Internacionales
19/10/1993|404
Somalia, el pantano de los yanquis
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Estados Unidos está completamente empantanado en Somalia. Como señalara el PO en ocasión del desembarco, “a contramano de lo anunciado por Bush, los marines no podrán retirarse rápidamente (porque) el imperialismo norteamericano está obligado a ejercer un ‘protectorado’... la intervención imperialista agravará a mediano plazo la terrible situación de Somalia y convertirá en permanente esta ingerencia” (Prensa Obrera, Nº 378, 15/12/92). La intervención militar agravó enormemente las condiciones de hambruna y matanzas que, se dijo, venía a resolver. Ya a principios de junio, el “Financial Times” (12/6) informaba que “prácticamente no queda ninguno de los grupos de trabajo humanitario... los centros de comida están cerrados (y) 200.000 personas en la capital enfrentan nuevamente el espectro del hambre”. La famosa “misión humanitaria” se convirtió en una salvaje ocupación colonial: según los mandos italianos, “en el operativo de la ONU, los gastos en alimentos no pasan del 5% mientras que las operaciones militares se llevan el 95%” (La República, 11/10).
El “protectorado” fracasó. “Estados Unidos ya no se considera comprometido en la reconstrucción política y económica de Somalia”, reconoce hoy el propio secretario de Estado Warren Christopher (La República, 11/10). El imperialismo no ha podido dar ninguna salida. Tampoco ha podido imponer la “pax americana”, porque para lograrlo “debería empeñar más hombres durante más tiempo y no tiene condiciones políticas para hacerlo” (Jornal do Brasil, 10/10). La “operación” quedó restringida a la salvaguarda de las concesiones petroleras de un puñado de pulpos.
Un mes después del desembarco, el embajador norteamericano en las Naciones Unidas afirmaba que “el desembarco en Somalia (es) un importante paso en el desarrollo de la estrategia para lidiar con el potencial desorden y los conflictos del mundo de la posguerra fría” (The Militant, 25/12). A la luz de estos propósitos, el fracaso imperialista en Somalia retrata el fracaso general de la política norteamericana. En Somalia, el imperialismo norteamericano ha chocado con la poderosa tendencia a la desintegración política y económica que la crisis capitalista impone a todo el continente africano y con las limitaciones que su propia crisis le impone a su capacidad de “intervención global”.
Fuera el imperialismo y la ONU de Somalia
Después de la batalla de Mogadiscio —en la que guerrilleros del general Aidid aniquilaron una fuerza de tareas norteamericana—, Clinton anunció la duplicación de los efectivos norteamericanos, el reforzamiento de su poder de fuego y el retiro de las tropas estadounidenses a fines de marzo. “Las prioridades de la misión han cambiado —indicó el ministro de Defensa, Lee Aspin— y ahora se trata de conseguir una solución política en la región”... Clinton “parece ansioso por ceder la iniciativa política a los gobiernos africanos” (La República, 11/10). Serían estos mismos gobiernos africanos los que deberían proveer las tropas que reemplacen a los “marines”.
La “propuesta” alcanza para medir la profundidad del empantanamiento norteamericano. Fueron los propios gobiernos africanos los que más vehementemente reclamaron la intervención militar yanki. La sola idea de que los países de la región, tan empobrecidos y caóticos como Somalia, puedan dar una “salida política” retrata la desesperación norteamericana. Una prueba adicional es que de las “negociaciones políticas” no sería excluido Aidid, hasta ayer “enemigo público de la comunidad internacional”.
La única “salida política” para los explotados de Somalia y de toda Africa es la expulsión del imperialismo y la lucha por su unidad.