Un agente de la CIA, primer ministro

La "pacificación" agrava la crisis mundial

Ya se conoce el nombre del primer ministro que encabezará el supuesto “gobierno soberano” de Irak. El “elegido” es Iyad Allawi, shiíta y jefe del Congreso Nacional Iraquí. Es un ex integrante de los servicios de inteligencia de Saddam; cuando pasó a la oposición, conservó sus contactos con los mandos militares (impulsó un golpe militar en 1996). Desde entonces está en la nómina de la CIA, que financió su regreso a Irak junto con las tropas ocupantes y lo puso en el actual Consejo de Gobierno. Entre sus amigos no se cuenta, por cierto, el pueblo iraquí: en el levantamiento de la ciudad de Baiji, cerca de Bagdad, la muchedumbre incendió las oficinas de su partido, identificado por el pueblo como títere de los norteamericanos.


Dentro del Consejo de Gobierno, sin embargo, Allawi se destacó por criticar la disolución del ejército de Saddam y la purga del Baath (el partido de éste); al mismo tiempo, fue uno de los impulsores del acuerdo que puso fin al sitio de la ciudad de Fallujah mediante la entrega del control de la ciudad a una milicia encabezada por un ex general de Saddam.


Junto con el nombre de Allawi, trascendió el de algunos de sus ministros: los dirigentes kurdos que apoyan la ocupación obtendrían dos carteras claves (Defensa y Relaciones Exteriores) y los sunnitas obtendrían la de Interior.


Todo parece indicar que los norteamericanos lograron establecer un acuerdo con las direcciones kurdas y los restos del Baath para gobernar Irak. El ayatollah Al Sistani, shiíta, la principal autoridad religiosa iraquí, también anunció su apoyo al nuevo primer ministro. Tanto o más importante, el Consejo de los ayatollahs emitió una declaración acusaron de “asesino” y “terrorista” a Al Sadr, el clérigo que encabezó la rebelión de Najaf. Inmediatamente, los marines rompieron la tregua establecida en esa ciudad para perseguir y exterminar a los milicianos.


Golpe de Estado


La designación de Allawi fue calificada por The New York Times como “un golpe de Estado del (actual) Consejo de Gobierno y (el virrey) Bremmer contra la ONU”. Efectivamente, Allawi fue designado sin participación ni conocimiento del enviado de la ONU, Lakhdar Brahimi. El propio Brahimi reconoció que Allawi no se encontraba entre sus “candidatos” a ocupar el puesto.


Con la designación unilateral de un agente de la CIA al frente del “gobierno soberano”, Bush patea el tablero de las negociaciones en la ONU, apenas una semana después de haber presentado un “proyecto de resolución” que reclamaba el respaldo del Consejo de Seguridad para el nuevo gobierno. La presentación de la resolución había sido ampliamente saludada porque, decían, representaba “un paso en la dirección correcta”. Con la designación de Allawi, Bush hunde toda ilusión de un “entendimiento” y se juega a utilizar a fondo la debilidad de sus oponentes. Por eso, los diplomáticos norteamericanos anunciaron que no “reescribirán” la resolución.


Los aliados, en la palmera


La “solución norteamericana” plantea un agravamiento de los choques entre las grandes potencias. Pone, además, en aprietos al italiano Berlusconi y al inglés Blair, que esperaban zafar con una participación de la ONU.


Tanto uno como otro enfrentan gruesas crisis políticas como consecuencia de su participación en la guerra.


“Entre los hombres de Silvio (Berlusconi) crece el miedo a perder (las próximas elecciones europeas)”, dice el Corriere della Sera (27/5). Una derrota electoral abultada, que las encuestas anticipan, podría llevar a la caída del gobierno.


En Gran Bretaña, por su parte, “existe el temor entre los dirigentes laboristas de que en muchas zonas el partido pueda quedar en tercer lugar en las elecciones del 10 de junio” (New Statesman, 28/5). Son muchos, en el propio laborismo, los que piden que Blair renuncie para no hundir al partido.


La “pacificación” norteamericana de Irak agrava la crisis política internacional.