Trump y el bloqueo a Cuba


Para una amplia mayoría de observadores, sin distinción de tendencias, las sanciones que anunció Trump hace unos días contra Cuba carecerían de un significado particular -incluso cuando algunos se refieren a un retorno a la “guerra fría”, lo cual es un despropósito en las condiciones posteriores a la disolución de la Unión Soviética. Trump no ha dado marcha atrás, dicen, con el reconocimiento diplomático que sellaran Obama y Raúl; tampoco con el cierre a la inmigración ilegal de cubanos; no afecta la llegada de cruceros o el tráfico aéreo ni las operaciones de turismo de Airbnb; y aunque restringe el turismo individual y prohíbe negocios con las empresas controladas por la Fuerza Armada de Cuba, parece haber excluido de las limitaciones a la gestión, por parte de la corporación Marriot, del Sheraton Hotel, en La Habana, controlado por los militares.


 


En esta línea de interpretación condescendiente, Trump se habría propuesto dar una satisfacción simbólica a la comunidad gusana en Miami y a quienes ofician de representantes de ella en el Congreso de Estados Unidos. Buscaría de este modo asegurarse algunos votos vitales ante la campaña que busca destituirlo por medio de un juicio político. La orden ejecutiva (decreto) que establece las restricciones debe pasar por un proceso de reglamentación a nivel ministerial, que suele demorar varios meses. La Cámara de Comercio Americana, la principal entidad empresarial de Estados Unidos, es una propulsora activa del comercio con Cuba y ha rechazado las restricciones de Trump. The Wall Street Journal advirtió que la política de Trump “cede oportunidades crecientes a otros países”.


 


En efecto, Brasil, Rusia y China operan activamente con el Grupo de Administración Empresarial (Gaesa), que está bajo el control de los militares cubanos. Cuba es una reconocida colaboradora de la administración norteamericana en relación con el combate al narcotráfico y la llamada seguridad contra el terrorismo.


 


¿Nada por aquí, nada por allá?


 


¿Mucha cáscara y pocas nueces -en la pauta de vociferar en exceso pero usar un garrote corto- como, dicen, que ocurre con el muro en la frontera con México, prometido por Trump? No se debe pasar por alto, sin embargo, que en esta ocasión Trump (como también lo hizo Obama) vuelve a recurrir al decreto ejecutivo -o sea a pasar por encima del Congreso, en una línea de poder personal. Estados Unidos desarrolla operaciones militares en Siria sin contar con una autorización del Congreso y acaba de derribar un avión militar sirio que estaba operando en su propio país. Las sanciones contra Cuba siguen, además, la pauta empleada contra otros Estados, que es forzar negociaciones favorables al imperialismo norteamericano mediante la coacción. Acaba de incrementar las sanciones contra Rusia, incluidas las corporaciones de gas de Europa que se encuentran asociadas a las rusas.


 


El contexto adecuado para caracterizar la acción de Trump contra Cuba es, en primer lugar, que la Isla sigue afectada por el bloqueo norteamericano, que Obama nunca levantó. El bloqueo es, por definición, una acción coactiva; las ‘sanciones' de Trump son un aval, que casi nadie ha advertido, de los republicanos y gusanos de Miami a los acuerdos de Obama y Raúl Castro. Cuando Obama reconoció el fracaso de medio siglo de bloqueo, no dijo que los objetivos norteamericanos hubieran cambiado -sólo se refirió al método. El otro aspecto es que las facilidades de negocios establecidas por esos acuerdos han fracasado en reactivar la economía de Cuba o simplemente las transacciones internacionales. “Después de haber arrancado muy fuerte, informa Le Monde (16/6), las compañías norteamericanas habrían reducido sus vuelos a la Isla (…) el PDG de Air France expresó sus dudas sobre la ocupación de los aviones” -algo que, sin embargo, es desmentido “fuertemente” por el presidente de Corsair. Cuba, además, “otorga derechos de tráfico con parsimonia”. El diario francés señala también “que la insuficiencia hotelera podría frenar el flujo de turistas”. El turismo es la fuente principal de ingresos internacionales de Cuba. La crisis de inversiones en Cuba es la palanca principal de presión a disposición del capital internacional y sus diversos Estados sobre la isla.


 


La oportunidad elegida por Trump para su diatriba anticubana guarda relación con la crisis en Venezuela. La entrega de petróleo a Cuba, a precios subsidiados, ha perdido regularidad y podría cesar en caso de un desenlace político favorable a la derecha en Caracas. La caída del precio internacional del petróleo ha atenuado el impacto sobre el déficit energético cubano, pero no lo ha suprimido. Maduro, el presidente de facto de Venezuela, prometió renunciar ante la Asamblea Constituyente digitada por la camarilla oficial que la convocó, lo cual dejaría abierta la posibilidad para organizar una ‘transición' de destino incierto, en especial para Cuba.


 


En conclusión: las ofensivas imperialistas no son ya como las de antes; ahora se desarrollan en un marco de crisis capitalista mundial y de inestabilidad de los regímenes políticos. Por eso son más agresivas -como la guerra en Asia o la exacerbación de los boicots y guerras comerciales, pero al mismo tiempo menos sólidas o consecuentes. Que Trump parezca decidido a encender la mecha en un continente en estado de explosión potencial y a envolver a Cuba en el remolino, atemoriza a numerosos sectores del ‘establishment' yanqui e internacional. Puerto Rico, la menor de las Antillas, colonia de Estados Unidos, se encuentra en un defol insoluble y en una crisis de régimen político. Todo el Caribe es una olla a presión.


 


Es necesario poner la crisis en curso en una perspectiva latinoamericana y mundial.