Se quebró el gobierno

El Partido Blanco retiró sus ministros del gabinete de Batlle; la “coalición” es la segunda víctima de la crisis, luego de la renuncia del ministro de Economía Bensión en agosto.


La renuncia de los ministros blancos deja solo al gobierno colorado frente a una crisis bancaria irresuelta, una depresión económica fenomenal y una lucha creciente del movimiento obrero y popular. Demasiado para un gobierno aislado, con una bancada parlamentaria minoritaria y repudiado por la población. Los ministros blancos no serán la última víctima de la crisis.


El “salvataje” bancario de agosto, impulsado por el FMI, no resolvió nada. Los bancos intervenidos no pudieron ser reabiertos ni liquidados; la banca extranjera sigue perdiendo depósitos y la incobrabilidad de los préstamos crece en flecha. En realidad, el “salvataje” desató una enorme depresión económica – Uruguay es un país sin dinero ni crédito – que amenaza la supervivencia de sectores enteros de la burguesía uruguaya. También es un acicate para el crecimiento de la lucha popular, que adquiere características cada vez más marcadamente piqueteras. La caída de la coalición desmiente al Frente Amplio, que sostenía que Batlle había salido “fortalecido” de la crisis bancaria de agosto.


La salida de los ministros blancos del gabinete y la consecuente pérdida de la “mayoría automática” del gobierno en el Parlamento, incrementa las “responsabilidades” del Frente Amplio en la “gobernabilidad” de Uruguay. Su dirección es plenamente conciente de ello, por eso Tabaré Vázquez aceptó una invitación del solitario Batlle para discutir “la situación del país”.


El ala derechista del FA (Asamblea Uruguay y Vertiente Artiguista) es partidaria de sostener abiertamente a Batlle en el Parlamento. Este sector votó a favor de la “ley de reactivación” propuesta por el gobierno (que entrega la mitad de las rutas uruguayas y el aeropuerto de Carrasco a los pulpos del peaje) y es partidario de apoyar la “desmonopolización” de Ancap, es decir abrirle las puertas a los pulpos petroleros extranjeros. La mayoría del FA, por su parte, también defiende la “gobernabilidad” y la permanencia de Batlle. La huelga de Adeom puso al rojo la disputa dentro del FA (ver nota “La derecha a la ofensiva”) que la nueva situación agravará de manera inexorable.


Con la caída de la coalición blanqui-colorada, Uruguay ingresa en una nueva fase de la crisis política. También los explotados uruguayos están entrando en una nueva fase de lucha, ya ampliamente verificable, que muestra una creciente utilización de los métodos de lucha piqueteros, de la acción directa, de las ocupaciones de edificios públicos, de los cortes de calles y rutas.


El fin de la coalición pone al descubierto la ficción de la “democracia” uruguaya. Un presidente aislado, sin respaldo parlamentario, repudiado por el 80% de la población, sobrevive por la “buena voluntad” de la oposición. Batlle no tiene condiciones para gobernar. “Fuera Batlle” y “Que el poder pase a una Asamblea Constituyente” son las consignas que dicta la situación y que pueden orientar a la vanguardia obrera y estudiantil, que está luchando en Uruguay, a desarrollar una política independiente, es decir, obrera.