Internacionales
5/4/1989|263
Siguen las huelgas en Brasil
Se acentúa la crisis política y la lucha de masas
Seguir
Continúa en Brasil la tendencia huelguística que antecedió, y luego prolongó, el reciente paro general del 14 y 15 de marzo. En un “año electoral”, este impulso huelguístico constituye un testimonio de la disposición de las masas a tomar en sus manos la solución de sus problemas, saliendo al paso de este modo a la pretensión de encaminarlas por las sendas ‘‘constitucionales”.
En Recife los conductores y cobradores de ómnibus entraron en huelga en reclamo de un 80% de aumento salarial. La adhesión fue total pues sólo circuló el 2% de los 1.500 ómnibus. También hubo importantes piquetes de huelga.
En Río, cinco millones de cariocas quedaron sin transporte por la huelga de los colectiveros y de los trenes urbanos. En Minas Gerais la adhesión a la huelga en la empresa de electricidad ha ido creciendo al punto de “amenazar el abastecimiento eléctrico de todo el eje industrial del sudeste”. En Campinas, estado de San Pablo, hubo enfrentamientos entre los metalúrgicos de la Singer y la Policía Militar, que dejó varios heridos cuando la policía pretendió impedir una asamblea obrera.
Dos grandes plantas siderúrgicas de Belo Horizonte estuvieron ocupadas desde el 14 de marzo En la estatal Belgo-Mineira se logró un acuerdo por el cual la patronal accedió a incrementar los salarios un 26% (el mayor aumento logrado por el gremio hasta ahora en todo el país), a reincorporar a los directores obreros despedidos y a descontar los días de paro en seis meses. En la Mannesmann, en cambio, la situación se mantuvo tensa durante toda la semana pasada, como consecuencia del cerco montado por la policía militar y de la disposición de los trabajadores a impedir el desalojo violento. "Los trabajadores aparecían con los rostros cubiertos, con barras de hierro en las manos y afirmando que ya habían colocado barriles de combustibles en lugares ‘estratégicos’, listos para ser detonados. En caso de ataque, los altos hornos serían desactivados, lo que presupone un riesgo de daños Irremediables” (El periodista, 24/3).
Los trabajadores desocuparon la planta cuando la patronal tuvo que prometer un acuerdo similar al firmado en la Belgo. “Pero Mannesmann puede volver a parar, al negarse la empresa a otorgar el 26%...el presidente del sindicato lo consideró una traición y confirmó la posibilidad de retomar las medidas en la asamblea a realizar” (O Estado, 28/3/89).
Las negociaciones del gobierno con las burocracias sindicales de la CUT y de la CGT se encuentran, por su lado, en un completo impasse. El gobierno no ofrece más de un 13% de reposición de los salarios, cuando las pérdidas provocadas por el “plan verano” fueron del 50%. Esta situación se agrava en virtud del creciente aumento del costo de vida desde enero. Las remarcaciones de precios están a la orden del día a pesar del “congelamiento” oficial.
En estas circunstancias, el gran capital está presionando al gobierno y en especial al parlamento a reglamentar el derecho de huelga y especialmente a impedir los piquetes y las ocupaciones de fábrica, algo de lo que se ha hecho eco la gran prensa.
La burocracia sindical amenaza ahora con declarar otro paro general pero no toma ninguna medida que concrete el planteo Es evidente que los paros aislados no tienen consecuencias prácticas. La burocracia se orienta a salir de este impasse no por medio de la huelga general sino por acuerdos por ramas, en el marco de una prometida “libre negociación de los convenios”.
El corresponsal de El Periodista, un viejo democratizante, ha tenido que escribir que "Las Imágenes de obreros dispuestos a cualquier tipo de sacrificio en defensa de sus reivindicaciones quedaron grabadas en la conciencia nacional” (El Periodista, ídem). Ese es el fenómeno dominante de la situación política brasileña.