Revuelta conservadora contra la “economía de mercado”

El Partido Conservador británico acaba de sufrir en las recientes elecciones de concejos municipales una de las derrotas más humillantes de su larga historia. De los 16 concejos municipales que controlaba, ¡perdió nada menos que 15! Sólo uno de los 47 consejos de toda Inglaterra y Gales ha quedado en manos del partido gobernante. La derrota del partido de Major ha sido especialmente estrepitosa en los distritos del sur de Inglaterra, el tradicional bastión de los conservadores. En uno de ellos, Newbury, donde se celebraron elecciones complementarias para la elección de un diputado, los conservadores —que habían ganado por 12.000 votos en 1992— perdieron por más de 22.000 a manos de los liberal-demócratas; ¡un derrumbe del 33%! “Los votantes le rompieron la nariz al gobierno”, sintetizaron sin matices todos los medios.


Ante semejante catástrofe, la prensa británica comenzó a hablar de la “exasperante debilidad” del gobierno y de la “fragilidad y falta de autoridad del primer ministro”.  ¿Pero para qué sirve un gobierno débil, frágil y sin autoridad, más aún cuando las huelgas comienzan a estallar en todos los sindicatos, cuando la crisis económica europea se agrava y cuando un tembladeral político sacude a los gobiernos del continente desde Madrid a Berlín?


La derrota  le ha dado una oportunidad a los opositores de Major de profundizar las divisiones del partido conservador, lo cual podría hacer naufragar la firma del Tratado de Maastricht (de unidad de Europa) en el parlamento. A la luz de los acontecimientos europeos, sin embargo, es difícil decir quién pondrá el clavo final en el cajón del moribundo tratado: si un voto del parlamento británico, el referéndum, la recesión alemana, la devaluación de la peseta, la crisis italiana,  el déficit fiscal francés, o todos ellos en conjunto.


La prensa conservadora británica detectó “síntomas de pánico” entre los dirigentes del partido conservador. Los parlamentarios reclaman una reorganización del gabinete y la caída de Norman Lamont, el ministro de economía. Lamont es señalado por los conservadores como el “responsable” de la catástrofe por impulsar la ampliación del IVA al combustible de uso doméstico. Por el momento, Major rehúsa deshacerse de Lamont porque teme, según el “Financial Times” (11/5), que “una reorganización del gabinete aislada no restaurará la calma por mucho tiempo”.


La otra señal de “pánico” que la prensa conservadora endilga a sus parlamentarios es su reclamo —que el “Financial Times” (8/5) calificó de “medidas demagógicas”— de retrasar la privatización de los ferrocarriles y del sistema de transporte de colectivos de Londres. Esto ocurre después de más de una década de demagogia “liberal” —“capitalismo popular”, “convertir a los proletarios en propietarios”, etc. El abrumador voto anti-conservador en los distritos del sur,  favorecidos primero por el “boom” inmobiliario thatcheriano y perjudicados luego por el derrumbe de los valores inmuebles, traduce la revuelta conservadora  ¡contra la “economía de mercado”! La depresión ha reducido el precio de esas viviendas  por debajo de las deudas contraídas para comprarlas y miles han sido desalojados.


“¿Qué es el ‘majorismo’?”, se pregunta el “Financial Times” , sin atinar a responder su propia pregunta: la burguesia no tiene con qué reemplazar el derrumbado “paradigma thatcheriano”.