Revelaciones sobre el rescate del Vaticano

Comandado por el gran capital

Ni dios ni el diablo. Lo que impulsó al Papa a cambiar las cosas en el Banco del Vaticano (IOR) fue la irresistible presión del Deutsche Bank, actuando en yunta con los yanquis del JP Morgan. Ambos jugaron un rol clave para imponer una suerte de intervención sobre el mentado IOR, envuelto en los crímenes más diversos y no sólo financieros. El dato acaba de ser revelado por el diario más importante del capital financiero, el Financial Times. El informe de marras, divulgado días antes de las fiestas, puso de relieve que los banqueros alemanes dejaron prácticamente fuera de juego al IOR en enero pasado, al suspender servicios de asistencia financiera que provocaron de hecho una interrupción de sus operaciones. Una medida sin precedentes, que provocó un “shock” en el Vaticano al punto de paralizar toda su operatoria económica, según puntualiza el medio inglés. Y algo más, si se tiene en cuenta la renuncia de Ratzinger y la operación de emergencia que llevó a Bergoglio a la jefatura de la Iglesia. No había pasado un mes del flamante reinado de Francesco, cuando en abril fue eyectado de su puesto el presidente del “Banco de Dios” -Ettore Gotti Tedeschi-, en medio de un escándalo sobre las disputas por el manejo delictivo de la institución por parte de los clanes rivales del alto clero italiano. Se ve que la mano del Deutsche Bank se había movido con rapidez: al frente del IOR fue colocado un poderoso aristócrata y banquero… alemán, Ernest Von Freyberg. La alusión del Financial Times al papel protagónico que tuvo en este tumultuoso proceso el JP Morgan tiene su interés, porque el episcopado norteamericano fue uno de los grandes electores de don Francisco. No sólo esto: para el llamado saneamiento de las finanzas vaticanas fueron convocadas poderosas consultoras financieras… norteamericanas: la auditoría Ernst and Young y el Promotory Financial Group. Ahora, sobre el final de diciembre, se anunció que se integra al pelotón de banqueros “controladores” otra de las mayores consultoras del planeta: la KPMG. Lo que plantea todo esto es que la gran banca, capitaneada por el Deutsche Bank, se abocó a una verdadera operación de “bail out” (rescate, en inglés) del Vaticano, en línea con el panorama de crisis que recorre de conjunto al capitalismo mundial. Sin demasiadas vueltas, los banqueros teutones plantearon que, frente a las reestructuraciones bancarias que se vienen en la vieja Europa, la puesta en caja del IOR era impostergable. El Vaticano y sus negocios son parte de la bancarrota general. Los hombres de la banca ya han cerrado centenares de cuentas del IOR, sospechosas por sus vínculos con el lavado de dinero, la mafia y el narcotráfico. Por supuesto, en todo esto se guarda el “secreto” profesional y se aseguran los negocios que corresponden. Banqueros y hombres de sotana saben que los trapos sucios se lavan en casa. La operación de rescate del Vaticano operó sobre el filo de la navaja. La descomposición en la cúpula de la Iglesia había llegado a tal punto que, como recuerda un suplemento especial de La Nación de este 22 de diciembre, “la Iglesia se encaminaba al suicidio”, tornando imprescindible la novedad de un “reformador”. Bergoglio, el Deutsche Bank y el JP Morgan abordaron, entonces, un rescate impostergable. Al modo inglés, la revista Time, que designó a Bergoglio “el hombre del año”, sintetizó: “Sin cambiar la letra, logró cambiar la música”. Gatopardismo, dicen los italianos, como recordamos alguna nota en estas páginas. Los “bail out” de la gran banca no han logrado sacar al capitalismo del marasmo. Tampoco el del Vaticano sacará a la Iglesia de su pantano histórico, que es, asimismo, el del capital. Días atrás, una de las órdenes más reaccionarias de la Iglesia, el Opus Dei, llamó a darle todo el apoyo a Francisco. Poco antes lo había hecho otra orden del mismo tenor, Comunidad y Liberación. Así estamos con el Papa “revolucionario”.