Internacionales
21/9/2000|681
Un llamado a la acción
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El mito de la llamada “marcha irresistible de la globalización” del capital ha explotado. Ahora los desórdenes financieros mundiales que siguieron al crash de Asia en 1997, a la cesación de pagos de Rusia en 1998 y a la crisis de América Latina, así como a los temblores en la mayor “burbuja económica” del mundo, en Estados Unidos, demuestran que la globalización de los mercados financieros de las últimas dos décadas no abrió ninguna nueva etapa triunfante del capitalismo ni tampoco una salida de largo plazo a su crisis mundial.
La muy publicitada “globalización” es la globalización de la crisis del capital; es la globalización de la catástrofe social para el trabajo asalariado; es la globalización de la miseria para los pueblos de Oriente y del Sur, así como también para los trabajadores en Occidente y en el Hemisferio Norte; es la globalización de la devastación de todas las formas de vida en este planeta. Pero al mismo tiempo ha generado sus propios enterradores: la globalización de la resistencia social de masas, la cual, ahora, puede y debe ser transformada en una contraofensiva global de todos los explotados, oprimidos, de los socialmente excluidos y humillados del mundo, contra el sistema de los patrones, por la emancipación humana universal y el socialismo mundial.
De Seattle a Buenos Aires, de Washington y Milán a Atenas, Okinawa y Praga, miles de personas se movilizan no sólo contra un sector local o nacional del capital sino directamente contra las instituciones económicas y político-militares del capital global, la Organización Mundial del Comercio, el FMI/Banco Mundial, el Nafta, la Unión Europea, la Otan.
El año pasado la confrontación fue en Seattle, en el centro norteamericano del capitalismo mundial. Ahora se ha movido a Praga, en el centro de Europa. Por primera vez desde la caída de los regímenes burocráticos del llamado “socialismo realmente existente”, donde el colapso de la Unión Soviética y el vuelco hacia la restauración del capitalismo, el FMI y el Banco Mundial realizan su “cumbre” en la capital de un ex país socialista. Por sí mismo, este acontecimiento es significativo. Los más poderosos círculos del capital mundial reconocen, especialmente después de la cesación de pagos de Rusia, de una década de desastrosos esfuerzos para re-absorber en el mercado mundial el vasto espacio donde con anterioridad el capital había sido expropiado, desde Praga hasta Vladivostok, condujo a una peligrosa impasse. Todavía no ha sido restaurado ningún capitalismo viable en el ex bloque soviético y en los Balcanes. El área se ha transformado, como ha dicho el gran especulador George Soros, en un “agujero negro” que amenaza tragar al propio Occidente. Por esta razón, los imperialismos norteamericano y europeo intentan “estabilizar” la región usando todos los medios financieros, políticos y militares.
Todas las conversaciones acerca de la extensión de la Unión Europea al Este, el llamado “pacto de estabilidad” de los Balcanes, los “programas de ajuste estructural” del FMI, la extensión de la Otan hasta las fronteras de Rusia y, sobre todo, la guerra de agresión de la Otan contra Yugoslavia, demuestran por encima de toda duda que la reabsorción de Europa Central y Oriental, de los Balcanes y de la antigua Unión Soviética por el mercado capitalista mundial significa el sojuzgamiento de sus pueblos y la colonización de esos países por los grandes poderes del capitalismo.
Cuanto más se agudiza y se profundiza la crisis del sistema mundial del capital, más agresivos se vuelven sus gobernantes. Es una ilusión fatal -sembrada por algunos círculos ‘de izquierda’ y ‘radicales’- esperar que el capitalismo global y sus instrumentos -el FMI/BM, la OMC, el Nafta, la UE, la Otan- puedan ser “reformados”, “democratizados” o “humanizados” a través del diálogo -como el que ha sido organizado por el presidente Havel o la socialdemocracia europea- o por la simple “presión de abajo” y las protestas. Es una ilusión fatal contraponer a la llamada “dictadura de los mercados”, la ficción de una “democracia de los mercados”, mediante la introducción de “regulaciones”, medidas tales como el Impuesto Tobin u otras. Los mercados globalizados tienen con los derechos democráticos del pueblo trabajador, incluyendo el derecho a vivir y a crear, la misma relación que Drácula tiene con la sangre.
Pero es también una utopía reaccionaria oponer como alternativa a la globalización el retorno a la camisa de fuerza del Estado nacional, el proteccionismo y en consecuencia el giro hacia el nacionalismo, la xenofobia y el racismo. Haider, Le Pen y compañía no son opositores del capitalismo globalizado sino sus frutos venenosos.
La única salida a la crisis y a los peligros que surgen de la globalización capitalista es internacional e internacionalista: todos los trabajadores, desempleados, inmigrantes, jóvenes, excluidos y oprimidos socialmente en Europa e internacionalmente tienen que unirse y luchar:
Para quebrar al FMI y a la Otan y todos los mecanismos de explotación y control capitalista.
Para oponerse a la restauración capitalista y a los planes de colonización de Europa Central, Oriental, los Balcanes y la ex Unión Soviética.
Abajo los dictados de Maastricht y de la Unión Europea imperialista. Por los Estados Unidos Socialistas de Europa del Atlántico a Rusia.
Expropiar a los expropiadores. Abajo los gobiernos del capital. Por la emancipación social y la reorganización socialista de la sociedad con una economía planificada de acuerdo a las necesidades de la humanidad y de la naturaleza y no para el beneficio de los pocos privilegiados del decadente sistema del beneficio.
Contra la globalización del capital, necesitamos nuestra propia organización global de combate: la Internacional revolucionaria de los trabajadores.
Sobre esta base, desde 1997, se ha lanzado una campaña internacional de parte de una serie de partidos obreros y organizaciones de América Latina a Europa, de Estados Unidos a Rusia y Asia, basado en el programa y la tradición revolucionaria de la Revolución de Octubre dirigida por Lenin, Trotsky y los bolcheviques -la tradición que el stalinismo traicionó- para refundar la IV Internacional.
Llamamos a los luchadores de vanguardia a unirse a la lucha bajo esta bandera sin mácula, la bandera de la liberación de la Humanidad de la barbarie del capitalismo globalizado.
Septiembre 2000