‘Shock’ industrial y político en Francia

El pasado jueves 12, la decisión del directorio de Peugeot-Citroën de cerrar la fábrica de 3.500 trabajadores, en medio de la caída en picada de las ventas y beneficios, recordó a Francia y a su flamante gobierno la realidad de la bancarrota (los avatares de España habían hecho olvidar la precaria situación de los bancos franceses, al punto que la suba de la cotización de la deuda pública llevó la tasa de interés a porcentajes negativos, una vez descontada la inflación). Los empleados de la empresa quedarían en la calle, junto con otros 5.500 en toda Francia. El despido masivo venía postergado desde hace varios meses para no perjudicar la campaña electoral del derechista Sarkozy. Las cesantías se producen cuando el nuevo presidente, Hollande, se aprestaba a anunciar un plan de ajuste que tenía ingredientes que provocaban el rechazo de la clase patronal, porque incluía impuestos a los dividendos.  Lo que importa, en definitiva, es que, con estos despidos, Francia se anotó en el pelotón de países que sigue la vía iniciada por Grecia e Irlanda, y que incorpora a Portugal, Chipre, España e Italia. El CEO de PSA, Philippe Varain, admitió días atrás que la empresa se encuentra en estado de sobreproducción para un mercado en constante retroceso.


La crisis de Peugeot ha ‘shockeado' al gobierno francés del Partido Socialista, que ganó las elecciones con la promesa de inyectar "crecimiento" a los planes de ajuste. Teme sufrir, aunque más rápido, el destino que volteó al ‘socialismo' español.  Ante el golpe, respondió con un anuncio de paliar "las consec uencias sociales" y un "plan de sostenimiento" para la empresa. Es decir, la implementación de Repros à la Hollande. Desde la seccional de Aulnay de la CGT ya se han movilizado contra el cierre de la fábrica, frente a las dependencias de PSA en París. Más de 700 trabajadores, junto con delegados de distintas fábricas de toda Francia, donde las suspensiones y las horas extra están presentes desde principio de año, se movilizó el 12 de julio frente al directorio de la empresa. Se han sumado trabajadores de Renault y Fiat, así como de Opel desde Alemania y España.


Luego de una suba en la bolsa, cuando anunció el cierre de la planta, las acciones de Peugeot se despeñaron en los días siguientes, como reacción a las vacilaciones de la patronal frente a la reacción de los trabajadores y al intento de mediación del gobierno.


A contramano de las declaraciones ambiguas de la burocracia sindical, queda planteado un programa para la victoria de la clase obrera: reparto de las horas de trabajo, basta de despidos y suspensiones, que la crisis la paguen los capitalistas y no los trabajadores.