Trabajadores de las automotrices yanquis logran cierre de las plantas

Lucha de clases y coronavirus.

La pandemia de coronavirus ha abierto una pulseada global entre las patronales y los trabajadores. Mientras las primeras hacen todos los esfuerzos posibles por mantener en pie las operaciones y sostener sus ganancias (o bien, directamente cierran y dejan sin empleo a la gente), los segundos salen a la lucha por condiciones de seguridad e higiene, licencias por enfermedad pagas y el cierre de los establecimientos cuando está en riesgo la salud del colectivo obrero.


En Estados Unidos, las tres grandes compañías automotrices (General Motors, Ford, Fiat-Chrysler) acaban de anunciar el cierre de sus plantas en el área de Detroit hasta fin de mes, luego de un fuerte reclamo de sus obreros. La medida abarca a 150 mil trabajadores.


Inicialmente, ante la aparición de un caso positivo en una de las plantas, las patronales habían llegado a un acuerdo con la burocracia de la UAW (United Auto Worker) para mantener en funcionamiento las fábricas, limitándose a otorgar licencias al sector gerencial y administrativo y a conformar una mesa de trabajo para discutir condiciones de seguridad. En el caso de la empresa con el caso positivo, apenas se puso en cuarentena a algunos allegados al enfermo.


Los obreros reaccionaron con máxima preocupación ante el acuerdo burocrático-patronal, dado que desarrollan sus labores muy próximos unos de otros en las líneas de montaje. A su vez, denuncian que las fábricas no reúnen condiciones de higiene. En una planta de Ford en Kentucky, por ejemplo, “las fotos del baño de hombres en la planta, proporcionadas por trabajadores, muestran que los botes de basura se desbordan, los dispensadores de toallas de papel están vacíos, los secadores de manos están muy corroídos y las paredes y pisos están cubiertos de líquido” (Labor Notes, 17/3).


En este escenario, en varias fábricas emergieron reclamos. Los obreros de la planta de ensamblaje Windsor de Chrysler en Ontario abandonaron sus labores al enterarse que uno de sus compañeros había sido puesto en cuarentena por tomar contacto con una persona infectada. El lunes 17, los obreros cerraron el taller de pintura de una planta de ensamblaje de camiones de Chrysler, cerca de Detroit (ídem). 


Ante esta reacción obrera, las patronales y el sindicato debieron recalcular y acordar el cierre de las fábricas hasta fin de mes. Los trabajadores percibirán un seguro de desempleo y en algunos casos un pago suplementario (Democracy Now, 19/3). Vale señalar que en Italia y España también se han desarrollado huelgas en el sector automotriz para reclamar el cierre de las fábricas ante la pandemia. En este último país, los obreros de una planta de Mercedes Benz se sublevaron porque la empresa quería continuar las operaciones tras conocerse un caso positivo. Finalmente, impusieron el cierre.


Varios sectores del movimiento obrero norteamericano están reclamando licencias pagas y condiciones de seguridad. Las enfermeras realizaron una jornada nacional de lucha para poner en evidencia la crisis del sistema sanitario. Los choferes de Detroit paralizaron el servicio y forzaron a comparecer al alcalde en las cabeceras. Como resultado, lograron la contratación de más personal de limpieza y que no se cobren los pasajes durante la crisis, evitando de este modo tener que cobrar el boleto y tener contacto estrecho con los pasajeros.


Trump ha anunciado, como parte de las medidas frente al coronavirus, el otorgamiento de licencias pagas. Pero no son al 100% del sueldo y excluyen a millones de personas. Los trabajadores padecen un problema adicional: un sistema de salud privatizado. 27 millones de norteamericanos no cuentan con seguro de salud y quienes lo tienen sufren enormes deudas. Hay denuncias de cobros de hasta 4 mil dólares por un test para diagnosticar el Covid-19.


En todo el mundo, la esperanza frente a la catástrofe social que plantea la pandemia y su abordaje por parte de los gobiernos, reside en la organización de la clase trabajadora.