Sudáfrica: cuatro meses de huelga

Miners gather at Wonderkop stadium outside the Lonmin mine in Rustenburg, northwest of Johannesburg

El 23 de enero, hace ya más de cuatro meses, sesenta mil mineros sudafricanos nucleados en la Asociación de Mineros y de la Construcción de Sudáfrica (Amcu) ingresaron en huelga en reclamo de una duplicación del salario, que actualmente se encuentra en menos de 500 dólares. Sudáfrica concentra el grueso de las exportaciones de platino a nivel mundial. Las grandes patronales del sector (Impala, Amplats y Lonmin) han recurrido a todo tipo de medidas para quebrar la lucha: rompehuelgas, amenazas de despidos masivos y reestructuración del sector, y el intento de quebrarla por hambre ante la falta de cobro de los salarios. Pero el espíritu de los mineros es aguerrido. “No podemos vivir tampoco con lo que ganamos, son sueldos ridículos para el riesgo que corremos ahí abajo y no volveremos por una limosna” (EFE, 23/5), dice uno de los representantes de Amcu. En abril, fracasaron los intentos de un arreglo en la Comisión de Conciliación, proceso de mediación y arbitraje. Las contraofertas de las patronales han sido miserables. Ahora se retomarían las negociaciones a partir de un tribunal laboral.

En las recientes elecciones del 7 de mayo, el Congreso Nacional Africano (CNA) revalidó su poder con un holgado triunfo de su candidato, Jacob Zuma, que superó el 60 por ciento. La oposición hizo una elección deslucida, incluyendo el reciente desprendimiento político del CNA encabezado por Julius Malema. Pero la capacidad de contención del CNA sobre la clase obrera, en un cuadro de desaceleración económica y enorme pobreza, se ha deteriorado. El Numsa (metalúrgicos y mineros), principal sindicato de la central oficialista Cosatu, retiró su apoyo al gobierno. Crecen las huelgas y la formación de sindicatos alternativos. En este cuadro, la algarabía de la burguesía por el amplio triunfo de Zuma y su llamado a avanzar en el antiobrero Plan Nacional de Desarrollo, inspirado por el FMI y que busca orientar la política económica hasta 2030, es un planteo temerario.

Pese a la masacre en la mina de Marikana, cuando la policía fusiló a 34 obreros en 2012, y al accionar de bandas patronales en el cinturón del platino, los procesos huelguísticos no se han detenido. Con respecto a la investigación de los hechos de Marikana, el Numsa ha denunciado maniobras del gobierno sobre la Comisión para evitar el interrogatorio a ciertos funcionarios (Daily Maverick, 15/5).

¡Castigo a los responsables políticos y materiales de la masacre de Marikana!

¡Por el triunfo de la huelga minera sudafricana!


G. M