Sobre “Auschwitz y sus cómplices”

Una nota crítica sobre Tato Pavlosky


El artículo de Tato Pavlovsky “Auschwitz y sus cómplices” ( Página/12 , 5/2), acerca de la Shoa, el genocidio de los judíos, expresa una bronca comprensible pero no una comprensión real. Para usar el lenguaje de Deleuze que aparentemente parece atraer a Pavlovsky, el artículo construye un “afecto” pero no un “concepto”. En su lugar, toma prestado, para su conveniencia, el pseudo-concepto forjado por Goldhagen y otros antes y después de él, acerca de la “culpa colectiva” de la nación alemana como tal. El problema es, por supuesto, que la noción de una “culpa colectiva” con características étnico-raciales es un infame concepto “legal” producido por los propios nazis, los perpetradores del peor genocidio de la historia.


 


Incluso peor: la noción nazi de “culpa colectiva” es usada hoy no sólo por Goldhagen y sus compañeros de ideas, que la vuelven contra su punto de origen nacional, sino también en la llamada “guerra permanente contra el terrorismo” lanzada por el gobierno de Bush y el imperialismo, y en la legislación “anti-terrorista” de persecución y encarcelamiento indefinido en Europa y Estados Unidos, desde Guantánamo a los juicios-espectáculos de “terroristas” en Grecia en los últimos años. Nacionalidades, grupos étnicos y religiosos, árabes (particularmente palestinos e iraquíes), musulmanes, vascos, serbios, chechenos, etc., una larga lista de “Estados parias” (de Irán y Corea del Norte a Zimbabwe, Cuba y Venezuela, de acuerdo a la última lista de Condoleezza Rice) sino también muchas organizaciones de izquierda y movimientos políticos por los derechos civiles que luchan contra la campaña imperialista “terrorista” son acusados y perseguidos como “colectivamente culpables”.


 


Las trivialidades reaccionarias de Goldhagen sobre la culpa colectiva de los civiles alemanes por las atrocidades de los nazis en Auschwitz ya han sido refutadas por profesores especializados en el estudio de la Shoah y en general por los historiadores y comentaristas de libros, principalmente judíos, de un muy amplio espectro político, desde el israelí Zeev Sternhell y el historiador franco-judío Pierre Vidal Naquet hasta The New York Review of Books. Ya existe una multitud de bien fundadas críticas que muestran cómo Goldhagen preselecciona, acomoda y manipula la evidencia para “probar” sus apriorísticas tesis.


 


Por ejemplo, Goldhagen oscurece el hecho trágico de que paralelamente a una larga historia de actividades antisemitas, Alemania fue, antes de que los nazis llegaran al poder, un país capitalista industrializado donde la asimilación de la comunidad judía estaba muy avanzada. No es por accidente que Herzl, el padre fundador del sionismo, se hubiera dirigido al Kaiser por ayuda antes de recurrir a sus rivales, los gobernantes del Imperio Británico. Durante la Primera Guerra Mundial, grandes sectores de la comunidad judía alemana se convirtieron en ultra-patriotas y se comportaron como fervientes nacionalistas alemanes, incluyendo a importantes intelectuales como Martin Buber. El filósofo neokantiano Herman Cohen publicó en 1915 un libro con el bizarro título Deutschtum und Judentum (Germanismo y Judaísmo), celebrando la “insoluble conexión” entre el pueblo judío y Alemania, menos de veinte años antes de Dachau. Es un hecho que todo lo que era genuino y original producido por pensadores judío-alemanes a principios del siglo XX, tanto no marxistas como marxistas, desde Franz Rosenzweig a Walter Benjamin y Ernst Bloch, fue producido tanto contra el sionismo como contra la tendencia dominante de la comunidad judía a adaptarse y asimilarse a la Alemania del Kaiser, y más tarde, a la Alemania burguesa republicana. La fatal ilusión de que los judíos estaban bien integrados en la sociedad burguesa alemana fue trágica pero tardíamente disipada en los años ’30. El mensaje real, ahora olvidado, era que si esa catástrofe sin precedentes del pueblo judío fue posible en el país más civilizado e industrializado de Europa, entonces cualquier cosa, en nuestra época histórica, era –y es– posible también.


 


Las causas del antisemitismo y las razones de la catástrofe en los campos de la muerte no pueden encontrarse en los genes de los alemanes. No tienen una base biológica, o bio-cultural o socio-biológica sino una base histórica material. Sus raíces materiales están en la sociedad de clases, en el capitalismo como la última forma de sociedad de clases antagónicas y en su decadencia imperialista, su declinación histórica como medio de reproducción de las condiciones materiales de la vida social. Para repetir la famosa fórmula de Trotsky al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, pronosticando la Shoa: el antisemitismo y el nazismo son “la quintaesencia de la cultura del imperialismo”.


 


Goldhagen y sus seguidores, incluyendo a Pavlovsky, abstraen la Shoa de la historia y la transfieren a la demonología y a la mitología, a la malicia de los alemanes como nibelungos. No hay duda de que los nazis conquistaron una base de masas en la población civil. Pero esa población ya había pasado por un prolongado proceso de desintegración, las masas populares habían sido pauperizadas, desmoralizadas y atomizadas, y el movimiento obrero alemán fue destruido en una larga serie de levantamientos y aplastantes derrotas: la guerra, la revolución de noviembre de 1918, la derrota de la revolución espartaquista en 1919, el aplastamiento de la república soviética bávara, la derrota de la revolución alemana en 1923, el colapso de la República de Weimar en una descomunal miseria y desempleo de masas, el ascenso del stalinismo en la URSS e internacionalmente, las traiciones de la socialdemocracia, la fractura del movimiento obrero por la política divisionista, aventurera y criminal del PC alemán stalinista y la Comintern… Hitler llegó al poder después de un ciclo completo de shocks para las masas y virajes contrarrevolucionarios.


 


Pavlovsky menciona a Wilhelm Reich y sus análisis de la psicología de masas del fascismo pero olvida el principal punto planteado por esos analistas, incluido el temprano Reich, que intentó combinar el marxismo y el psicoanálisis para interpretar el arrastre de masas que tenían los demagogos fascistas. “Las masas desearon el fascismo” –¿pero por qué y cómo? Trotsky, en sus textos sobre el nazismo (por ejemplo, ¿Qué es el nacional-socialismo? ), no se restringe a un reduccionismo economicista vulgar sino que analiza todo el complejo proceso de interacción entre las diferentes clases y capas en condiciones de crisis histórica, el conjunto entero de relaciones contradictorias entre economía y política, sociedad y cultura en Alemania e internacionalmente, para revelar la naturaleza y la tendencia destructiva del nazismo, cómo y por qué encontró un fuerte eco y apoyo en una población civil atomizada de pequeñoburgueses, proletarios y semiproletarios pauperizados. “Todo lo que habría debido ser eliminado del organismo nacional en la forma de excremento cultural en el curso del desenvolvimiento normal de la sociedad, ha sido ahora expulsado por la garganta; la sociedad capitalista está vomitando la barbarie indigesta” (Trotsky, ¿Qué es el nacional-socialismo? ). Lejos de restringir el análisis a un pequeño grupo de funcionarios nazis, Trotsky describe la enfermedad de todo el cuerpo social, sus síntomas y sus fantasías. Un análisis dialéctico similar puede encontrarse en Herencia de este tiempo, de Ernst Bloch.


 


Pero estos enfoques marxistas de la tragedia moderna no tienen nada en común con las vulgaridades de la Escuela Goldhagen, que restringe toda la Shoa a un subproducto de las peculiaridades de los alemanes como alemanes. La retórica acerca de la “complicidad de los civiles” deja en paz la “complicidad” del sistema social, es decir del capitalismo, que como un todo, en su declinación, es responsable del antisemitismo moderno y de Auschwitz.


 


Tato Pavlovsky comienza su escapada goldhageneana con una declaración reveladora: “Cuando Adorno, después de Auschwitz, señaló que ya no se podría escribir más poesía, había algo de verdadero en su afirmación. Un cambio cualitativo se había producido en la naturaleza humana y en la cultura”. Mientras el resto del artículo se concentra en la naturaleza pecaminosa peculiar de los alemanes civiles “corrientes”, su introducción universaliza la cuestión: con Auschwitz se ha revelado, dice, “un cambio cualitativo en la naturaleza y en la cultura humana”, como un todo. La naturaleza humana no es vista evolucionando históricamente, cambiando siempre “el conjunto de las relaciones sociales” (Marx), sino como una sustancia metafísica, que bruscamente sufrió un inesperado accidente que la cambió cualitativamente. ¿Cómo explicar el accidente? La historia se retira, entra Goldhagen.


 


Paul Celan, la mayor voz poética que emergió del universo de los campos de la muerte, dio una respuesta definitiva a Adorno. Su poesía judía en lengua alemana prueba con el criterio de la práctica la falsedad de la declaración de Adorno (el filósofo de la Escuela de Frankfurt tuvo que retirar posteriormente su posición acerca de la imposibilidad de la poesía después de Auschwitz). En su poema Aschenglorie (Gloria de cenizas), recordando Auschwitz, Celan escribe: “Nadie/ da testimonio por el/ testigo”. Posiblemente, el mejor escritor-testigo de Auschwitz es el escritor italiano sobreviviente Primo Levi, y el mejor testimonio su obra maestra Si esto es un hombre. En un famoso capítulo de este gran libro, Primo Levi, viviendo desesperado en el campo de la muerte, recuerda y recita los versos de Dante en Infierno, Canto XXVI sobre el destino de Ulises, versos dedicados particular y precisamente a la naturaleza humana:


 


“Considerate la vostra semenza / Fatti non foste a viver come bruti / Ma per seguir virtute e conoscenza”


 


[Considera tu semilla / No habeis sido hechos para vivir como bestias / Sino para ir tras la virtud y el conocimiento]


 


No sólo como marxista y como trotskista sino también como alguien que perdió una parte importante de su familia en Auschwitz, prefiero aceptar el testimonio y seguir el ejemplo del testigo Primo Levi, que resiste desde dentro del infierno establecido por los nazis y el sistema que lo produjo, que aceptar las inaceptables vulgaridades racistas de Mister Goldhagen y seguir la desorientación reaccionaria de aquellos que marchan tras sus pasos.


 


 


Atenas, 14 de febrero de 2005