Se viene el Cónclave (siniestro)

Faltaban seis días para que se concretara la renuncia de Benedicto XVI cuando se conocieron algunos tramos del "informe reservado", que el Papa renunciante había recibido de tres cardenales encargados de investigar los "escándalos" vaticanos. En éste se incluyen denuncias de las prácticas prostibularias organizadas en la Santa Sede y su vínculo, mediante extorsiones y chantajes, con la lucha por el poder en la cúpula de la Iglesia y el manejo de sus fondos millonarios. La inmundicia ha sido publicada por la prensa corriente.


Lo que ha sido menos divulgado es que la inmundicia en la sede papal viene de lejos, como lo revela el caso de Emanuela Orlandi, una niña de 15 años que desapareció sin dejar rastro el 22 de junio de 1983. Hija de un funcionario del Vaticano, su caso fue motivo de todo tipo de especulaciones, ya que en un principio se sugirió que había sido secuestrada por el Frente de Liberación Turco, afín a Alí Agca, el hombre que atentó contra Juan Pablo II. Sin embargo, la madre de la niña siempre ha dicho que la respuesta estaba dentro de los muros vaticanos. Semanas atrás, nuevas pistas condujeron a la Policía hasta la tumba del mafioso Enrico de Pedis, jefe de la banda de la Magliana, asesinado en un ajuste de cuentas en 1990 y enterrado en la iglesia de San Apolinar de Roma. Los investigadores esperaban encontrar allí los huesos de Emanuela. Gracias a las filtraciones, se ha sabido que hay nuevos indicios que apuntan a un supuesto cardenal pedófilo. El padre Gabriele Amorth, que desarrolla sus labores en la Santa Sede, ha dicho que la niña fue secuestrada en Roma, con ayuda de gendarmes vaticanos, para participar en fiestas sexuales. El caso puede ser encontrado en la divulgación de los papeles secretos, conocido como "Vatileaks".


Una lista tenebrosa


Hay algo de disculpa piadosa en la reciente afirmación del escritor español Manuel Vicens, cuando plantea en su columna del diario El País: "Ratzinger se ha fugado; ha huido de los lobos y jabalíes que acechan en la curia del Vaticano". El Papa que se va gobernó y promovió a los lobos y jabalíes, los que ahora se están sacando los ojos. La propia filtración del mentado informe "reservado" es parte de la macabra disputa y de la enorme descomposición que domina en el territorio del Vaticano, ese pequeño Estado cuya forma moderna fue diseñada en 1929 mediante un pacto con Mussolini. Ratzinger dispuso que sus más de 300 páginas se mantengan en secreto para ser entregadas al próximo Papa.


Ratzinger anunció, además, que se quedaría a vivir en el propio Vaticano, desechando la alternativa de recluirse en un monasterio lejano, como había sido anunciado con anterioridad. La posibilidad de una "dualidad de poderes" estremece a los vaticanistas. De hecho, el renunciante estuvo muy activo hasta sus últimos días, cuando evitó que el Secretario de Estado, Tarcisio Bertone, colocara a un hombre suyo al frente del Banco del Vaticano y desplazó de sus funciones a alguno de sus más fieles laderos en la "Sede".


En una de sus últimas decisiones, Ratzinger resolvió también aceptar la renuncia de un obispo escocés (Keith O'Brien), quien debía participar del próximo Cónclave al mismo tiempo que es citado por la Justicia por un caso de abuso sexual. No tomó decisión alguna, sin embargo, en el caso del obispo yanqui (cardenal Roger Mahony), responsable de la diócesis de Los Angeles y acusado de encubrir, a lo largo de un cuarto de siglo, a 129 sacerdotes implicados en abusos a menores.


Otros cardenales comprometidos con los crímenes de pedofilia son el cardenal primado de Irlanda, Sean Brady, y el cardenal belga Godfried Danneels. La lista es, sin embargo, mucho más amplia. En ella entran el norteamericano Justin Francis Rigali, el australiano George Pell, el mexicano Norberto Rivera Carrera, el polaco Stanislaw Dziwisz y el argentino Leonardo Sandri. El Cónclave, como se ve, es un verdadero nido de víboras. Según un cable de la agencia Reuters, la decisión del Papa Benedicto XVI de vivir en el Vaticano después de su dimisión no sólo le proporcionará seguridad y privacidad: le ofrecerá protección legal contra cualquier intento de procesarlo en relación con los casos de abusos sexuales en todo el mundo.


La Iglesia, la KGB… la CIA


La podredumbre ha llegado a un punto en que el sector progresista de la Iglesia, el cual hace mucho critica la corruptela del aparato eclesiástico, se ha quedado sin aire para plantear una alternativa de reforma en la cúpula, donde ya no cuenta con ningún representante. Ahora se necesita "una revolución desde abajo", acaba de plantear Hans Kung, el mayor referente mundial de esa Iglesia que se proclama progresista (Elplural.com, 23/2). Kung ha desarrollado una crítica tenaz a lo que llama el "sistema romano de dominación", al dogma de la "infalibilidad del Papa" y al verticalismo de lo que denomina una inadmisible "monarquía teocrática absolutista", la cual "reclama a sus obispos un juramento de obediencia incondicional, casi tan extrema como la que se obligaba a jurar a los generales alemanes en su juramento de lealtad a Hitler".


Kung fue compañero en su juventud de Ratzinger y albergó alguna ilusión en que su Papado planteara una corrección de rumbo. Ahora acaba de comparar al renunciante Benedicto con Putín, para concluir que no hay ahora posibilidad de volver atrás y de esperar un Gorbachov. El razonamiento es unilateral, porque Kung omite que es el fracaso de la tentativa "reformista" de salvar a la vieja burocracia la que condujo a la experiencia Putin, el antiguo jefe de la KGB.


A su manera, el Gorbachov papal fue Juan XXIII, quien trató de reformar la Iglesia con el Concilio Vaticano II, en el cual el entonces joven Kung debutó como reformador progresista de la Iglesia. Como en el caso ruso, las tendencias disgregadoras que quedaron abiertas con tal reforma recondujeron a Roma a los Putin con sotana: primero Juan Pablo II y luego el ahora renunciante Benedicto.


No es mala, sin embargo, la analogía con la KGB. Cuando los yanquis establecieron relaciones diplomáticas con el Vaticano para pactar con Juan Pablo II el operativo restauracionista en Polonia en los años ochenta, uno de los funcionarios norteamericanos hizo una declaración antológica: "después de conocer el Vaticano, creo que es un modelo para la organización de la CIA". Notablemente, un hombre del vapuleado titular de la ahora "Sede vacante", el mencionado Tarcisio Bertone, acaba de puntualizar el supuesto fundamento de todo esto: "el secreto es poder y el Vaticano enseña que quien sabe no habla y quien habla no sabe. Yo nunca digo demasiado" (El País, 17/2). El autor de la frase es Marco Simeon, investigado por los manejos turbios en el Banco del Vaticano y las extorsiones e intrigas más deplorables en el reinado que acaba de terminar de Benedicto. Amén.


La pelea de los lobos y de los jabalíes por el resultado del Cónclave ha comenzado.