas presidenciales que incluyen por ejemplo la elección a dedo de un tercio de la cámara alta (cuyos miembros no han sido removidos), o el peso determinante de las fuerzas armadas en todas las esferas de la realidad argelina. El carácter represivo del Estado argelino no se ha modificado. Amnistía Internacional ha conminado al gobierno argelino a cesar con la utilización de tácticas represivas contra periodistas y activistas, lo que incluye la censura, el espionaje, el procesamiento y la detención (amnesty.org, 22/2). Las liberaciones dispuestas por Tebboune se dan al mismo tiempo que continúa la persecución contra el activismo: el 28 de febrero cientos de personas se movilizaron contra la condena a 7 años de cárcel contra Ameur Guerrache, un bloguero crítico del gobierno. Decenas de medios periodísticos permanecen censurados, y más de 2500 activistas han sido procesados desde el comienzo de la rebelión. Finalmente, la continuidad de la movilización popular muestra la permanencia de los reclamos insatisfechos de las masas, que señalan el carácter represivo del régimen y apuntan contra la falta de legitimidad del gobierno, electo en una votación de la que participó solo el 40% de la población habilitada.

El poder de las fuerzas armadas dentro del régimen argelino se expresa también en la creciente participación y utilización de las disputas externas, en buena medida para descomprimir la crítica situación local. El gobierno viene tejiendo con sus vecinos del Sahel un redireccionamiento de la lucha contra el fundamentalismo islámico de la región, ante el fracaso de la intervención francesa, a la cual se había asociado. Argelia es un importante proveedor de pertrechos militares. Al mismo tiempo, viene escalando la tensión con Marruecos alrededor de la situación del Sahara Occidental, ya que Argelia apoya al Frente Polisario.

Es importante superar estas maniobras y profundizar la movilización hasta barrer con todo el régimen de le pouvoir, bajo la dirección de la clase obrera.