Trump, el odio xenófobo y la masacre de El Paso – Texas

Trump fue recibido con protestas en su visita a la ciudad fronteriza de El Paso, en la que un joven texano mató a 22 personas e hirió a otras tantas que hacían compras en un supermercado, y que ha mostrado las consecuencias de una diatriba xenófoba y fascistizante que hoy tiene su mayor exponente en el primer mandatario norteamericano. Menos de un mes después de que el magnate ordenara una redada contra inmigrantes y cuestionara a diputadas por su ascendencia árabe o latina, Patrick Crusius condujo su vehículo durante más de nueve horas desde los suburbios de Dallas hasta la localidad fronteriza en cuestión, cuya población consta en un 85% de hispanos, y a la que los mexicanos cruzan para comprar desde la vecina Ciudad Juárez. Casi en simultáneo con la matanza, se difundió una proclama por internet que anuncia un atentado para evitar el copamiento de Texas por parte de los hispanos, y que se estudia si pertenece al autor de los hechos. En cualquier caso, coincide con las más de 2 mil referencias de Trump durante su mandato a la “invasión” de latinos.


Frente a la masacre, Trump tuvo declaraciones contradictorias. Condenó el “racismo y el supremacismo blanco”, pero al mismo tiempo atribuyó la responsabilidad por los tiroteos masivos, de los que ya hubo 250 en el curso de este año, al mensaje de “odio” de los medios e inclusive a los videojuegos.


La conexión entre el mensaje de odio que emana desde el poder estatal y los hechos de El Paso, sin embargo, está fuera de toda duda. En ocasión del atentado de Charlottesville, en que un nazi atropelló una manifestación antifascista, Trump sostuvo una especie de teoría de los dos demonios para exculpar a sus aliados. En Charlottesville, se habían congregado varios de los grupos fascistas y racistas que lo apoyan (Ku Klux Klan, Proud Boys y referentes de la alt-right, “derecha alternativa”) en una cumbre de repudio al retiro de la estatua de un general confederado, o sea de los partidarios de la esclavitud durante la guerra civil. En las listas de los republicanos en las últimas elecciones figuraron defensores abiertos del racismo y el Holocausto. Con posterioridad a la masacre de El Paso, se viralizó a nivel internacional la imagen de dos policías texanos a caballo paseando a un negro esposado como si se tratara de un esclavo, en la localidad de Galveston. El manifiesto que se atribuye al atacante de El Paso esgrimía la teoría racista del “gran reemplazo”, popular en los grupos supremacistas, que supone que una invasión extranjera amenaza con la sustitución de la población blanca. Es una especie de actualización histórica del supremacismo tradicional, que se dedicaba a acentuar una supuesta superioridad racial.


Trump usa a los latinos como chivos expiatorios frente a la decadencia norteamericana y su bravata antimigrante como factor de división de los explotados. Por lo pronto, ha ratificado la necesidad de una reforma antimigratoria y el jueves casi 700 migrantes fueron detenidos por el Departamento de Seguridad en los frigoríficos en que trabajaban. Esta tónica, sin embargo, no es privativa de los republicanos. Cabe recordar que Obama se ganó el mote de “deportador en jefe” por las casi tres millones de deportaciones bajo su mandato.


A días de la masacre de El Paso, dos policías texanos pasearon como un esclavo a un negro en Galveston


Si bien algunos referentes demócratas han responsabilizado a Trump por su mensaje racista, han preferido concentrarse en el planteo de un control de armas. Bernie Sanders, por ejemplo, reclamó una prohibición de las armas de asalto y la recompra de aquellas armas de este tipo que ya están en las calles. En el Congreso norteamericano hay proyectos que establecen un aumento de la edad para adquirir armas largas y otros para endurecer la verificación de antecedentes. Trump ha llamado a atender este último punto, pero está sometido a la presión de la Asociación Nacional del Rifle (RNA en inglés), que apoyó su campaña electoral.


El problema de las masacres y tiroteos masivos desató una extraordinaria ola de protestas de la juventud en 2018, luego de que un ex alumno ingresara en su colegio y matara a 17 estudiantes en Florida. Los estudiantes pusieron de relieve con sus movilizaciones un gravísimo problema. Como respuesta, Trump llamó en aquel momento a armar a los maestros. Los republicanos suelen invocar cínicamente la segunda enmienda, que consagra el derecho democrático a la portación de armas, para bastardearla, en defensa de planteos fascistizantes o del lobby armamentístico.


Tanto los gobiernos republicanos como los demócratas, nacionales o estaduales, han mostrado una completa incapacidad para enfrentar el creciente problema de este tipo de masacres que se repiten desde los hechos de Columbine en 1999. Y es que se trata de los gobiernos promotores de la xenofobia, la militarización y la guerra imperialista, en cuyo seno se forjan los elementos desequilibrados y/o militantes que llevan a cabo esas matanzas. Los planteos de control de armas omiten este problema.


La lucha por el fin de la barbarie que suponen masacres como la de El Paso está ligada a una lucha política por la unidad de trabajadores nativos y migrantes, contra el Estado capitalista e imperialista que condena a las masas a una vida sin futuro y de superexplotación.