Internacionales
27/2/2014|1303
Ucrania: cómo imponer la salida contrarrevolucionaria
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Tras tres meses de ocupación de la plaza Maidan, la principal de Kiev, los manifestantes le ganaron la pulseada al gobierno de Víctor Yanukovich. La caída de Yanukovich fue precedida por el frac aso de una tentativa de desalojar el espacio ‘manu militari’: el ejército se negó a intervenir y los servicios de seguridad se replegaron a sus guaridas. Mientras se desenvolvía este cuadro insurreccional, la Unión Europea (UE) y Rusia acordaban la formación de un gobierno de unión nacional y el llamado a elecciones para finales de año. “Es esto -había extorsionado a los ocupantes el canciller polaco que integraba la delegación de la UE- o la ley marcial”. No hubo caso. La ocupación de la plaza, que había comenzado en noviembre pasado, acabó desnudando su carácter fundamentalmente insurreccional.
En estas circunstancias, la oligarquía económica que controla Ucrania cambió a toda velocidad de bando y puso al desnudo una división que se había agudizado en los últimos años. La designación del nuevo primer ministro, hasta las elecciones que deberían tener lugar ahora el 25 de mayo, es disputada entre un magnate del chocolate y un ex funcionario del FMI, ligado a Julia Timoshenko, ex primera ministra liberada después de haber pasado más de dos años en prisión. La importancia de este cargo fugaz reside en que deberá hacerse cargo de un plan económico de urgencia para que la UE desembolse las primeras cuotas de un préstamo internacional para detener la bancarrota de Ucrania. Ucrania tiene una deuda externa que supera los 100 mil millones de dólares, cuando se le suman las garantías estatales a las deudas privadas. Sus reservas internacionales son inferiores a los 20 mil millones de dólares, virtualmente comprometidos en los pagos que deben hacerse este año. El derrocamiento de Yanukovich puso en el salón de espera un crédito de 15 mil millones de dólares ofrecido por Putin, del cual se ha desembolsado el 10 por ciento. Los funcionarios de la UE y del FMI dicen temer que la plata que pongan vaya a parar al bolsillo de los oligarcas. Exigen, antes de abrir la bolsa, que Ucrania elimine los subsidios a la energía, que equivalen a 40 mil millones de dólares, lo que simplemente convertiría a lo que ocurre ahora en un juego de niños.
Como conclusión de conjunto, es claro que la extraordinaria crisis que atraviesa Ucrania es otro episodio de la restauración capitalista vinculada con la disolución de la Unión Soviética. El régimen de oligarquía restauracionista, que establece su capital mediante el saqueo del viejo estado burocrático, no es más que una fase de transición. El destino final de todo este proceso es la captura del viejo espacio soviético por el capital internacional e incluso la disolución de Rusia.
La nueva fase de la crisis en Ucrania se desencadenó cuando Yanukovich incumplió su promesa de adherir a un tratado de libre comercio con la UE, como lo hacían Moldavia y Georgia en ese mismo momento. El tratado no ofrecía ningún rescate para la bancarrota ucraniana e imponía un ajuste catastrófico. Rusia intervino entonces para ofrecer a Ucrania un paquete de 15 mil millones de dólares entre préstamos y tarifas de gas subsidiadas. El ofrecimiento dividió a la oligarquía de Ucrania, e incluso a la camarilla de Yanukovich, conocida como ‘La Familia’, una parte de la cual ya había aceptado en principio una salida a la bancarrota por la vía de una alianza con la UE. Aunque el tratado con la UE fue presentado como un paso hacia la integración de Ucrania en la UE, la verdad es exactamente la opuesta: la UE ratificó su oposición a integrar a Ucrania e insistió en la necesidad de que el país abriera su mercado a las mercancías y capitales de la UE. Incluso ahora, después del derrocamiento de Yanukovich, la jefa de la diplomacia de la UE, Catherine Ashton, ratificó que una ayuda financiera a Ucrania estaba condicionada a la ejecución de las conocidas ‘reformas económicas’. Los acontecimientos brutales que atraviesan a Ucrania, de nuevo, son la expresión de una implacable dinámica de restauración capitalista, que apunta más allá de Ucrania, hacia el completo dominio de los ex estados burocráticos por parte del capital financiero internacional.
Los manifestantes ocuparon la plaza durante un invierno con temperaturas que llegaban a los 40 grados bajo cero, en primer lugar bajo la presión del derrumbe económico y de la estafa y la arbitrariedad del aparato estatal. Junto a esto opera la ilusión, en la pequeña burguesía y los estratos superiores de la clase obrera, no solamente de Ucrania, de que la UE es la única salida a este impasse mortal. Este espejismo ha llevado, en el caso de los países bálticos, a pagar con tasas de desocupación del 35% el precio de la integración a la UE y al euro. En Bosnia, la ilusión se ha trocado en decepción y provocado un gigantesco levantamiento popular a partir del vaciamiento de las empresas que fueron privatizadas por la restauración capitalista.
La caída de Yanukovich tuvo lugar después de que fracasaran los acuerdos que intentaron orquestar el gobierno y la oposición, o sea la UE y Rusia, con el objetivo primordial de desalojar la plaza Maidan y dar paso a los arreglos de trastienda. Los sucesivos compromisos naufragaron en el lapso de horas. En declaraciones a la BBC, los manifestantes afirmaron: “Nos aferramos a la plaza hasta que todas nuestras demandas se alcancen”. En este contexto, el jefe del Estado Mayor, Vladimir Samánov, se negó a que el ejército tomara el relevo de la represión a la policía: temía provocar la desintegración de las fuerzas armadas e incluso la del país. Samánov acaba de ser elegido ministro de Defensa. En los últimos días de esta crisis, se habían comenzado a ventilar propuestas para convertir a Ucrania en una federación, con zonas de influencia para Rusia y para la UE. Incluso en el momento más agudo de la crisis, cuando la supervivencia del gobierno pro ruso ya era cosa del pasado, la alemana Merkel y el ruso Putin no dejaron de negociar alternativas comunes: ahora Merkel pretende que Putin participe del rescate financiero de Ucrania con la UE. Es claro que se asiste al desplazamiento de un régimen contrarrevolucionario por fuerzas sociales y políticas, como el imperialismo mundial, que son los baluartes de la contrarrevolución. Esto, sin embargo, procede a través de una conmoción social gigantesca, que promete, no ya nuevos episodios, sino giros brutales, apenas se vislumbre para las grandes masas el alcance del ajuste que se prepara contra ellas.
En las negociaciones malogradas con el presidente depuesto, el FMI exigió un aumento del 40 por ciento del gas, el congelamiento de salarios y despidos de empleados públicos. La llamada apertura comercial tiene por objetivo, asimismo, allanar el camino a la penetración industrial y económica de Occidente. Una fracción de la oligarquía ya ha decidido que no tiene otra alternativa que convertirse en socia secundaria del capital internacional. Ucrania necesita una asistencia financiera incluso para que se puedan realizar las próximas elecciones, al menos según el presidente de la Comisión Electoral. Asistimos a un proceso que, lejos de haber concluido, se ha transformado en un factor de agravamiento de la crisis capitalista mundial; la Unión Europea ya no puede colonizar a Ucrania incorporándola a la zona euro, sino tratándola como colonia en la periferia.
La comprensión del proceso político en curso, por parte las masas de trabajadores ucranianas, determinará, en un plazo mediano, si las protestas en Maidan podrán volverse contra sus manipuladores políticos. Por ahora, las cosas son como están.