Un régimen en descomposición

Tras la muerte de Deng, “el futuro de China está ensombrecido por el caos, porque la imagen de estabilidad que Deng creó a través de la opresión, la represión y la masacre no se puede sostener”, dice un especialista en asuntos chinos en el International Herald Tribune del 21/2.


“Construyendo la economía de mercado dentro del esqueleto de la planificación central y en el medio de un inmenso sector estatal cargado de déficits y toscos materiales, de corrupción sistemática e inflación crónica …—dice un editorial del IHT el mismo día— los inversores extranjeros han descubierto que no siempre cuentan con leyes o contratos en China”. China está dominada hoy por sus “industrias estatales improductivas, un extendido dislocamiento del trabajo en la agricultura, la contracción de los recursos gubernamentales y la ausencia de una malla de contención social para millones, (lo que hace) que los rápidos cambios económicos resulten inseguros” (ídem).


Por otro lado, el ejército chino (EPL) informa un periodista de ese origen en el exilio, “está asistiendo absorto a la expansión reciente de sus actividades destinadas a hacer dinero, que lo han llevado a hincharse en una especie de monstruoso aparato económico. Se dedica al tráfico internacional de armas, al contrabando, opera cadenas hoteleras y lugares bailables y mantiene una amplia gama de otras actividades económicas, tanto legales como ilegales” (ídem).


Según otro informe, el EPL “hoy está a la cabeza de un imperio de más de 20.000 empresas con una facturación equivalente a un presupuesto anual –es decir unos 6.000 millones de dólares–, que lo convierte en un factor de poder de influencia decisiva en el futuro” (Página 12, 20/2). Según el periodista chino ya citado “el EPL está haciendo hoy su propia nación dentro de la nación, gozando de todo tipo de privilegios especiales y excepciones” (International Herald Tribune, 21/2).


Siguiendo con esta versión, la descomposición social en China está alcanzando características devastadoras. “Decenas de millones de campesinos desplazados que erran a lo largo del país son una fuente natural de mano de obra barata para ser usada como fuerza mercenaria al servicio de cualquier interés. En los dos últimos años una fuerza armada irregular de campesinos y militares retirados, se reclamó falsamente integrante del EPL, presentándose en la empobrecida provincia de Shanxi. El grupo estableció sus propias fábricas de municiones y armó una red de representantes en las provincias vecinas. El desarrollo es significativo porque sugiere la reaparición, en forma embrionaria, de las tradicionales guerras de mandarines” (ídem).


“El temor de otro movimiento de las características del de Tiananmen, llevó al régimen a apaciguar a los trabajadores, previéndose durante varios años de adoptar pasos drásticos. En 1994, fueron suficiente simplemente algunas bancarrotas y la incapacidad de pago de los salarios, para estimular un montón de protestas obreras” (ídem). Así, “el Estado continúa subsidiando las ciudades a expensas del campo, forzando a los campesinos a vender su grano a un tercio de su precio de mercado. Durante los últimos 10 años ha habido violentas protestas en las zonas rurales, y recientemente se han incrementado. Pueblos campesinos se han levantado para saquear propiedades y bienes; bandas han robado y vandalizado bienes militares y civiles sin dificultades, incluyendo cables aéreos de alta tensión y líneas subterráneas y oceánicas de telégrafo” (ídem).


“La escala y el ímpetu de estos hechos trae el recuerdo de aquellos otros que reforzaron la guerra campesina dirigida por los comunistas y que condujo a los chinos nacionalistas al exilio en 1949. En el período post-Deng podemos esperar más de este tipo de irrupciones campesinas en venganza contra el régimen y las ciudades” (ídem).