¿Se terminó el apartheid en Sudáfrica?

Es frecuente leer en la prensa patronal —y también en la de ciertas tendencias de izquierda— que, con el ascenso de Mandela a la presidencia, se terminó el apartheid en Sudáfrica. Ciertamente, quienes esto afirman reconocen que todavía pasarán muchos años hasta superar la situación de postergación de la mayoría negra, pero, dicen, el primer y fundamental paso en esta dirección ya se ha dado, o en todo caso, el jurídico, formal o constitucional.


Lo real, sin embargo, es que el apartheid no ha terminado y que la mayoría negra no goza, no digamos ya de la misma situación social, sino, ni siquiera, de los mismos derechos políticos que la minoría blanca.


La Constitución en vigencia, acordada por el CNA y el partido de De Klerk, y que sólo podrá ser modificada con los dos tercios de los votos del parlamento —es decir, con el acuerdo de ambos partidos—, establece un conjunto de cláusulas que subordinan políticamente la mayoría a la minoría… o, lo que es lo mismo, que jurídica y constitucionalmente, la minoría blanca que controla el poder económico, goza de un derecho de veto sobre la mayoría negra.


La mayoría no gobierna —como sucede en el 100% de los regímenes democráticos burgueses— sino que esta constitucionalmente obligada a hacerlo en coalición con la minoría. Según la Constitución, cada partido que obtenga un mínimo de 20 diputados se asegura un puesto en el gabinete, y el que obtenga 80, una vicepresidencia. Se trata, qué duda cabe, de una cláusula especialmente “diseñada” para que el partido de De Klerk mantenga algunos ministerios clave y, al menos, una vicepresidencia.


Más aún, la Constitución establece que la minoría tiene un virtual derecho de veto incluso dentro del gabinete, ya que las decisiones clave —establece— deberán ser tomadas “en la búsqueda del espíritu de consenso”. Está claro que cuando los representantes de la minoría cuentan con derecho de veto sobre los representantes de la mayoría, no está rigiendo el principio democrático por el que han luchado los explotados negros: “un hombre, un voto”.


La Constitución consagra, también, la continuidad de la supremacía y dominio de la minoría blanca sobre los aparatos de seguridad, el ejército, la justicia y la burocracia civil al establecer la “garantía de la continuidad en el empleo” para estos funcionarios. Por esta vía, la minoría blanca permanecerá sólidamente en el control del aparato estatal.


En Sudáfrica no se ha “liquidado el apartheid” ni se ha establecido la democracia. El ascenso del CNA al gobierno es un recurso final para impedir la total liquidación del “apartheid”.