Se impuso la alianza del Vaticano y el imperialismo anglosajón

Ocurrió lo que pronosticamos en nuestra nota anterior: en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo que acaba de celebrarse en El Cairo, se produjo “la convergencia del Vaticano con ‘la estrategia para frenar el crecimiento democrático’ promovida por el imperialismo norteamericano”. La prensa norteamericana no se muerde la lengua: “el Vaticano capituló”, “dejó de entorpecer el desarrollo de la Conferencia” y aceptó una declaración que plantea que “en circunstancias donde el aborto no es contra la ley, ese aborto debería ser seguro” (The New York Times, 10/9).


La demostración más cabal de esta convergencia es, sin embargo, que el Vaticano aceptó sin reservas el 90% de la “declaración común” (Página 12, 14/9) que prescribe una política de “reducción de la natalidad” y de intervención totalitaria de los Estados en la vida de las parejas y las personas porque, según afirma un especialista norteamericano, “los métodos tradicionales de planificación familiar no alcanzan” para lograr este objetivo (The New York Times, 12/9). Se trata de la primera oportunidad en que el Vaticano da su apoyo a una declaración de principios que reclama la “reducción de la natalidad”, ya que en las Conferencias de Población realizadas con anterioridad (1974 en Bucarest, 1984 en México) “no adhirió al consenso por reservas fundamentales” (Ambito Financiero, 14/9).


El Vaticano y sus aliados islámicos la emprendieron no sólo contra el aborto sino también contra el derecho de los jóvenes a acceder a la educación sexual y a los métodos anticonceptivos, contra los derechos de las madres solteras (los“derechos reproductivos” no son considerados derechos de los individuos sino de las parejas) y de los homosexuales, y hasta lograron impedir que el documento aprobado en El Cairo llamara a la utilización masiva de los preservativos para evitar la propagación del Sida.


Distintos observadores y miembros de “organizaciones no gubernamentales” criticaron, con estricta justicia, que la Conferencia no abordó los problemas del desarrollo, de la distribución de la riqueza, de la explotación de la mujer o del Sida. Pero la ONU no convocó a la Conferencia del Cairo para eso, sino para imponer una política mundial de “reducción de la natalidad”, es decir, de ataque al derecho a la maternidad, porque, dice, “el aumento de la población provoca el aumento de la pobreza”.


La Conferencia ha “aportado” la novedad de que los empobrecidos y saqueados países del “Tercer Mundo” deberán proveer las dos terceras partes de los más de 17.000 millones de dólares que, se estiman, serán necesarios para la política de “reducción de la natalidad” aprobada en El Cairo … mientras los fondos que los países imperialistas destinan a los programas de programación familiar han venido cayendo sostenidamente en la última década (International Herald Tribune, 10/9). La administración de estos fondos, sin embargo, estará en manos de “la crecientemente compleja red de organizaciones no gubernamentales, agencias internacionales y tratados bilaterales entre gobiernos” (The New York Times, 12/9), es decir, en manos del imperialismo. Y ya se sabe que quien maneja la plata, impone su política.


Contra la opinión dominante de que en El Cairo ha triunfado “el progresismo”, la realidad es que la Conferencia de la ONU aprobó la política imperialista que, como ya señalamos en Prensa Obrera, compromete a los Estados a eliminar el “excedente” humano que el capitalismo no logra eliminar por los métodos “naturales” de las guerras, las matanzas y la miseria.