Un operativo internacional

La información periodística también confirma el carácter internacional de la masacre. El comando que atacó la embajada “había sido entrenado y adoctrinado en el exterior. Los chalecos y los cascos eran israelíes. El apoyo logístico estuvo a cargo de la Fuerza Delta de los Estados Unidos, con aviones Awac que pueden captar información de sus satélites hasta 24 metros bajo tierra. La comunicación con algunos rehenes se realizó desde el exterior mediante un sofisticado sistema microscópico de fabricación sueca, que fue introducido por uno de los visitantes a la residencia. La forma de desplegarse, número de hombres y la velocidad con que actuaron revelan el asesoramiento de un instructor israelí” (Noticias, 26/4).


Fundamental para la ejecución del asalto fue la colaboración que prestaron algunos miembros de la comisión ‘negociadora’, en particular el arzobispo de Ayacucho, Cipriani, “estrechamente ligado al Servicio de Inteligencia Nacional”, y el embajador de Canadá, que “sería un agente de la CIA” (O Estado de Sao Paulo, 26/4). A través de ellos habrían ingresado los equipos de comunicación, que permitieron a los rehenes ponerse en contacto con los servicios de inteligencia en el exterior más de cuarenta días antes del ataque. Los rehenes —dice el diario brasileño— no sólo estaban al tanto del ataque, sino que incluso señalaron la oportunidad, cuando los guerrilleros estaban jugando al fulbito.


Todo esto revela que la ‘salida militar’ hubiera sido imposible sin las ‘negociaciones’, y que éstas eran una parte vital del montaje militar del asalto a la embajada.