Un panorama desde el Estado español y Catalunya

Toni y Enric

La descomposición política y social que atraviesa el Estado español se profundiza irremediablemente. Las deudas y los recortes presupuestarios agravan la situación económica. El segundo "rescate" parece próximo ante la imparable caída fiscal que compromete las obligaciones de pago inmediatas; incluso, las más básicas. El gobierno está a punto de imponer nuevos ataques, como retirar la prestación a los parados sin ingresos, excluir a los "sin papeles" de la atención sanitaria pública, facilitar aun más el despido colectivo en empresas públicas; y estudia también el despido de funcionarios. El proceso español se va pareciendo cada vez más al que ha seguido Grecia. Los trabajadores viven con menos ingresos, muchas familias enteras dependen de una exigua pensión o de empleos y de ayudas precarias, que tienden a desaparecer. La mayoría de la población mira el futuro con miedo, aunque todavía queda algún consumo y las estructuras familiares soportan de momento la crisis, de modo que se evaporan los ahorros y la miseria avanza, pero aún no es mayoritaria.


El gobierno de Rajoy provoca un amplio rechazo social que se refleja en las continuas movilizaciones populares. Existe por otra parte una creciente desconfianza hacia los partidos tradicionales que se refleja en la caída de la intención de voto del PP y del Psoe, que pierde apoyos incluso estando en la oposición. El aumento de las expectativas de Izquierda Unida y de UPD (Unión Progreso y Democracia) es circunstancial. Ante la falta de alternativa, muchos votantes izquierdistas se plantean votar a IU; pero eso no se refleja en el crecimiento de la militancia ni arranca entusiasmos entre la gente. Parte del voto conservador se dirige hoy por hoy hacia UPD, que utiliza un discurso basado en la denuncia de la corrupción de los grandes partidos. En Catalunya, el ataque centralizador del PP choca con las protestas de CiU que, pese a su alianza, tiende a desmarcarse del primero para que su imagen quede menos erosionada. CiU utiliza la bandera del pacto fiscal como taparrabos a su política antisocial y de recortes que, en muchos casos, va por delante del gobierno. En la calle se respira la sensación de una fuerte desconfianza hacia los partidos del sistema, mucha rabia, miedo y desconcierto.


La izquierda


La izquierda anticapitalista no sabe cómo capitalizar este descontento. Izquierda Anticapitalista-Revolta Global (SU) ha fracasado en emular al ya fracasado NPA francés; y en Catalunya, los únicos que han avanzado algo son los independentistas de la CUP. Pero la falta de coherencia los está llevando a una crisis que puede ser explosiva. Un sector parece estar abrazando el proyecto que ha lanzado IC-IU, de montar una especie de Syriza -el oportunismo es descarado-, y pueden estallar en los próximos meses (el sector más izquierdista se resiste a dejarse seducir por ese montaje, que no creemos que tenga grandes perspectivas). Estos reformistas -cuyo horizonte y objetivo son las instituciones burguesas y el imposible salvamento del "Estado del bienestar"- se han dado cuenta de que se está generando un amplio espacio a su izquierda, y quieren tratar de mantener algún control sobre los movimientos sociales organizando nuevas plataformas de apariencia independiente.


Los sindicatos


Los sindicatos mayoritarios están muy desprestigiados, pero todavía conservan apoyos. Probablemente en setiembre volverán a abrir la espita de la olla de presión del descontento social, por medio de una huelga general contra los recortes del PP, que ya está descontada tanto por el gobierno como por la patronal. Mientras que los sindicatos minoritarios son incapaces de capitalizar el descontento; entre otras cosas, debido a su sectarismo atroz, que les impide ponerse de acuerdo en un plan de movilizaciones. Pero, entre las dificultades, la autoorganización avanza y también el sindicalismo combativo, que presiona hacia nuevas y mayores movilizaciones (en el País Vasco está convocada la huelga general, incluso sin CC.OO. y UGT).


Dentro de este panorama de descomposición social y política, llama la atención la búsqueda de muchos jóvenes y trabajadores de una alternativa democrática y horizontal: trabajar por abajo, construir tejido social en los barrios de las ciudades y en los pueblos. Este sería el factor que ha hecho que, por ejemplo en Catalunya, las CUP (Candidaturas de Unidad Popular-antipartido) hayan experimentado un fuerte crecimiento en las elecciones municipales. Algo parecido podemos decir de otros experimentos de índole similar: las Candidaturas Anticapitalistas del Vallés. Pero el fenómeno va más allá de los actos electorales, también están apareciendo organizaciones unitarias estables en los barrios y poblaciones, en las que conviven y trabajan conjuntamente gente de las diferentes corrientes anticapitalistas: independentistas, trotskistas, sectores escindidos del PC e IU, independientes. No tenemos ninguna duda de que este fenómeno no se circunscribe a Catalunya, sino que se extiende con desigual fuerza en todo el Estado.


Desplazamientos políticos


El movimiento de los indignados -en declive organizativo- mantiene todavía la fuerza de convocatoria, pero en muchos lugares se ha reducido a su mínima expresión organizativa. Por supuesto, su decadencia organizativa no es homogénea: en Madrid, por ejemplo, parece que se mantiene más vivo que en Barcelona. Analizamos que este declive es circunstancial y que pronto renacerá el movimiento con más fuerza y radicalidad que en el pasado. Las circunstancias obligan. Lo que pasa es que está evolucionando y va a adoptar nuevos métodos de lucha. Llama la atención el reciente asalto organizado del Sindicato Andaluz de Trabajadores a supermercados de Cádiz y de Sevilla, para repartir alimentos entre los sectores más machacados. Pese a las amenazas de represión del gobierno, puede ser un modelo a seguir en otros lugares.


Otra organización del tipo de las que hemos descrito más arriba es La Trobada Alternativa de Nou Barris (Encuentro Alternativo de Nueve Barrios), en las zonas obreras de Barcelona. Contamos con un buen puñado de compañeros de distintas procedencias con los que trabajamos y luchamos para construir un movimiento organizado del anticapitalismo clasista y revolucionario, basado en un funcionamiento democrático y asambleario.


También existe un colectivo llamado provisionalmente "Rojos y rojas de base" (a nivel estatal, Red Roja). La mayoría procede del PCE, con el que rompieron hace años. Su miembro más conocido es Angeles Maestro. Su proyecto no es ser otro "partidito" más, como tantos otros, sino trabajar por la construcción de una alternativa más amplia y coherente, de la que formarían parte como corriente. Ponen especial énfasis en la necesidad de crear un tejido organizativo combativo que permita la incorporación de amplios sectores de jóvenes y de trabajadores, que ven con desconfianza las peleas sectarias. Hemos aportado varios documentos al debate, y seguiremos haciéndolo.


Barcelona, 8 de agosto de 2012