Rusia: parada militar y fraude electoral

El desfile de la victoria.

El miércoles 24 de junio, se realizó un imponente desfile militar en la Plaza Roja de Moscú para conmemorar el 75 aniversario de la victoria del Ejército soviético sobre los nazis. Marcharon más de 15 mil soldados de todas las armas y regiones de la Federación Rusa, centenares de vehículos blindados y decenas de aviones de combate de diferentes tipos.


En realidad, la fecha en que la bandera roja fue izada en la cúpula del Reichstag en Berlín -dando fin a la resistencia nazi- fue el 9 de mayo de 1945. Y para ese día de este año estaba programado el desfile. Pero fue suspendido por el acoso de la pandemia de Covid-19.


La realización ahora, 45 días después, ¿es porque el problema del contagio ha sido superado en Rusia? De ninguna manera: se ha acrecentado como nunca. Rusia es, en la actualidad, el tercer país –por detrás de los Estados Unidos de Trump y del Brasil de Bolsonaro- en número de víctimas: hay 640 mil contagiados y más de 9000 muertos, con una aceleración en los últimos 15 días.


Un lugar en el sistema imperialista


Dos son los objetivos políticos directos del presidente ruso Vladimir Putin, al convocar a esta parada militar.


Putin desarrolló un largo discurso desde el Kremlin –acompañado con un más largo artículo de su autoría en la revista yanqui “The National Interest” que ha sido fuertemente difundido- haciendo un llamado a las potencias imperialistas a una negociación “para fortalecer la amistad, la confianza entre los pueblos y estamos abiertos al diálogo y la cooperación en los temas más esenciales de la agenda internacional, incluido el tema de la creación de un sistema de seguridad común fiable, que afronte rápidamente las necesidades del mundo cambiante actual”. Es una respuesta directa al acrecentamiento de las guerras y sanciones comerciales que está imponiendo el gobierno de Trump y a las amenazas guerreristas que se están desarrollando.


Rusia es víctima del boicot norteamericano lo que ha llevado a una falta de inversiones en un periodo de crisis y sobreproducción de hidrocarburos que han disminuido en un 40% sus ingresos. Rusia está sufriendo una campaña de Trump contra la construcción de un importante gasoducto que transportaría el fluido de su territorio a Alemania. Trump quiere castigar el intervencionismo de Putin (Ucrania, Siria, etc.) y favorecer las exportaciones de los hidrocarburos –más caros- de esquisto que producen los EEUU. Ha logrado plegar a Polonia y estados bálticos y frenar una construcción que ya ha llegado casi al 90%. Con esto no solo perjudica a Rusia, sino que mantiene en una posición más dependiente a la industria alemana.


La semana pasada las fuerzas del Tratado del Atlántico Norte (Otan) realizaron importantes maniobras con decenas de navíos y miles de militares en el Mar Báltico. Estas prácticas de guerra son un potencial peligro para San Petersburgo, la gran metrópoli rusa del Báltico. Trump ha anunciado también su propósito de trasladar las tropas norteamericanas instaladas en bases germánicas -en el marco de los acuerdos de la Otan contra el expansionismo soviético- de Alemania hacia Polonia, más cerca de las fronteras ucranianas y rusas, cosa que ha sido saludada por el derechista gobierno polaco.


Esta tensión militar tiene también sus epicentros en otras áreas mundiales. Hoy, una de las más importantes es en el Mar de China, donde la flota norteamericana viene haciendo maniobras intimidatorias mientras crecen las amenazas de todo tipo de Trump contra el gigante asiático.


El discurso de Putin fue entendido por Christian Whiton -asesor principal del Departamento de Estado durante las administraciones de Bush y Trump- como la oportunidad para abrir una negociación: “Donald Trump debería hablar con Rusia para frustrar a China”.


El boicot yanqui a Rusia hizo que Putin se recostara en una creciente relación de inversiones y comercio con China. Para Whiton: “El objetivo de la colaboración no tiene por qué ser un avance dramático, sólo una esperanza razonable de que Rusia tenga algún incentivo para permanecer neutral y no ayudar a nuestros adversarios”. Lo que Trump intentó lograr por la fuerza de sus sanciones y presiones político-militares, se propondría lograrlo ahora, a través de ‘negociaciones’, que le permitan sumar a Rusia a su presión sobre China. “Es hora de considerar –dijo Whiton- si todavía (esas sanciones) tienen sentido”.


Referéndum antidemocrático


El otro objetivo es interno y este es –en forma inmediata- el más urgente para Putin. El 1° de julio se realizara en toda Rusia un referéndum para aprobar una reforma constitucional reaccionaria. Esta abole el ateísmo en materia religiosa, retrocede en materia de derechos para los colectivos homosexuales (reconoce solo el matrimonio entre un hombre y una mujer, etc.), etc. Pero lo fundamental, es que avanza en reforzar el aparato estatal y la continuidad de Putin al frente de la presidencia. Podrá ser reelegido hasta el… ¡2036! Se trata de un reforzamiento del papel bonapartista (de arbitraje personal) de Putin. Algo parecido al voto del parlamento chino para que Xi Jinping permanezca al frente de la presidencia en forma vitalicia.


La popularidad de Putin cercana al 50% según encuestas viene en retroceso y las dificultades económicas y sociales se van multiplicando. Este referéndum no tiene nada de democrático. Se trata de votar a favor de un paquete cerrado propuesto por un parlamento controlado por Putin. Una reforma reaccionaria de una constitución que ya era reaccionaria.


La parada militar y el discurso de Putin fueron apelaciones al patriotismo para obtener un apoyo en las urnas. Intenta ser una demostración de fuerza tanto ante el capital financiero, como ante las masas crecientemente inquietas. Una reforma previsional reaccionaria significó hace un año atrás un vuelco importante del humor de las masas en su contra. Por eso figura en la reforma constitucional –como planteo decorativo, pero aparece como concesión- que se respetará el sistema previsional y se garantizará la movilidad de haberes.


Putin trata de presentarse como el único que puede negociar la asociación y penetración del capital financiero internacional en condiciones de soberanía nacional. Su planteo de incrementar las privatizaciones (fase de la restauración capitalista) es justificado en la necesidad de obtener fondos para enjugar el déficit fiscal producto de la caída de los precios del petróleo y la crisis capitalista, sin rematar el valor de esas acciones. Mentira imposible de cumplir.


La oposición, tanto liberal como de izquierda, ha sido proscripta políticamente y perseguida represivamente en sus intentos de movilización. Por supuesto que no tiene acceso a los medios de difusión. Las elecciones del 1° de julio están plagadas de elementos fraudulentos (votación por correspondencia, falta de fiscalización, etc.) y sus resultados, no cabe duda, serán fraudulentos.


Es necesario que los militantes y las corrientes que se reclaman revolucionarias en Rusia, avancen en definiciones de independencia de clase. El Partido Comunista, única oposición parlamentaria, frente a la reforma constitucional reaccionaria, votó en minoría… absteniéndose. Es funcional al continuismo bonapartismo de Putin. Y no constituye una alternativa política.


Putin critica y reivindica al mismo tiempo aspectos ‘positivos’ de Stalin.


Sectores de la oposición que se reclaman de izquierda tiene posiciones similares frente al stalinismo. Es importante que estos sectores avancen en una comprensión de que fue el stalinismo el que llevó adelante el proceso de restauración capitalista y la disolución de la URSS. En ese sentido, sería reaccionario volver atrás. Hoy, Putin, representa los intereses de la casta burocrática stalinista que viene desarrollando el proceso de restauración capitalista, en alianza con los nuevos burgueses oligárquicos surgidos en gran parte de las filas de esa burocracia. También se trata de apartarse de un frente común con la oposición liberal que usando una demagogia democratizante es agente directa del imperialismo mundial.


Llamar a votar en contra y/o boicotear el referéndum, denunciando la política antiobrera y restauracionista de Putin, es un paso elemental en el camino de forjar un nuevo reagrupamiento político independiente, socialista, de los trabajadores. Retomar la tradición del bolchevismo de Lenin y Trotsky.