Se desarma la “concertación” chilena

Coletazos de la huelga de Codelco

Por primera vez desde 1990, la gobernante Concertación chilena ha perdido la mayoría en el Senado, y uno de sus principales partidos, la Democracia Cristiana, se ha roto. Paralelamente, la derecha y las cámaras patronales critican con dureza al gobierno de Michelle Bachelet por su “poca firmeza” frente a las rebeliones obreras.


El senador más importante de la Concertación, el democristiano Adolfo Zaldívar, votó en contra de un pedido gubernamental de mayor presupuesto para el sistema de transportes, por lo cual su partido le promueve ahora un proceso de expulsión.


Otro senador ex oficialista, Fernando Flores, abandonó la Concertación y anunció su propósito de organizar un nuevo partido, Chile Primero, que se sumará a la oposición de derecha.


Sin embargo, más allá de las componendas parlamentarias y la lucha entre camarillas palaciegas, la burguesía chilena ha lanzado su propio ataque al gobierno de Bachelet.


El martes 4 de diciembre, al clausurar una reunión empresarial, el presidente de la Confederación de la Producción y el Cambio, Alfredo Ovalle, criticó la política laboral del gobierno y exigió a la Presidenta que “tome el timón” porque, según dijo, Bachelet “reaccionó tardíamente y con ‘poca firmeza’ frente a movilizaciones sindicales que a veces derivaron en episodios de violencia” (Ambito Financiero, 6/12).


Ovalle se refiere, directamente, a la huelga histórica de los mineros de la estatal Codelco contra el trabajo en negro y la “tercerización”. Esa huelga, como señaló en su momento Prensa Obrera, cambió el panorama político de Chile e hizo ingresar a la clase obrera de ese país en la corriente latinoamericana de grandes luchas populares.


Ahora, la derecha chilena se agrupa contra el gobierno y le reprocha no haber acudido a la represión sangrienta contra los trabajadores. En verdad, Bachelet reprimió hasta donde pudo, pero la masividad y la radicalización de aquella huelga terminaron por doblegarla. Además, ese conflicto se produjo en medio de la crisis del transporte en la capital y de un escándalo por casos de corrupción, especialmente en los ferrocarriles.


Jaqueada por la lucha obrera, por la oposición derechista y por su propia tendencia a la disgregación, la coalición de gobierno más duradera de América Latina empieza a resquebrajarse y a romperse los partidos que la integran, aunque a la derecha no le va mejor en ese sentido.


Como hemos dicho con anterioridad, el proletariado de Chile puede colocarse a la vanguardia de las luchas obreras y populares en esta parte del mundo.