Turquia: La derrota de Erdogan


Las elecciones en Turquía han representado una gran derrota del partido gobernante, Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), el cual perdió la mayoría parlamentaria. A la vez, el Partido Democrático Popular (HDP), una coalición progresista, que durante mucho tiempo actuó como vocero del PKK, el Partido de Trabajadores del Kurdistán, perforaba el piso de proscripción del 10% de los votos y entraba en bloque en el Congreso, con 79 diputados. Se trata de “un fin de ciclo”, al cabo de doce años de gobierno, cuando el AKP irrumpió como alternativa islamista, o sea clerical, contra el laicismo de origen militar, que había gobernado durante décadas, alternando gobiernos civiles y dictaduras militares sangrientas.


 


El partido oficial debe ahora gobernar por medio de una coalición, o sea componer con el chovinismo otomano laico. Fracasa la tentativa de suplantar el parlamentarismo por el bonapartismo, y para colmo pierde la mayoría parlamentaria. Este revés electoral tiene una carga política muy alta, debido a la crisis económica que atraviesa Turquía (una gran salida de capitales), pero, por sobre todo, a su injerencia en la guerra civil de Siria, donde interviene mediante un respaldo a Isis, la organización fascista islámica. Para la Otan, de la cual Turquía es miembro, representa un cambio contradictorio, a partir del incremento de las relaciones de Erdogan con Rusia y con China, y de la ruptura de facto de Turquía con el estado sionista.


 


 


Ascenso del centroizquierda


 


El HDP se encontraba ya en el parlamento, a través de candidaturas individuales; ahora se refuerza con un ingreso en bloque. Dominado por el PKK, el partido kurdo proscripto en Turquía, ha cambiado, según Le Monde, de fisonomía, con la incorporación de sectores nuevos, al punto que el diario francés lo caracteriza ahora “como el único partido de aspecto europeo”. En cierto modo, esta reconfiguración del HDP se corresponde con la tendencia oficial de la burguesía turca a llegar a un entendimiento con el movimiento nacional kurdo, incluido un acuerdo con el gobierno del Kurdistán iraquí, cuyo petróleo fluye hacia Turquía. El islamismo turco prevé que la región kurda acabe separándose de Irak, para lo cual necesita que el gobierno de esta contribuya a neutralizar al nacionalismo kurdo dentro de Turquía.


 


El presidente Erdogan ha venido negociando directamente con el jefe encarcelado del PKK, Ocalan, lo cual es respaldado abiertamente por el HDP. En febrero se había firmado un acuerdo de paz entre Erdogan y el PKK por dos años; se deslizaba, incluso, la posibilidad de que el Estado turco reconociera a los kurdos como grupo étnico y comenzara a tratar la autonomía, a cambio del quórum necesario para avanzar en el proyecto presidencialista de Erdogan. Sin embargo, su intervención pro-Isis en Siria lo llevó a bloquear el ingreso de armas a la ciudad siria de Kobane, lo cual alienó a gran parte de los 15 millones de kurdos que habitan Turquía. Selahattin Demirtas, dirigente del HDP, impulsa el proceso de paz, y por primera vez se hicieron ver banderas turcas en los actos del HDP (Le  Monde, 9/6).


 


Para un número elevado de observadores, el avance espectacular del HDP constituye una réplica del “ascenso de la izquierda” -en línea con Syriza, Podemos o el IRA (Irlanda). El HDP ha recibido también el apoyo de sectores seculares, de izquierda, liberales, de diversas nacionalidades, ecologistas y activistas de minorías sexuales.


Sobre el cierre de la campaña, una bomba explotó en el acto de cierre de campaña del HDP en Diyarbakir, con el resultado de dos muertos y 100 heridos. Demirtas explicó que en los últimos años sufrieron más de 70 ataques de este estilo, sin que se investigase ninguno de ellos.


 


 


Clase obrera


 


El Partido Revolucionario de los Trabajadores (DIP), integrante de la CRCI, llamó a votar por el HDP. El DIP caracteriza al HDP como un partido de la emancipación nacional kurda, pero alerta contra las tendencias existentes en la coalición kurda a favor de un acuerdo con el gobierno turco.


 


La clase obrera, por su parte, viene protagonizando grandes combates contra la precariedad laboral en las minas -como Soma- que dejó cientos de mineros muertos, contra la ilegalización de las huelgas, contra la burocracia sindical en las más importantes plantas metalúrgicas del país. Ahora tiene la posibilidad de aprovechar el debilitamiento de la dictadura civil islámica del AKP.