Trump y las burguesías árabes hacen negocios mientras Israel destruye Gaza

La gira del presidente norteamericano por Medio Oriente.

Trump, junto al jeque qatarí Tamim bin Hamad al-Thani

La gira de esta semana del presidente norteamericano Donald Trump por Medio Oriente (Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes Unidos) se produjo en paralelo a una intensificación de los bombardeos israelíes en la Franja de Gaza, que dejaron más de 100 muertos el jueves 15, en un nuevo aniversario del Día de la Nakba (que conmemora la expulsión de cientos de miles de palestinos de sus tierras en 1948 para la formación del Estado de Israel).

La operación genocida iniciada en octubre de 2023 por Israel, con el apoyo explícito de Estados Unidos, no fue obstáculo para que los gobiernos árabes recibieran con todos los honores al magnate estadounidense y a una comitiva de grandes empresarios (entre ellos, Elon Musk), con los que sellaron fabulosos negociados y acuerdos políticos. Es otro golpe artero contra el pueblo palestino.

En Arabia Saudita, primer punto de su visita, Trump se llevó un compromiso de inversiones por 600 mil millones de dólares en las áreas de energía, minería y defensa, que incluye un acuerdo de venta de armas a Riad, ya firmado, por 140 mil millones. En Qatar, el jeque Tamim bin Hamad al-Thani suscribió con el titular de la Casa Blanca un convenio para comprar alrededor de 200 aeronaves, por cerca de 100 mil millones de dólares. “Es el mayor pedido de aviones en la historia de Boeing”, se regocijó Trump. Además, Doha se comprometió a invertir 38 mil millones de dólares en refacciones en la base de Al-Udeid, donde hay 8 mil soldados norteamericanos desplegados. El proyecto favorece a las mismas contratistas de defensa yanquis que se benefician vendiendo armas al Estado sionista. En el colmo de los colmos, la diplomacia qatarí ofreció como regalo-soborno a su huésped un avión Boeing 747-8, que el magnate quiere aceptar, a pesar de todas las advertencias políticas y morales. Finalmente, el estadounidense abrochó su gira con un pacto con los Emiratos para la construcción de un centro de inteligencia artificial en esa nación de Medio Oriente y un anuncio de inversiones hidrocarburíferas emiratíes en Estados Unidos.

Siria

Más allá del aspecto económico, Trump aprovechó su gira para anunciar, desde Arabia Saudita, un levantamiento de las sanciones norteamericanas contra Siria, aplicadas contra el régimen ya depuesto de Bashar Al-Assad. Turquía y Arabia Saudita, soportes del nuevo gobierno de Ahmad al-Sharaa, impulsaron al magnate a avanzar en esa dirección, asegurándole que el nuevo gobierno sirio implica un revés para Irán en la región.

En la misma senda que Trump está la Unión Europea, que también examina una flexibilización de las sanciones. El presidente galo Emmanuel Macron recibió este mes en París al nuevo presidente sirio, que ha mutado, en la visión interesada de los gobiernos imperialistas, de “terrorista yihadista” a pacificador y estadista.

El imperialismo asegura que al-Sharaa (antiguo líder de al Nusra, la rama de Al Qaeda en Siria, hasta romper con esa red en 2017 y formar Hayat Tahrir al-Sham -HTS) se ha reconvertido, omitiendo que en marzo fuerzas leales al gobierno masacraron a casi mil civiles alauitas, tras una serie de choques armados con grupos pro-Al Assad. El nuevo gobierno sirio también liquidó a un centenar de miembros de la minoría drusa, en el marco de una puja para que sus milicias –y otras semejantes- entreguen las armas y reconstruir un ejército regular. Las Fuerzas Democráticas Sirias, de origen kurdo, habrían aceptado esa integración.

La normalización de vínculos diplomáticos y el levantamiento de sanciones permitiría avanzar en el millonario negociado de la reconstrucción de un país en ruinas por más de diez años de guerra civil. Entre los reclamos que Trump hizo a Damasco figura que asuma el control de una docena de penales en que hay cerca de 9 mil presos del Estado Islámico, cárceles que en la actualidad están bajo administración de las fuerzas kurdas. Y, más importante aún, que el nuevo gobierno sirio reconozca a Israel, un modo de reimpulsar los acuerdos de Abraham, que en su momento llevaron al reconocimiento del Estado sionista por parte de los Emiratos, Marruecos y Bahrein.

¿Trump vs. Netanyahu?

La gira de Trump, que evitó Israel, dio lugar a muchas especulaciones acerca de un deterioro de la relación entre la Casa Blanca y Tel Aviv. Hasta aquí, más allá del cerrado respaldo a la operación genocida, Trump fue dando distintas volteretas en relación a Gaza: antes de asumir, presionó para que Netanyahu firmara el cese al fuego con Hamas, dado que quería iniciar la presidencia sin estar condicionado por ningún conflicto. Pocas semanas después, él mismo dinamitó el cese al fuego con un ultimátum para la liberación de los rehenes, que contravenía todo lo acordado en enero, y su infame planteo de expulsar a los gazatíes de su territorio para edificar en su lugar un complejo turístico de lujo. En una nueva voltereta, Trump habilitó un canal de negociaciones directo con Hamas, que posibilitó, en vísperas de la gira, la liberación del último rehén estadounidense, Edan Alexander, que es al mismo tiempo un soldado israelí.

El deterioro de los vínculos con Netanyahu obedecería, principalmente, a tres razones: 1) La apertura de negociaciones entre la Casa Blanca e Irán, a las que Tel Aviv se opone; 2) Un acuerdo de principios de mayo entre Estados Unidos y los hutíes, al margen de Israel, por el que la Casa Blanca se compromete a cesar los bombardeos contra Yemen, a cambio de que la milicia, solidaria con la causa palestina, deje de atacar los buques mercantes yanquis en el Mar Rojo; 3) El fin de las sanciones contra Siria.

Las tratativas entre Estados Unidos e Irán tienen como jugadores al enviado norteamericano, Steve Witkoff, y la cancillería persa. Washington enarbola los reclamos clásicos del imperialismo: cese del programa nuclear y del apoyo a Hezbollah, que es un modo de exigir a Teherán que renuncie a su influencia regional. Para Irán, resulta vital el levantamiento de las sanciones financieras.  De cualquier manera, el “pacificador” Trump advierte que, en caso de un fracaso en las negociaciones, podría iniciar un ataque que incluya las propias centrales nucleares persas.

En el caso de Yemen, mientras la Casa Blanca parece haber llegado a un acuerdo por cuenta propia con los hutíes, estos siguen lanzando misiles contra Israel. Tel Aviv, a su vez, ataca objetivos yemenitas.

En lo que respecta a Siria, Netanyahu sería contrario al levantamiento de las sanciones. Tel Aviv aprovechó el revuelo generado por la caída de Al Assad en 2024 para ampliar su presencia militar en el sur de Siria, en la zona de los Altos del Golán, ocupados desde 1967. A su vez, ha lanzado cerca de 750 ataques aéreos (La Nación, 15/5) desde entonces contra este país, incluyendo las inmediaciones de la residencia presidencial, poniendo como pretexto una defensa de la minoría drusa. Si bien existen, según los medios, canales de negociación informal entre Tel Aviv y el nuevo gobierno sirio, los apetitos sionistas generan un choque de intereses.

Lo que las inesperadas tensiones entre Netanyahu y Trump ponen de relieve es que el MAGA (Make America Great Again) que propulsa el magnate implica una defensa pragmática y desembozada de los intereses del imperialismo yanqui, aun a expensas de tensiones con sus aliados tradicionales, en un intento de revertir su retroceso. No tiene ningún aspecto pacificador, a punto tal que Trump volvió a reivindicar el plan de expulsión de los gazatíes durante esta gira por Medio Oriente.

No al genocidio

El acercamiento de las burguesías árabes y Estados Unidos se inscribe en la tentativa más general de estas burguesías por imponer una salida reaccionaria en Gaza. Aprovechando la situación dramática que vive el pueblo palestino, Egipto encabeza una propuesta de reconstrucción del enclave en que el desembolso de los fondos estaría condicionado a la formación de un gobierno tecnocrático afín en el enclave costero (salida del poder de Hamas mediante), lo que a su vez se presenta como una alternativa supuestamente más benigna al plan de expulsión trumpista y al nuevo plan de anexión de Netanyahu. La Autoridad Palestina, cabe decir, apoya la postura egipcia.

Frente a esta orientación de las burguesías árabes, es necesario contraponer el apoyo incondicional a la lucha del pueblo palestino contra la opresión sionista. No al genocidio. Fuera las tropas sionistas de Gaza, Líbano y Siria. No a los ataques contra Yemen. Fuera el imperialismo de Medio Oriente. Por una Palestina única, laica y socialista, como parte de una federación socialista de pueblos de la región.

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