¿Tiene importancia saber cuándo comenzó la crisis financiera?

Para la mayoría de los analistas, el “gran detonante” de la crisis financiera internacional ocurrió el 12 de agosto pasado, cuando una decena bancos centrales comenzaron a inyectar fondos en los mercados financieros para impedir su derrumbe; totalizaron 500.000 millones es apenas tres días.


Para Prensa Obrera la fecha fue otra. El 26 de julio caracterizamos la caída de la Bolsa de Wall Street del martes 24 con un título inequívoco: “No es otro ‘martes negro’ más. Una crisis sistémica”. Es decir, que tres semanas antes advertíamos el inicio de una quiebra generalizada. Se puede indicar, incluso, como un “detonante” más auténtico que el que se presente como “oficial”, el derrumbe de la Bolsa de Shangai, en febrero de este año. Es que China es la otra punta del ovillo de la presente crisis.


En nuestro artículo del 26 de julio sacábamos las principales conclusiones de conjunto sobre la situación que se creaba: “Todo esto señala que hemos entrado definitivamente en un proceso que debe culminar con un estallido de carácter general (…) Se cierra de este modo el ciclo que comenzó a mediados de 2002 cuando el Banco Central norteamericano comenzó a reducir la tasa de interés, hasta el 1%, y a emitir moneda (la tasa actual de emisión es del 25% anual), para sacar a Estados Unidos y a la economía mundial de la recesión. Este cebamiento financiero empalmó con la apertura del mercado chino a las inversiones extranjeras, formando una pareja exitosa.


Sobre esta base se montaron los déficits fiscal y comercial norteamericanos y el surgimiento como hongos de los fondos especulativos. Diversos estallidos financieros fueron jalonando el agotamiento de esta política; también es decisivo el desastre del imperialismo en Irak o la exitosa defensa de Hezbollah contra la agresión sionista, esto porque un sistema en disgregación puede ser sostenido más allá de sus posibilidades si su Estado logra imponer derrotas fundamentales a las masas y naciones débiles. Los estallidos financieros alcanzaron también a China. Ahora quedará al descubierto, con la crisis financiera y la recesión, el grado de sobre-inversión de su economía y la necesidad de quiebras en masa (…) La crisis en desarrollo no es una manifestación de ‘excesos’ o ‘exageraciones’ de carácter especulativo (…) es la consecuencia de una organización económica en declinación, que está operando más allá de sus límites históricos.


Se cierra, asimismo, un ciclo más amplio, el que intentó reestructurar al capitalismo mundial, a partir de la crisis de la década del ‘70, mediante la creación de un gigantesco pool financiero internacional. Todos los avances del capitalismo contra las masas, desde las pérdidas de conquistas sociales hasta la restauración capitalista en los ex países ‘socialistas’, vuelven a ponerse en cuestión”.


Pero, ¿por qué indicábamos que no se trataba de “otro martes negro más”? Porque la caída de dos fondos financieros involucrados en negocios hipotecarios del banco Bear and Sterns había puesto en evidencia que se había roto las relaciones financieras entre los grandes bancos internacionales. Bear and Sterns no había conseguido que los bancos (Merrill Lynch) le dieran un crédito de corto plazo para cubrir una alegada falta de caja.


Se había producido, entonces, una quiebra en las relaciones económicas de la gran burguesía. Los analistas, en cambio, miraban los balances que ofrecían los bancos, no la ruptura que había tenido lugar en la superestructura bancaria. Tuvo que venir, primero, el “corralito” del Paribas para que recién entonces descubrieran que la liquidez se había transformado en su contrario, pero aún siguen sin reconocer que la quiebra en la superestructura económica corresponde a una quiebra efectiva en la reproducción más general.


Tuvieron que pasar varios días todavía para que se produjera el rescate de los bancos centrales. La cuestión de la fecha del ‘detonante’ tiene que ver, entonces, con el método con que se estudia la presente crisis. Lo más importante es que expresa el fin del ciclo económico que se inició en 2002, el cual tuvo como punto de partida el salto operado en la apertura de China a las inversiones internacionales (China, mediante un abaratamiento deflacionario de producción industrial, facilitó la reducción de la tasa de interés de la FED al 1%. China ahora se ha convertido en un generador de inflación, Por eso las reducciónes de la tasa de interés en Estados Unidos tienen ahora un efecto inflacionario).


La ‘burbuja’ financiera que estalla ahora está conectada a una ‘burbuja’ aún más grande, que es el incremento extraordinario de la entrada de capital extranjero en China.


La crisis de la relación contradictoria entre China y Estados Unidos debería ser el resultado final del presente ciclo, y este resultado deberá abrir una inmensa crisis social en Estados Unidos y un cuestionamiento en todos los planos de la restauración capitalista en China. No estamos ante el final de un ciclo económico en abstracto sino ante el cuestionamiento de las relaciones internacionales del capital, en especial con relación a la reconquista de los mercados que habían sido perdidos para él como consecuencia de las dos revoluciones más grandes de la época actual.