Estados Unidos

Trump: un final escandaloso que deja una gran crisis política por delante

Victoria demócrata en el Senado y ocupación derechista de Washington D.C.

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Mientras los resultados electorales de la segunda vuelta que definía los resultados de Georgia iban confirmando el pasaje del Senado a mayoría demócrata (contando el voto de la vicepresidenta Kamala Harris frente al empate de fuerzas), la sesión conjunta del congreso que oficia de Colegio Electoral fue suspendida mientras una masa de manifestantes pro-Trump ocupaban múltiples edificios públicos de la capital norteamericana, empezando por el Capitolio, donde funciona el parlamento.

La demostración de fuerza de los movimientos derechistas que apoyan al presidente saliente fue convocada por Trump, que fue el orador central de un acto realizado antes de marchar sobre el capitolio. Allí Trump tomó nota de que sus denuncias de fraude (que conforman un relato sin elementos concretos comprobables y que no han encontrado ninguna instancia legal que les de crédito) no han sido tomadas por gran parte de su propio partido. Estas tensiones entre Trump y el establishment de su partido, que vienen escalando y que incluyeron el apoyo de muchas figuras republicanas a Biden en las elecciones, llegaron a un punto extremo en el discurso de Trump hoy. Dijo que el Partido Republicano está lleno de cobardes y de gente débil. Que el movimiento que él lidera no tiene precedentes históricos. Que la defección de los políticos republicanos lo dejó sin retaguardia. Y que la política de compromiso de estos podía dar lugar “al fin del Partido Republicano tal como lo conocemos, pero no de nosotros”.

Uno de los objetivos de la ira de Trump fue el vicepresidente Mike Pence, a quien Trump le reclamó desde la marcha que impugne los votos enviados por 6 estados para que se vuelva a votar y se pueda proclamar a su fórmula como ganadora. Pence sin embargo, aclaró en el rato que funcionó el Colegio Electoral que respetaría el triunfo de Biden. Trump atacó también a la Corte Suprema, con mayoría conservadora pero que no ha dado lugar a sus presentaciones sobre las elecciones, así como al fiscal de la nación William Barr, otro colaborador cercano que lo ha abandonado.

Trump había lanzado como último recurso para tratar de incidir sobre la elección de Georgia y reunir un apoyo popular mayor un planteo de un subsidio para enfrentar la pandemia de 2000 dólares. Fue la bancada republicana en el Senado liderada por McConnell la que hundió este planteo, en nombre de defender la austeridad fiscal. Biden, si bien mandó a votar los 600 dólares negociados con la bancada republicana, luego viró a reclamar los 2000 y los candidatos demócratas en Georgia explotaron en su campaña la idea de que una mayoría suya en el senado permitiría aprobar esta medida. Trump destacó en su discurso que junto al omnipresente fraude, que se habría vuelto a desarrollar en las elecciones de ayer, fue esta política de los senadores de su partido la que les costó la elección local.

El lugar enorme que ocupa en este momento político el problema del subsidio muestra el peso de la miseria y la crisis social en desarrollo y, en última instancia, la sombra de la rebelión popular que sigue condicionando el proceso político. Los planteos fascistizantes (el discurso de la marcha estuvo repleto de guiños racistas: “ustedes son los que construyeron este país”; “ahora van a abrir las fronteras”) de Trump, así como sus métodos disruptivos y movilizadores y su reivindicación del status de outsider del sistema político de Washington se nutre de la descomposición y derrumbe del conjunto del régimen político, de sus instituciones y partidos que vino madurando en las últimas.

La suspensión de la sesión del colegio electoral por una multitud, en parte armada, no abre un camino a que Trump impida el traspaso del poder al gobierno Biden-Harris. La movida política de Trump más bien apunta a mantener su liderazgo sobre el movimiento desenvuelto y a condicionar a los políticos republicanos que se alejan de él en estampida. Con todo el discurso de que no pueden permitir la asunción de Biden por ilegitimo, Trump se prepara para catapultarse como la alternativa opositora al gobierno demócrata en la nueva etapa. “Dentro de un año -sentenció -, estaremos trabajando sobre la representación en el congreso. Iremos a las primarias contra los que no estuvieron a la altura.” “Su dirección los defraudó” dijo a los manifestantes. Aunque no renuncie a actuar electoralmente dentro de las primarias republicanas, la acción estuvo destinada a ser el bautismo de fuego de una nueva formación política de características fascista de lo que hasta ahora aparecían como milicias o grupos de choque locales. Aunque esta “Marcha sobre Roma” no de lugar a una captura exitosa del poder, ha querido tener la espectacularidad de un hecho fundacional.

Las imágenes que recorrieron el mundo de una verdadera zona liberada en Washington, donde los edificios públicos estaban a merced de los milicianos, muestran el alcance de la crisis política. El presidente en ejercicio impulsó el copamiento, que los medios han calificado como insurrección o motín, y el presidente electo y los líderes parlamentarios actuaron sin ejercer su autoridad, quizás para no aparecer ejerciendo un poder que todavía no han podido asumir formalmente.

Por otra parte, la política de Biden-Harris rechaza terminantemente la perspectiva de una movilización contra Trump y sus grupos de choque. Como hemos señalado reiteradamente desde Prensa Obrera, la desmovilización del movimiento de masas que actuó el último año en Estados Unidos es la prioridad para estos políticos del gran capital, incluso por encima del relevo de Trump. La izquierda norteamericana, que se encuentra dentro del Partido Demócrata en su mayoría, se adapta sistemáticamente a esta política de contención. De esta manera ceden todo el tiempo la iniciativa a la extrema derecha, en momentos donde la lucha de clases ha estado en su punto más alto en muchas décadas.

Lejos de la normalización política y social que Biden imagina presidir, las imágenes de esta violenta crisis muestran como sigue agravándose la decadencia de Estados Unidos como potencia mundial agravada  ahora   por el  ingreso de de la economía mundial  a una nueva depresión y   una segundas ola de la pandemia. Un gobierno de Biden, que se prefigura como un cogobierno con los republicanos moderados a lo McConnell, deberá presidir un choque muy profundo con las masas en un momento de pandemia, recesión y desempleo masivo.

El enorme colectivo de luchadores obreros y oprimidos de EEUU necesita apoyarse en las  reivindicaciones urgentes y apremiantes que se derivan de la  actual  crisis  política, sanitaria y social para encabezar un proceso de organización de masas, con métodos de acción directa y enfrentamiento con el Estado. Las bases necesarias para esto son el impulso de una organización política independiente nacional de los trabajadores y la práctica de frente único sistemático para derrotar en las calles al fascismo incipiente y luchar por las demandas económicas y democráticas de las masas.