Internacionales
20/5/1994|419
“Unión nacional” en Sudáfrica
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Cuando los resultados provisorios de las elecciones en Sudáfrica indicaban una arrolladora victoria de Nelson Marídela por más del 66%, lo que habría dado al Congreso Nacional Africano (CNA) la posibilidad de asumir exclusivamente la redacción de la Constitución e incluso ignorar a la minoría blanca en el gobierno, “los mercados se derrumbaron”. Durante el recuento de votos “las computadoras se ‘cayeron’ misteriosamente en varias ocasiones” y, en este caso, cuando “tras otra ‘demora´ de varias horas, se anunció que Mandela había ganado con el 62% de los votos… el alivio fue casi palpable” (Herald Tríbune, 11/5).
“Un resultado demasiado perfecto, casi un cuento de hadas”, señala el articulista. El Partido Nacional de De Klerk superó “raspando” el piso del 20% necesario para acceder a la vicepresidencia del Estado. El Partido de la Libertad Inkatha —rabiosamente derechista— obtuvo un “sorprendente” 10,5% de los votos y con este “aval” acaba de acceder al Ministerio del Interior del nuevo gobierno.
La clave de esta “transición ejemplar” al “estado de derecho” no la dio el resultado “soberano” de las urnas, sino el violentamiento brutal de la voluntad popular. Rehuyendo los eufemismos, “el presidente de la Comisión Electoral Independiente —CEI— Johann Kriegler, admitió que los últimos resultados (del comido) fueron producto de negociaciones entre los partidos” (ídem). El diario sudafricano Business Day responsabilizó a Kriegler, garante internacional de la pureza de los comicios de “encubrir y ocultar toda la verdad de los acuerdos políticos que ayudó a hacer con los principales partidos políticos” (Financial Times, 6/5).
En Natal, reducto del derechista Partido Inkatha, “los líderes políticos… cambiaron votos como si fueran figuritas, determinando abiertamente el resultado de los votos”. El fraude fue reconocido y justificado por el secretario regional del CNA: “basado en la realidad en Natal, el CNA debería haber surgido como el partido vencedor… pero Uds. deben recordar que estas personas (del Inkatha) fueron informadas que estaban ganando y por eso cualquier acuerdo que fuese hecho debía tomar (el resultado electoral) menos chocante para ellos… para nosotros la prioridad es la paz” (Ídem).
La elección “histórica” que supuestamente ha puesto fin al régimen del “apartheid” ha sido en realidad un operativo político montado por la dirección del CNA, principalmente, y los partidos Nacional e Inkatha para negarle al CNA la mayoría de los 2/3 de votos. El propio Mandela saludó inequívocamente el anuncio de que el CNA no llegaría al 66% de los votos, cuando dijo: “estoy muy feliz porque la preocupación de que nosotros escribiríamos nuestra propia Constitución ha sido apartada” (Financial Times, 7/5).
La derecha racista se quedó con el control de la provincia del Cabo Occidental, la más grande del país, mientras el Inkatha, con los “métodos” descriptos “triunfó” en Kwazulú, lo que, para el Financial Times, “puede ayudar a contrabalancear el poder del CNA a nivel nacional” (7/5). El recién estrenado sistema federal permite a ambas provincias “emprender caminos autónomos, reformar la Constitución mediante plebiscito y hasta ‘Independizarse’ del gobierno central”.
“Ninguna otra cosa podía satisfacerlos más”
“Mandela hace las delicias de blancos e inversores”, titula el Financial Times, al anunciar que la primera medida del flamante presidente negro había sido mantener a Derek Keys en el puesto de ministro de Finanzas. “Ninguna otra cosa, advierte el Financial Times, habría persuadido más al mundo exterior de(l) compromiso con la economía de libre mercado y la moderación política” (7/5). El otro puesto económico clave, el de presidente del Banco de Reserva (Banco Central), “quedará también como está”, ocupado por Chris Stals, un hombre de los pulpos que monopolizan la economía sudafricana. El primer vicepresidente será Thabo Mbeki, “que representa desde hace mucho tiempo el lado aceptable del CNA delante de la comunidad empresaria”.
El gobierno de “unidad nacional” consagra, bajo un gobierno de mayoría negra, un régimen de dominación de la minoría blanca, la cual conserva el monopolio de las armas, de la justicia, de las tierras, las fábricas, el comercio y las finanzas. “Es una solución que puede prometer estabilidad pero que difícilmente pueda ser descripta como democrática”, reconoció el Financial Times hace un tiempo (20/1/93). La conclusión es que no nos hallamos frente a una “revolución” ni ante el “fin del apartheid” sino ante un régimen parido por el imperialismo mundial como único recurso capaz de impedir la revolución social en Sudáfrica.
Una nueva etapa de lucha
Los compromisos estableados por el acuerdo Mandela-De Klerk no dejan ninguna posibilidad de satisfacer la más pequeña de las reivindicadores de las masas negras. El programa mínimo de empleo, vivienda y educación gratuita del CNA ya ha comenzado a ser atacado por la “falta de presupuesto” y el responsable de llevarlo adelante en el gobierno “no sabe hasta qué punto tendrá poder sobre el (todopoderoso) ministro de Finanzas” (Financial Times, 7/5).
Para las masas se ha ingresado en una nueva etapa de lucha. La lucha por la tierra ya está planteando una profunda crisis. Miles de trabajadores rurales negros que trabajan en condiciones de semiesclavitud en tierras que fueron hace muchos años propiedad de sus familias y que hoy pertenecen “legalmente” a colonos blancos, están siendo expulsados para impedir que reclamen sus tierras (The Wall Street Journal, 4/5) Representantes del movimiento de comunidades sin tierra criticaron a Mandela en marzo después del acuerdo del CNA con las cláusulas de la Constitución interina que garantizan el derecho de propiedad y sabotean la reforma agraria. “Es una cuestión muy dificultosa —concedió el responsable del CNA— porque hemos perdido la batalla por la prioridad en la tierra” la alternativa sería “empujar al gobierno para que compre la tierra a los campesinos blancos” y la entregue en forma accesible a los negros sin tierra (ídem).
En relación al proceso de luchas planteadas con el advenimiento del gobierno de mayoría negra, el CNA y el gobierno racista pactaron una cláusula constitucional antihuelgas —derecho al lock out patronal y a despedir obreros huelguistas— que fue repudiada por la Cosatu —central sindical ligada políticamente al CNA. Por la misma razón, Mandela se ha lanzado a combatir toda explosión de lucha, planteando que el objetivo básico de su gobierno es la “reconciliación”. Los explotados negros tienen aún que luchar por la conquista del poder político.