Stalin quería un Muro de Belín en China

Salvo algunos fascistas rusos trasnochados, partidarios de una “gran Rusia imperial”, nadie reivindica hoy a Stalin, conocido por sus crímenes contrarrevolucionarios. A aquéllos se suma también Otto Vargas, “secretario general del Partido Comunista Revolucionario de la Argentina”, quien ha salido a reivindicar históricamente a Stalin y al stalinismo, verdugos de la Revolución de Octubre de 1917.


En defensa de Stalin


Otto Vargas reconoce que en la URSS hubo un proceso de restauración del capitalismo. Pero éste se habría iniciado después del “año 1956 (cuando) se revisaron los principios revolucionarios del marxismo en el 20º Congreso”del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética). A partir de esta fecha, la URSS se habría convertido en un “país socialfascista y socialimperialista”.


Como Stalin murió en 1953, a Otto Vargas le parece risueño que se lo acuse de haber iniciado el proceso de restauración capitalista en la URSS: “Se decía que eso se debió a un genio maligno, perverso y criminal, que fue Stalin. (Tan criminal y maligno que 8 años después de muerto se le atribuyó la construcción del Muro de Berlín. Todavía hoy, a veces, cuando se habla del Muro de Berlín, se dice ‘construcción del stalinismo’)”(Hoy, 26/11).


Se olvida don Otto que fue Stalin el que pactó con Roosevelt-Truman y Churchill que la segunda guerra mundial finalizara con la división de Alemania, para bloquear el desarrollo de la revolución europea. Esta no es la única experiencia contrarrevolucionaria de este tipo. El propio Pcr reconoce que fue Stalin el que se opuso después del 45 a que la revolución china cruzara el río Yangtsé y tomara el control de toda China, “cuando Stalin se oponía a ello dada la peligrosidad de la situación mundial, y era partidario de que China se dividiera, como había ocurrido con Corea, con Vietnam, con Austria y con Alemania” (Hoy, 19/3). ¡Es decir que quería un Muro de Berlín en China!


La reivindicación de la Revolución Rusa de 1917 (en el año de su 80º aniversario) pasa, para Vargas y sus acólitos, por la reivindicación del stalinismo. Para ello han organizado ‘seminarios’ (a los que se suman elementos como Roberto Fornari, de la llamada Corriente Marxista Leninista-¿Stalinista?), en los que se rechaza que “el período de Stalin fue la peor tragedia que sufrió la humanidad” (Hoy, 10/12). Por el contrario, se lo ensalza como el de la”construcción del socialismo en Rusia”.


Rol contrarrevolucionario


A la muerte de Lenin, Stalin asumió el control del Estado y del PCUS en representación de un amplio sector de la burocracia. Este triunfo burocrático se debió a una situación excepcional: aislamiento de la Revolución Rusa luego de las derrotas sufridas por los intentos revolucionarios en Europa y Asia. (Muchas de esas derrotas atribuidas a la política de la dirección stalinista. Por ejemplo, las masacres de Shangai y Canton, en 1927, donde es aplastado el movimiento revolucionario de la clase obrera china, por haber subordinado al PC el ‘frente nacional’ dirigido por Chiang Kai-shek). El exterminio físico de la vanguardia proletaria rusa, luego de 5 años de guerra civil y contra las potencias imperialistas. El atraso económico de Rusia y el agotamiento de las masas.


La labor contrarrevolucionaria de Stalin se profundizó rápidamente. Desplegó una sangrienta represión contra la dirección del Partido Bolchevique que hizo la revolución. En 1940, del viejo Comité Central, sólo quedaban dos dirigentes vivos: Stalin y Trotsky (este último caerá asesinado por Stalin ese año). Todos fueron asesinados, acusados de ser agentes nazis, traidores a la revolución y otras infamias. ¿El PCR los sigue considerando a todos ellos”traidores a la revolución” y “agentes del imperialismo” que debían ser pasados por las armas? En la URSS, bajo el stalinismo, fueron asesinados millones de militantes, trabajadores, militares, campesinos, dirigentes de los sindicatos, en un proceso que comenzó … ¡10 años después de la toma del poder!


No ha habido en la historia un proceso contrarrevolucionario más sangriento que el stalinista.


La colectivización forzosa y la segunda guerra


Otto Vargas toma dos eventos para reivindicar a Stalin: la colectivización forzosa en la década del 30 y la conducción de la guerra contra la Alemania nazi.


La primera es calificada de “transformación prodigiosa (sobre la que tanto se calumnia actualmente) de sacar a 80 millones de campesinos… de la pequeña explotación parcelaria en la que vivían en la más extrema miseria… y llevarlos a la explotación colectiva de la tierra. Ahora los revisionistas dicen que esto se hizo a punta de bayoneta, en un país donde el proletariado prácticamente había desaparecido después de la guerra civil”. Y con ‘simpleza’ stalinista, Otto Vargas, irónicamente, se pregunta: “¿Quién manejaba las bayonetas que llevaron a 80 millones de campesinos a la explotación colectiva?”. Respondemos: El aparato monstruoso montado por la burocracia stalinista, por supuesto.


La colectivización forzosa del campesinado ruso fue hecha a contramano de todo lo que enseñaron los marxistas (Marx, Engels, Lenin, Trotsky), acerca de cómo la clase obrera debía transformar las relaciones sociales del campo y fortalecer su alianza con los campesinos. Luego de alentar el enriquecimiento de los campesinos acomodados (kúlaks), Stalin, en un brusco viraje, llevó a la colectivización forzosa de todo el campesinado. Esto se hizo con métodos de guerra civil: aldeas arrasadas, 10 millones de campesinos erradicados de sus tierras y enviados a Siberia a realizar trabajos forzados, represión de centenares de levantamientos agrarios. El resultado fue una grave crisis que llevó a un retroceso histórico del campo soviético, del cual nunca pudo salir. Entre 1929 y 1934 desapareció el 55% de los 19 millones de caballos; el 40% de las 11 millones de vacas; el 55% de los cerdos y el 66% de las ovejas. La producción cerealera disminuyó de los 835 millones de quintales en 1930, a 700 millones en 1931. El hambre se instaló en la Rusia soviética.


Décadas antes, Engels, en su obra “La cuestión agraria en Francia y Alemania”, se interrogaba: “¿Cuál debe ser nuestra actitud frente al pequeño agricultor y cuál debe ser nuestra conducta cuando el poder estatal vaya a parar a nuestras manos?”. Y respondía: “En primer lugar, es indiscutiblemente acertada la siguiente tesis del programa francés: prevemos la desaparición inevitable del pequeño agricultor, pero en ningún caso estamos llamados a provocarla mediante intervención ninguna de nuestra parte. En segundo lugar, es asimismo evidente que una vez dueños del poder estatal, no se nos ocurrirá expropiar por la fuerza a los pequeños agricultores (con indemnización o no, esto es indiferente), como deberemos hacerlo con los grandes terratenientes. Nuestra misión con respecto a los pequeños agricultores consiste ante todo en convertir su producción y su propiedad privadas en cooperativa, pero no por la fuerza, sino con ayuda del ejemplo y proponiendo la ayuda social para este fin. Y entonces, naturalmente, tendremos recursos suficientes para ofrecer a los campesinos todas las ventajas que ya ahora deben serles explicadas”.


La oposición de izquierda, dirigida por Trotsky y otros líderes bolcheviques, dio una política alternativa para superar las contradicciones sociales a las que estaba llevando el stalinismo, y fue reprimida a sangre y fuego.


El ejemplo de la burocracia stalinista luego fue reproducido por Pol Pot en Camboya, que quiso ‘campesinar’ a toda la población, llevando adelante un genocidio que nada tiene que ver con el socialismo.


Vargas reivindica también la conducción del ejército rojo realizada por Stalin durante la guerra. Vuelve a mofarse el stalinista: “resulta que la Segunda Guerra Mundial, la guerra más impresionante que conoció el mundo, fue ganada por un ejército sin jefe”. Pero fue Stalin el que pactó con Hitler la división de Polonia, desmoralizando a la clase obrera mundial. Fue Stalin el que ‘depuró’ a la totalidad de la oficialidad del Ejército Rojo en 1936/8, dejándolo inerme. Fue Stalin el que hizo caso omiso a los informes que indicaban, con día y hora precisos, el ataque de Hitler contra la URSS, por su confianza en el Führer. Fue gracias al ‘genio’ de Stalin que Hitler llegó hasta las puertas de Moscú y que la guerra significó la pérdida de 20 millones de rusos (la mayor pérdida de todas las naciones intervinientes). El pueblo soviético tuvo que sobreponerse a estos ‘jefes’.


Los ‘errores’ de Stalin


Otto Vargas, sin embargo, reconoce que Stalin tuvo errores. “Había que estudiar qué errores permitieron que privilegios políticos se transformaran en privilegios económicos y sociales y se formara una burocracia y una burguesía de nuevo tipo que restauró el capitalismo en la Unión Soviética”.


Pero… ¿qué quiere decir que la burocracia tenía “privilegios políticos”? Que monopolizaba el poder,expropiándoselo a la clase obrera y los explotados. Ese uso dictatorial del poder —no tiene nada que ver con la dictadura del proletariado, que es la más amplia democracia para los trabajadores, ejercida por ellos mismos— le permitió a la burocracia consolidar sus “privilegios económicos y sociales” y fortaleció sus aspiraciones a transformarse en una burguesía restauracionista, como lo es en la actualidad. Esto fue analizado concretamente por el trotskismo, que fue —y es— la gran oposición al stalinismo contrarrevolucionario.


Pero el error más serio era —al decir de Ana Laura Sofía, dirigente juvenil del Pcr— “el negar la existencia de la lucha de clases en el socialismo” (en el ‘seminario’ reproducido por Hoy, 10/12). ¿Qué significa esto? ¿Un llamado a incrementar la represión contra los militantes y trabajadores que se oponían a la burocracia? ¿Más centenares de miles de trabajadores muertos? ¿Más gúlags y campos de concentración?


El Pcr es, en el plano ideológico, una corriente stalinista, es decir, contrarrevolucionaria. Defiende el ‘socialismo en un solo país’, lo que explica su trasnochado nacionalismo. Pero esto hoy los hace girar en el vacío, porque no hay una burocracia stalinista a la que apoyar y que los financie. No casualmente, Otto Vargas se ‘queja’ que cuando Mao fue desplazado, los nuevos mandarines lo que hicieron fue “liquidar el internacionalismo proletario, y romper con los partidos marxistas leninistas de ese gran movimiento anti—revisionista que se formó cuando estaba Mao, privilegiando las relaciones con los partidos burgueses (como la Juventud Radical y el PC de Echegaray en la Argentina, cuyos representantes viajan regularmente a China)” (Hoy, 19/3).


En esto ha terminado el ottovargostalinismo del Pcr.