Internacionales
13/5/2004|850
Un régimen de torturadores
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Primero fue Aznar. Después el primer ministro polaco. Están anotados Berlusconi y Blair. Ahora, con el escándalo de las torturas, la crisis política estalló en los propios Estados Unidos. A un año de la invasión, los gobiernos de la guerra están en ruinas.
Ha quedado fuera de toda duda que el uso de las torturas contra los detenidos en Irak tiene un carácter generalizado, sistemático, planificado. Los métodos de los torturadores no se reservan sólo a los “combatientes” sino que se aplican también a la población civil en general. En Irak existen “nuevos desaparecidos”, presos no reconocidos por las autoridades de ocupación pero que han sido vistos en las cárceles. La planificación y aplicación de la tortura fue “tercerizada”. Toda la cadena de mandos está implicada, ya que “el uso de técnicas extremas contra los detenidos debía ser autorizado por los oficiales” (Financial Times, 5/5); el Pentágono autorizó veinte técnicas de rigor extremo en los interrogatorios” (Financial Times, 10/5).
“No es difícil descubrir las fuerzas que están detrás de los crímenes de guerra contra los detenidos en la prisión Abu Ghraib y en otras prisiones norteamericanas en Irak, Afganistán y quizás en Guantánamo”, asegura David Scheffer, embajador de los Estados Unidos para crímenes de guerra: la “guerra contra el terrorismo” de Bush (Financial Times, 6/5).
En enero del 2002, el jefe del Pentágono, Rumsfeld, declaró que las garantías de la Convención de Ginebra (sobre trato a los prisioneros de guerra) no regían para los detenidos en la “guerra contra el terrorismo”. La “Ley patriótica” les negó a los sospechosos cualquier garantía de defensa judicial. Se estableció una nueva categoría jurídica, la de los “combatientes irregulares”, para los cuales el derecho a guardar silencio, que se les reconoce a ambos, es, según Scheffer, “un anatema para los cazadores de terroristas” (ídem). Todo este andamiaje represivo le dio a la tortura contra los sospechosos iraquíes un carácter legal y hasta “democrático”.
Es toda la podredumbre del régimen político norteamericano la que salió a la luz en Abu Ghraib. ¿Cómo llegaron esos métodos a Irak? “Los tormentos físicos y sexuales, comparables a los descubiertos en Irak, tienen lugar habitualmente en las prisiones norteamericanas, ante la ignorancia o indiferencia pública” (The New York Times, 4/5). Lane McCotter, el hombre que dirigió la reapertura de Abu Ghraib para los ocupantes, fue forzado a renunciar en 1997 a su cargo de director penitenciario en Utah después de que un preso, deficiente mental, murió a causa de tormentos. Hoy, Mc Cotter dirige la Management & Training Corp., que es la tercera compañía privada más importante en el dominio penitenciario y dirige 13 cárceles privadas en los Estados Unidos. Es un contratista privado del Pentágono.
Es el Estado policial norteamericano el que está en el banquillo. “Estados Unidos es chapucero pero no es cruel”, intenta defender un comentarista del Financial Times (6/5). ¿Quién puede decir esto después de Videla, de Vietnam, de Pinochet, de los crímenes sionistas, de los de Irak, y después de que el Estado norteamericano encarcela a la tercera parte de su propia población negra?
Cuenta regresiva
Rumsfeld, el jefe del Pentágono, tiene los días contados. El apoyo que está recibiendo de Bush y Cheney sólo puede demorar su caída y, al mismo tiempo, asegurar la de quienes lo defienden. Un asistente de Condoleezza Rice, asesora de Seguridad, reconoció que “es una carga para el gobierno y complica la misión en Irak” (Le Monde, 9/5).
El destape de las torturas es una manifestación aguda de la violenta crisis del régimen político norteamericano, entre el Ejecutivo, el Ejército y los servicios de inteligencia. Ellos tenían las fotos; ellos se las entregaron a la prensa. Rumsfeld, que sabe de lo que habla, anticipó que van a aparecer nuevas fotos y videos… al menos mientras no acepte irse.
Esta crisis había sido puesta en evidencia por las acusaciones del general Clarke, ex jefe de los servicios de inteligencia. Es, también, una manifestación de la oposición creciente del generalato a la dirección política del Pentágono y la Casa Blanca. Un “joven general”, citado por The Washington Post (8/5), se declara “muy enojado” porque la política de Bush y Rumsfeld “lleva a la quiebra del Ejército”. El oficial aclara que “muchos otros altos oficiales piensan lo mismo”.
El objetivo inmediato de la operación es hundir a Rumsfeld; pero apunta, por sobre todo, a “pudrir” la campaña de Bush. La aventura de Irak se convierte en la tumba de los aventureros.