Internacionales
25/3/1999|619
Sublevación nacional contra el Menem ecuatoriano
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Ecuador vivió en “estado catatònico” hasta el jueves 18 (Expreso de Guayaquil, 19/3). Esto es, ‘hechizado’ por movilizaciones populares que “prácticamente paralizaron el país desde inicios de febrero” (ídem), cuando se hizo evidente que el gobierno de Mahuad, asumido seis meses antes, no hacía más que burlar la voluntad popular. La crisis que terminó con Bucaram, dos años atrás, se reedita a una escala infinitamente mayor.
El gobierno derechista de Mahuad -sostenido hasta entonces, fundamentalmente, por el partido ‘liberal’ Social Cristiano (PSC)—, con el visto bueno del FMI y el Banco Mundial, pretendió quebrar la caída en picada que venía sufriendo el sucre frente al dólar, lanzando un feroz ataque sobre las masas. Aumentó el IVA y los impuestos al consumo en promedio entre el 50 y el 150% congeló el 50% de los depósitos bancarios durante un año. Esto fue acompañado por una virtual militarización del país (“estado de emergencia nacional”, equivalente a nuestro estado de sitio), lo que terminó por desencadenar una huelga general indefinida y un levantamiento nacional contra el gobierno.
Tres días después era absolutamente claro el fracaso del nuevo ‘plan’. En la sierra ecuatoriana, la región más poblada y castigada del país, se comenzaron a poner en pie ‘Parlamentos Indígenas y Populares’ que votaron medidas radicales como el Congelamiento de las tarifas eléctricas, el no cobro de tasas, el no pago-moratoria de la deuda externa y la renuncia del gobierno (El Comercio de Quito, 19/3). La acción de las fuerzas represivas fue paralizada en todos lados y el país interrumpido, de una punta a la otra, por ‘cortes de ruta’ y ‘puebladas’.
A días del lanzamiento del “plan”, el gobierno de Mahuad estaba completamente quebrado. El PSC pasó a la oposición y Mahuad comenzó a discutir una política alternativa para evitar su derrumbe. El ‘acuerdo’ que permitió levantar la sublevación nacional, firmado por Mahuad y “un bloque de 7 partidos y movimientos de centroizquierda” (ídem, 19/3), se logró la noche del miércoles 17, “cuando el jefe de la custodia del Parlamento irrumpió para informar que una columna de por lo menos 35 mil indígenas avanzaba hacia la capital. De inmediato se ordenó el refuerzo militar del edificio y se convocó nuevamente a los jefes de bloque para apurar la confección de un acuerdo. Hacia las dos de la madrugada, el propio presidente Mahuad lo anunciaba y levantaba el estado de emergencia nacional” (La Nación, 19/3). Los indígenas (organizados en la Conaie, Confederación Nacional de Indígenas del Ecuador) protagonizaron dos gigantescos levantamientos en 1990 y 1994, fueron protagonistas de la sublevación contra Bucaram de 1997 y son la cabeza de una movilización profunda y sistemática por la tierra, monopolizada, en primer lugar, por las fuerzas armadas.
El apuro de los centroizquierdistas fue parejo al del gobierno y el imperialismo, cuyas ‘instituciones’, con el FMI y el BM a la cabeza, una vez más, saludaron la “salida” con la que se contuvo a las masas del país.
El ‘acuerdo’ está muy lejos de haber cerrado la crisis. Presentado como una ‘revisión’ del ‘paquetazo’, sus principales medidas se mantienen vigentes.
Los combustibles no han vuelto a su precio anterior, sólo se ‘bajó’ a la mitad el aumento y “continúa la congelación de las cuentas bancarias, lo que beneficia únicamente a los banqueros”, denunció el presidente de la Conaie (El Comercio, 19/3). Nada indica que a esos partidos centroizquierdistas, con ascendiente sobre las organizaciones populares, les resulte fácil hacer pasar el ‘acuerdo’ y, sobre todo, desmovilizar a los explotados. Los trabajadores de la educación-que fueron los que iniciaron el movimiento en febrero— y los de la salud, resolvieron mantener sus medidas de fuerza. Las medidas que Mahuad había presentado para su aprobación en el parlamento, el jueves 11, no han sido retiradas, sino que están todas en proceso de ‘rediscusión’.
El salvataje centroizquierdista del régimen ecuatoriano no sólo no garantiza una salida a la crisis sino que, de acuerdo con diferentes versiones, ha agravado la división histórica al interior de la burguesía ecuatoriana, entre los sectores ‘costeros’ exportadores y los ‘serranos’ que producen para el mercado interno. La crisis iniciada en febrero, desatada precisamente a partir de una crisis financiera que amenazaba con hundir a gran parte de la banca y que sé presentó como un enfrentamiento abierto entre los bancos de Quito y Guayaquil -cabezas de la sierra y la costa, respectivamente—, habría dado un respiro a los primeros. Por esto, el ex-presidente Febres-Cordero, un representante de la costa, dijo que la región “ha perdido su liderazgo”, que “tendrá que utilizar todos los mecanismos civilizados para defenderse y llegar incluso a los no civilizados...” y que “no ve futuro en la nueva mayoría parlamentaria. ‘No se puede mezclar el agua con el aceite”’ (ídem). Las limitaciones políticas y económicas del “respiro” que han obtenido los explotados son tan manifiestas que El Comercio editorializó, el mismo 19, que el acuerdo “pende de un hilo”.
La crisis ecuatoriana es el espejo en el que se mira todo el continente, porque reúne las mismas características de toda América Latina y, en particular, de la Argentina. “Fuera Mahuad” es la consigna que puede unificar la crisis de los explotados para arrancar cada una de las reivindicaciones planteadas.