Un retrato de la anarquía capitalista WorldCom: Enron II

Berbard Ebbers, presidente del WorldCom, el mayor pulpo de las telecomunicaciones de los Estados Unidos, fue despedido hace poco, después de que las acciones de la empresa perdieran el 97% de su valor en los últimos tres años y que sus ingresos y beneficios cayeran de 36.000 a 21.000 millones y de 4.000 a 1.500 millones, respectivamente, en el mismo período.


El despido "con causa" de un hombre calificado hasta hace poco como la verdadera encarnación del "capitalismo exitoso" fue apurada por el descubrimiento de contabilidades truchas (para ocultar la caída de los beneficios) y de maniobras con las acciones de la empresa en su propio beneficio personal. Por estos puntos de contacto, pero por sobre todo, por la magnitud del derrumbe, el colapso de WorldCom ha sido calificado como "Enron II". La petrolera Enron, la séptima empresa norteamericana, se derrumbó en pocas semanas a fines del año pasado cuando saltó a la luz un escándalo de contabilidades truchas y compañías fantasmas que le habían permitido, por años, ocultar sus pérdidas y sus deudas.


Los presidentes de otras compañías de telecomunicaciones, que han sufrido pérdidas similares de sus valores accionarios, están siendo despedidos con la misma velocidad. Hay razones de peso: el estallido de la burbuja de las telecomunicaciones ha evaporado capitales por un valor de más de un billón de dólares; la deuda total del sector alcanza los 500.000 millones de dólares.


WorldCom se había destacado como la más agresiva de las empresas de telecomunicaciones en la adquisición de competidores. Pero la agresividad de Worldcom y el "genio" de Ebbers chocaron con una barrera infranqueable: la anarquía capitalista.


Ante las grandes ganancias y las perspectivas de crecimiento del sector, muchos bancos e inversores prestaron enormes masas de capital a demasiadas compañías que pretendían aprovechar el boom. Considerados separadamente, los "planes de expansión" de cada una de las empresas podían parecer razonables; pero tomados en conjunto, la sobreinversión fue descomunal: en la actualidad, se utiliza apenas el 10% de la capacidad de las redes instaladas. Con empresas desesperadas por obtener ingresos para pagar sus deudas, comenzó una guerra de precios que derrumbó los beneficios y precipitó el colapso actual, que está muy lejos de haber tocado fondo. Esto porque, para sobrevivir, las empresas al borde de la quiebra deberán agravar todavía más la guerra de precios y la tendencia a una quiebra generalizada.


La quiebra de las telecomunicaciones muestra que, en la llamada "nueva economía", los capitalistas pueden violar las leyes penales pero no la ley del valor. La sobreacumulación del capital impide que esa acumulación continúe; el capital es un límite insuperable para sí mismo.