Ucrania y el peligro de una guerra mundial

Ofensiva rusa en el este y escalada de la Otan

La guerra ha recrudecido

En los últimos días asistimos a un recrudecimiento de la guerra, luego del fracaso del plan original que era adueñarse, a través de una operación relámpago, de Ucrania. El Kremlin ha optado por concentrar sus operaciones en el este y sur de Ucrania. El nombramiento del general Alexandre Dvornikov como nuevo comandante augura nuevas atrocidades, pues este militar es conocido por su accionar en Chechenia, donde apeló al método de bombardeos masivos e indiscriminados que terminaron destruyendo prácticamente Grozny, la capital de ese país y haciendo estragos en la población. En esta semana se ha conocido la noticia del bombardeo a la estación de ferrocarril de Kramatorsk.

Mariupol -una ciudad estratégica ubicada al sur de Ucrania que le permitiría a Moscú establecer un corredor entre el este y el sur del país hasta Crimea- habría caído en manos de las tropas rusas.

Este nuevo capítulo de la guerra se da en el marco de un empantanamiento de las negociaciones. Las fórmulas para un entendimiento contemplaban el no ingreso de Ucrania a la Otan y abrir un curso de conversaciones donde se debería determinar el status de Crimea y de las provincias del este ucraniano, fronterizas con Rusia. Pero la garantía que reclama el lado ucraniano es que el acuerdo debería ser monitoreado y garantizado por Estados Unidos y otros países occidentales, lo cual es inaceptable para Moscú, ya que implicaría legitimar el ingreso de la Otan en territorio ucraniano en nombre y con el pretexto del incumplimiento de lo acordado.

Este empantanamiento no obedece exclusivamente a la negativa rusa, como lo pintan los grandes medios de comunicación, sino que la intransigencia mayor y en forma creciente proviene de la vereda opuesta.

El avance ruso en el este no nos puede hacer perder de vista la escalada de la Otan que está creciendo a un ritmo vertiginoso. Al constatar las grietas y debilidades del poderío militar ruso, que se verificaron en las primera semanas de guerra, las potencias imperialistas, y en particular Washington, apostaron a favor de una intensificación de las hostilidades. Apuntan a infringirle un revés al Kremlin en el campo militar, provocar una crisis política y abrir paso a un cambio de régimen en Rusia. Estratégicamente, la ambición del imperialismo es colocar bajo su tutela directa al ex espacio soviético -incluido Rusia-, de modo de completar el proceso de colonización que viene llevando adelante.

Este giro de la política de Occidente puede medirse por el hecho de que en las últimas semanas Ucrania viene siendo armada hasta los dientes.

“La decisión de Eslovaquia de entregarle una unidad de defensa antiaérea S-300 de la era soviética a Ucrania, un paso realizado con la aprobación de Estados Unidos, representa una nueva etapa de la guerra”, escribió el New York Times. La “unidad de defensa” de hecho es un sistema de tierra-aire que se utilizaría para derribar aviones rusos (WSWS, 12/4).

Gran Bretaña también se comprometió a enviar 120 vehículos acorazados y un sistema de misiles antibuques a Ucrania, además de 130 millones de dólares en armas adicionales prometidas por el primer ministro británico Boris Johnson el viernes. Las armas antibuques le permitirán al ejército ucraniano atacar directamente los buques de guerra rusos frente a las costas ucranianas en el Mar Negro. El anuncio se produjo cuando Johnson realizó un viaje no anunciado a Kiev, el sábado, para declarar su apoyo ilimitado al gobierno ucraniano (ídem).

En el alto mando del Pentágono se está barajando, pese a los reparos de la Casa Blanca, de la necesidad de proporcionar armamento que permita incursionar a Ucrania en territorio ruso. Algunos expertos dicen que causar daños a los campos aéreos militares de Rusia mejorarían las posibilidades de Ucrania de resistir a una nueva ofensiva (ídem).

El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, que participó en la cumbre de la Otan, se comprometió a proporcionar ‘nuevos sistemas’ a Ucrania, y añadió: “No vamos a dejar que nada se interponga en el camino de conseguir para los ucranianos lo que necesiten… En este momento estamos mirando todo el tablero, no solo lo que hemos proporcionado”.

La intensificación y extensión de la guerra, que la Otan alienta, aumenta la amenaza de una conflagración bélica mundial. El armamento de Ucrania en el ritmo ascendente que se viene dando puede llevar a Moscú a tomar represalias. Con más razón, una incursión en territorio ruso, que puede llevar al Kremlin a acelerar una respuesta de mayor envergadura, incluido armas químicas, biológicas o químicas.

No olvidemos que una de las primeras resoluciones del viaje de Biden a Europa ha sido duplicar y llevar a 100.000 hombres las tropas de la Otan acantonadas en Europa del Este a lo largo de la frontera con Rusia.

Junto con el avance militar se están reforzando las sanciones económicas. La Unión Europea se comprometió a interrumpir las importaciones de petróleo y gas. Esto se combinó con una escalada diplomática con la exclusión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

Rivalidades y divisiones

El gobierno de Biden abriga la expectativa de devolverle a Estados Unidos el liderazgo en Occidente, que está en crisis y declinación y, por añadidura, remontar la situación de su propio gobierno, que viene a los tumbos en el plano nacional e internacional.

Pero por más euforia que se viva en Washington, la intervención en Ucrania no implica un retorno al estadio anterior de las relaciones internacionales. La cruzada en Ucrania, que ha revitalizado la Otan, que se encontraba relativamente fosilizada, está lejos de superar las rivalidades interimperialistas y, de un modo general, el alineamiento que ansía la Casa Blanca. Por lo pronto, hay fuertes resistencias, en los países europeos, empezando por Alemania, a cerrar las importaciones rusas. Las potencias europeas miran con recelo los planes norteamericanos, que pretende reforzar su injerencia y presencia en el continente. El salto armamentista que se está verificando en Europa y, en primer lugar en Alemania, que ha decidido aumentar significativamente el presupuesto militar, en un hecho sin precedentes desde el fin de la Segunda Guerra, no solo apunta contra Moscú sino contra Washington. No olvidemos que dentro de la Unión Europea se viene discutiendo la necesidad de una fuerza autónoma al margen de la Otan.

Por otra parte, hay un conjunto de naciones que no acompañan las sanciones económicas. El imperialismo no logró arrastrar en sus sanciones a numerosos países, entre ellos compradores importantes de materias primas de Rusia, como la India. O dentro de la Otan misma, como es el caso de Hungría, que ha anunciado que mantendrá su comercio con la Rusia de Putin. Ni siquiera fueron acompañadas por Israel, una pieza fundamental del imperialismo yanqui en Medio Oriente -aunque en este momento los opone la cuestión del acuerdo nuclear con Irán-, lo que responde al rol que juega Rusia en Medio Oriente y específicamente en Siria, quien permite a Israel ejecutar operaciones militares específicas dentro de Siria para contrarrestar la amenaza de Hezbolá.

Contra China

La escalada contra Rusia es un tiro por elevación contra China. Pese a todas sus contradicciones, el imperialismo no se priva de utilizar la guerra de Ucrania para abrir paso a un salto en las presiones y la ofensiva contra Pekín.

La reciente reunión de ministros de Asuntos Exteriores, celebrada en Bruselas para tratar la guerra, no estuvo exenta de condenas belicosas a China y promesas de ampliar la presencia de la Otan en la región del Indo-Pacífico.

Japón y Corea del Sur, aliados de Estados Unidos en el Indo-Pacífico, fueron invitados a la reunión de ministros de Asuntos Exteriores por primera vez. A ellos se unieron Australia y Nueva Zelanda, ambos socios de las últimas alianzas militares que se vienen de conformar en el continente asiático, liderada por Estados Unidos.

La presión que viene ejerciendo Washington contra el régimen chino es brutal, bajo la amenaza de aplicar sanciones económicas mientras aumenta la escalada militar. Para eso, se vale de la colaboración de algunas naciones de la región.

El secretario de la Otan, quien mantuvo una reunión a puerta cerrada con el ministro de Relaciones Exteriores de Australia, declaró que la Otan había acordado apoyar a otros socios regionales bajo presión e intensificar la cooperación con los aliados de Asia-Pacífico.

China sigue manteniendo una ambigüedad. No ha condenado, pero tampoco respaldado la invasión rusa ni proporcionado una ayuda militar, ni transgredido las represalias económicas que se han dispuesto. Las empresas chinas temen que se repita las sanciones contra Huawei, que fue acusada de romper el bloqueo dispuesto en su momento contra Irán.

La Casa Blanca viene alentando el separatismo de la isla, desconociendo los acuerdos firmados por el propio Estados Unidos del reconocimiento de una sola China y, por lo tanto, a Taiwán como parte de dicha nación.

Conclusiones

La perspectiva que se abre es una intensificación y extensión de la guerra, lo cual, a su tuno, abre las puertas a una generalización del enfrentamiento bélico. El fantasma de una guerra mundial aparece en el horizonte como una amenaza al conjunto de la humanidad. Entretanto, los efectos de la guerra se están sintiendo sobre el conjunto del planeta con la disparada de los precios de los combustibles y alimentos, que están provocando una nueva catástrofe, cuando todavía no se han cerrado las consecuencias de la pandemia. Esto pone más en el orden del día una acción común internacional de los trabajadores para enfrentar y poner fin a la guerra, a la barbarie capitalista y sus responsables. En este marco, es necesario oponerle a la guerra fratricida la unidad de los trabajadores ucranianos y rusos contra el Kremlin y Otan, y por una Ucrania unida y socialista, donde se privilegie los intereses y necesidades sociales de la población laboriosa, así como la batalla estratégica de la unidad socialista de Europa, incluyendo Rusia.