Se generalizó la crisis financiera internacional

La semana pasada, la crisis monetaria del Sudeste asiático cobró un alcance internacional con las fuertes caídas que sufrieron las bolsas de Estados Unidos y Europa, y el verdadero derrumbe que afectó a las de Brasil, México y la Argentina. A partir de aquí, se disipó la relativa indiferencia con que los principales centros capitales fingían estar enfrentando la situación. El secretario del Tesoro norteamericano, Robert Rubin, se vio obligado a declarar que”estaba amenazada la seguridad de los Estados Unidos”. Este toque de atención se vio reflejado en una serie de hechos excepcionales.


Operación rescate


Para detener la crisis en la bolsa norteamericana, esta vez no intervino en forma directa su banco central, bajo la forma tradicional de préstamos de emergencia. La reacción partió de algunos grandes pulpos, que salieron a recomprar sus propias acciones para detener lo que parecía una caída imparable. Es así que IBM volcó, en una sola vez, 3.200 millones de dólares con esa finalidad. IBM sacó para ello el dinero que tenía despositado en los bancos, inyectando liquidez a especuladores ávidos de efectivo, que seguramente lo destinaron a la compra de los más seguros y menos rentables títulos del gobierno norteamericano. Es decir que las tesorerías de las grandes empresas han tenido que salir a absorber la pérdida derivada de la caída de sus acciones, lo que indudablemente compromete su posición financiera, dependiendo de cómo termine la evolución de la cotización de sus acciones.


La otra medida extraordinaria fue el préstamo de 23.000 millones de dólares armado para detener la caída de la moneda y de las acciones de Indonesia, articulado por el FMI bajo la presión directa de Estados Unidos. Lo significativo de este socorro es que contraría la posición que el FMI había mantenido hasta ese momento, de que se debía dejar caer en la quiebra a los bancos insolventes de Indonesia, como única forma de sanear financieramente a ese país. Aunque el gobierno de Indonesia se comprometió a tomar algunas medidas en esta dirección, la prensa financiera interpreta que se trata solamente de un saludo a la bandera y que el FMI intervino porque advirtió que la crisis adquiría dimensiones internacionales. Es que simultáneamente con una caída generalizada de las bolsas, habían comenzado a quebrar en cadena importantes bancos sur-coreanos, proseguía la caída de bancos en Tailandia, la situación en Hong Kong alcanzaba ribetes peligrosos —amenazando directamente al primer banco del mundo, el Hong Kong & Shangai Bank— y, por último, la bolsa de Brasil se hundía en picada y salían del país, en 72 horas, entre ocho y once mil millones de dólares, nada menos que un 20% de las elevadas reservas bancarias brasileñas.


Derrumbe en Brasil


La crisis en Brasil fue el detonante más fuerte en la determinación de intervenir de los Estados Unidos, porque esto amenazaba provocar grandes pérdidas a sus bancos, como ya lo estaba reflejando la cotización de las acciones del Citibank.


La crisis monetaria brasileña puso en evidencia uno de los secretos más guardados por las autoridades de ese país: la situación de insolvencia de buena parte de su sistema bancario. Ocurre que en medio de una descomunal fuga de dólares, el Banco Central brasileño tomó la curiosa decisión de recomprar por anticipado títulos públicos que recién vencían en marzo y setiembre del año que viene, inyectando moneda en el mercado a sabiendas que podía ser utilizada para acentuar la compra de dólares. Indudablemente, esa recompra pretendía darles reales a los bancos necesitados de efectivo y hacerlo a un precio superior al que se estaba cotizando en el mercado. Para evitar que la emisión de moneda redundara en mayor fuga de capitales, las autoridades brasileñas elevaron catastróficamente las tasas de interés, lo que de inmediato perjudicó a todos los tomadores de crédito y retrajo la demanda de consumo personal e inmobiliaria. Los especialistas pronostican ahora una fuerte reducción o caída de la producción brasileña.


Otra manifestación de la generalización de la crisis fueron las caídas experimentadas en Europa oriental y en Rusia; en Grecia, al finalizar la semana, la tasa de interés se había elevado a un 150% anual.


Todos estos hechos han acentuado los desequilibrios de la economía internacional que desataron la crisis y aún más, si cabe, dentro de las economías nacionales. La mayoría de las naciones pronostica una fuerte desaceleración económica o incluso recesión, como consecuencia de las quiebras que han tenido lugar y de la fuerte pérdida de valor que sufrieron los capitales, como consecuencia de las caídas de las acciones y de la desvalorización de la moneda.


Desequilibrio internacional


Una alteración importante del equilibrio económico internacional lo produjo la decisión de Alemania de elevar su tasa de interés, para armonizar las vigentes en los diferentes países de Europa Occidental y preparar así la unión monetaria europea con una moneda fuerte. Alemania hizo eso a pesar de su elevada tasa de desocupación y su baja tasa de crecimiento, con el objetivo de acentuar la presión flexibilizadora sobre la clase obrera y arruinar a los capitales que se encuentran en exceso en el mercado europeo, es decir, producir una mayor concentración de capitales. Pero este incremento de intereses precipitó las crisis en las bolsas, en especial la neoyorquina, esto al encarecer el costo del dinero para la compra de acciones. También revirtió la relación entre el dólar y el marco —desvalorizando al primero y revaluando al segundo, algo que también afecta a los capitales financieros que calculan su valor en dólares. Lo que se preguntan los especialistas ahora es si Estados Unidos no se verá forzado a aumentar su tasa de interés en un momento en que la crisis bursátil y bancaria aconsejaría reducirla. El encarecimiento del financiamiento internacional, desatado por Alemania y Europa en general, detonó la crisis extraordinaria en Europa oriental y en América Latina.


El otro factor de desequilibrio mundial tiene que ver con el Japón, cuyos bancos han tenido pérdidas extraordinarias en el Sudeste asiático, que se suman a las aún más grandes que vienen arrastrando como consecuencia de la crisis inmobiliaria dentro de su país. El índice bursátil del Japón, que estaba hace ocho años en 48.000 puntos, se está aproximando a los 16.000 —una pérdida de capital estimada en tres billones y medio millar de millones de dólares. Los observadores económicos juzgan que si el índice perfora ese piso, los bancos japoneses se verán obligados a repatriar sus inversiones en títulos del gobierno norteamericano. Esto desataría una devaluación monetaria y un derrumbe de todos los mercados de capitales.


A esta situación hay que añadir la nueva desvalorización del yen respecto del dólar, lo que afecta la capacidad de competencia de los norteamericanos. Este desequilibrio puede acentuarse con las desvalorizaciones de las monedas que se han producido en Asia, ya que obligarían a nuevas devaluaciones del yen frente al dólar.


Es necesario destacar, por último, la situación de China, cuya moneda ha quedado desfasada frente a sus competidores sud-asiáticos, pero que por el momento no puede devaluar para no precipitar la ruina financiera de Hong Kong.


Crisis política


Esta enorme anarquía internacional ha provocado un replanteo de la situación política entre los estados. Europa, como vimos, ha acelerado sus pasos para crear su propia zona monetaria y defender a sus capitales frente a Japón y Estados Unidos. Japón, por su lado, intentó crear una zona de protección financiera en Asia, para lo cual propuso crear un FMI sud-asiático con un capital de 100.000 millones de dólares, lo que fue vetado por los Estados Unidos. El gobierno de Clinton, por su parte, exige que se eliminen todas las interferencias a la penetración financiera norteamericana en Asia, en particular con relación a China, Japón y Surcorea. Es claro que la crisis es vista por los yankis como una oportunidad para operar una gigantesca colonización de Asia. Pero Clinton, mientras tanto, es incapaz de arrancar a su Congreso un mandato para negociar la apertura comercial con América Latina e incluso con China, por la simple razón de que la crisis ha aumentado las tendencias proteccionistas en Estados Unidos.


Como se puede ver, la crisis en curso tiene dos puntas y en ambas aguarda una profundización de los enfrentamientos económicos y políticos.


La reorganización de la economía mundial sobre nuevas bases sociales está claramente planteada en términos de necesidad. Esto significa que está planteado, también como necesidad, poner en pie un partido mundial de la clase obrera. En esta situación, llamamos a todas las organizaciones internacionales que luchan a coordinar un plan de acción contra la desocupación y la superexplotación, o sea, por el reparto móvil de las horas de trabajo sin afectar el salario, por un salario mínimo igual al costo de la canasta familiar, por la abolición de la flexibilización laboral y el restablecimiento de una jornada de ocho horas máximas y el salario por jornada, y por el desconocimiento de las deudas externas de las naciones oprimidas en todo el mundo.