Turquía hace sonar tambores de guerra sobre Libia

En medio de las tensiones en Medio Oriente se acentúa la lucha por el control del petróleo

El gobierno de Turquía firmó con uno de los gobiernos de Libia un acuerdo para establecer una zona económica marítima exclusiva en común. La punta de la frontera marítima de Libia se toca con la punta de la frontera del mar de Turquía. La zona común corta, de hecho, una zona entera del Mar Mediterráneo. El objetivo de esta zona común es el de habilitar “legalmente” la explotación marítima de hidrocarburos. Los informes geológicos hablan de algo verdaderamente importante.


Libia descuartizada por la guerra imperialista


En el 2011 -en el marco de la crisis de las rebeliones árabes- se desarrolló una fuerte guerra imperialista contra Libia. La caída del gobierno de Muamar Gadafi  -quien luego fuera asesinado- a manos de las potencias imperialistas hizo desaparecer del mapa político, como nación, al país. Su territorio quedó dividido en varios sectores, cada uno de los cuales es apoyado por alguna potencia imperialista. El objetivo de la intervención fue colocar la explotación petrolera, y sus fuertes reservas, bajo el control directo de las potencias imperialistas.


Nueve años después, tenemos dos gobiernos: el que maneja el oriente con gran riqueza petrolera, con capital en Tobruk, dirigido por un “señor de la guerra”, Jalifa Haftar; y el que controla la capital oficial (Trípoli), dirigido por el primer ministro Fayez al Sarraj. Con Haftar están Francia, Rusia, Egipto, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes; mientras que con Sarraj se alinean Italia, Qatar y… Turquía. Cada uno de estos gobiernos títeres recibe en forma clandestina armamentos para sostener la guerra civil contra el otro.


Tanto Francia como Italia no tienen producción petrolera en sus propios países: Total S.A. (francesa) y ENI (italiana), son empresas imperialistas que explotan el petrolero de los países semicoloniales. Libia es uno de sus terrenos privilegiados de superexplotación. Hay que considerar que, a pesar de la guerra civil que en forma intermitente mantienen, existe un acuerdo para que cada uno pueda exportar sin problemas el petróleo que produce en la región bajo su dominio. Las potencias imperialistas aprovechan esta situación para comprar un petróleo barato y venderlo caro a las refinerías de las metrópolis.


"Es necesario dejar la industria energética al margen de los conflictos políticos y militares", afirmó Mustafa Sanalla, director de la Corporación de Petróleo y Gas de Libia. "Las compañías europeas y estadounidenses compran petróleo con un gran descuento. Si el precio medio en el mercado mundial es de 60 dólares por barril, las autoridades libias en condiciones de inestabilidad se complacen en venderlo por 30 dólares por barril", agregó.


Trump tiene un pie puesto en cada bando, y está negociando “una política de inversiones” para retomar la producción al nivel que tenía bajo Kadafi –la cual cayó un 60%-, lo que serviría para una mayor penetración yanqui.


Choque intercapitalista en el Mediterráneo


La zona exclusiva Libia-Turquía establece un acuerdo para empezar de inmediato a perforar y extraer hidrocarburos del Mar Mediterráneo. ¡Turquía ya ha comenzado a perforar!


Pero la zona exclusiva corta en dos ese sector marítimo e impide que se lleve adelante los planes de construir un gasoducto entre Israel, Chipre y Grecia, explotando en gran medida las mismas aguas del Mediterráneo. Esta semana el premier fascista de Israel, Benjamín Netanyahu, viajó a Atenas para firmar un acuerdo con el derechista gobierno griego de Kyriakos Mitsotakis y el presidente chipriota para sentar las bases de un emprendimiento petrolero común y la construcción de un gasoducto de casi 2.000 kilómetros de extensión, que llevaría el fluido desde el Mediterráneo oriental hacia el sur y centro de Europa. Desde ya que Israel se apropia de los hidrocarburos de la Franja de Gaza, vulnerando una vez más los derechos de los palestinos.


Turquía desconoce la soberanía marítima de las islas griegas (incluida Creta) y también de Chipre, que desde la guerra que se libró en los 70, entre Grecia y Turquía, ésta dividida en dos -el norte con un gobierno proturco.


Tambores de guerra


El pacto entre Erdogan (Turquía) y Sarraj, implica también el apoyo militar directo de Turquía. Esta semana el parlamento turco voto darle poderes a Erdogan para que disponga el apoyo militar con armas y hombres al gobierno de Trípoli; cosa que ya se ésta concretando. El gobierno de Tobruk, por su parte, recibe hombres y armas de Rusia a través de la frontera egipcia.


Grecia ha apelado a las Naciones Unidas por la creación de la zona marítima exclusiva libio-turca. El choque entre Erdogan y el presidente de Francia, Macrón, acaecido un mes atrás, tiene que ser inscripto, también, en este vuelco militar de Turquía hacia el gobierno de Trípoli. Por otro lado, la aventura Libia es usada por Erdogan -al igual que la invasión del norte de Siria contra los pueblos kurdos- para retomar iniciativa que ha perdido con las dos derrotas electorales y la crisis económica galopante que ha tenido en 2019.


Medio Oriente es un polvorín de varias mechas. No solo el choque directo en Irak entre EEUU e Irán; o los choques en Siria; o la guerra del Yemen; o la opresión sionista sobre Palestina; la “tranquila” Libia, sometida al descuartizamiento imperialista, provoca ahora la formación de bloques enfrentados.


El trasfondo de esto es la crisis capitalista profundiza la recesión económica y achica mercados, planteando una lucha a muerte por parte de las potencias capitalistas para abrir nuevos nichos. Ya Lenin, a principios del siglo XX, en su libro “El imperialismo, fase superior del capitalismo” reseñó la tendencia de los imperialismos a monopolizar las fuentes de materias primas en los países atrasados. Si no las usan, porque tienen sobreproducción, se trata de impedir que otros imperialismos rivales las puedan usar.


A las guerras imperialistas, que se originan en la crisis del capitalismo, debemos oponerle la revolución para impedir que el mundo entre en la barbarie.