Internacionales
19/4/1989|265
Uruguay: Un golpe a las ilusiones democráticas
“Ni vencedores ni vencidos", coinciden el FA y los milicos
Seguir
Mientras la ciudadanía uruguaya concurría a las urnas para dirimir el referendum sobre la ley de impunidad, el informado corresponsal de La Nación en Montevideo encabezaba su comentario del día de la siguiente manera: “En medios oficiales se cree que todos los dirigentes políticos sostenedores del voto ‘verde' contra la amnistía, excepto los de izquierda radicalizados, mantenían disimuladamente cruzados los dedos para que hoy gane el voto ‘amarillo' y se ratifique la Ley de Caducidad” (16/4). Lo mismo decía la edición del Cronista Comercial. El acierto de la observación se quedaba corta sin embargo en lo que se refiere a los “radicalizados", pues ya el día lunes los Tupamaros se apresuraban a ir al local del partido Colorado para asegurarle al derechista Jorge Battle “su intención de respetar el resultado de las urnas” (18/4). Tanta “civilidad” no se hubiera manifestado, por supuesto, si el voto “amarillo” hubiera resultado derrotado, toda vez que los militares no habrían acatado la orden de presentarse a los estrados judiciales, como ya ocurriera hace dos años cuando dieron motivo con ello precisamente a que se dictara la ley de impunidad.
En el referendum uruguayo no estuvo nunca en cuestión el juzgamiento de los militares que secuestraron y mataron bajo la dictadura, aunque los términos de la votación fueran esos. Liber Seregni, jefe del Frente Amplio, ya había anunciado que si triunfaba el voto “verde” procedería a buscar una “solución política” al asunto con el gobierno y el partido Nacional. Lo mismo había planteado cuando el parlamento votó la ley de impunidad en diciembre de 1986, en cuya oportunidad contraofertó en nombre del FA la suspensión de cualquier juicio a los militares por un año. “Nada tienen que ver con nosotros los que escriben ‘Ni olvido ni perdón'", declaraba Matilde de Gutiérrez Ruiz, de la Comisión Nacional pro-Referendum en La República de Montevideo el jueves 6. “Son 200” —agregó, y no vaciló en llegar al extremo de plantear que “En un Estado de Derecho, para los que agitan está la fuerza pública".
De ambos lados de la contienda plebiscitaria la dirección política estaba así, firmemente, en las manos de los defensores del Estado burgués y de sus instituciones represivas. Hasta el corresponsal del flamante matutino de Izquierda Unida, Sur, tuvo que reconocer luego del voto que la ciudadanía no tenía opciones diferenciadas. En realdad el voto verde fue el esfuerzo final que realizaron centenares de miles de trabajadores para impedir que se clausure mediante la amnistía la lucha contra el aparato represivo del Estado, en oposición a toda la política de sus direcciones de "izquierda". Así ocurrió desde el vamos cuando la dirección frenteamplista se negó a la movilización y a la huelga general contra la ley de impunidad, para pasar luego a aceptar con desgano la campaña por el referéndum, que se realizó burocrática y administrativamente pues estuvo ausente en todo momento el llamado a la acción directa.
En los dos años que transcurrieron desde la sanción de la ley de impunidad, la política de desmovilización popular se manifestó en otros planos vitales como la lucha contra la reducción de los salarios y contra los despidos. La Central sindical controlada por el FA saboteó sistemáticamente la solidaridad con los sindicatos en lucha — ONDA, sanatorio La Española, petrolera ANCAP, huelga de CUTCSA (transporte), huelga de Alpargatas, desmantelamiento de AFE (ferroviarios). El movimiento sindical sufrió en este período sistemáticas derrotas, al punto de que el presidente Sanguinetti llegó a jactarse de su “Invicto”.
La derrota del referendum es el fruto de toda una estrategia política del FA, y como tal elimina un obstáculo a la prosecución de esta línea de defensa del Estado capitalista. Los “medios oficiales” citados por La Nación estaban, como se ve, no sólo bien informados sino por sobre todo nada inquietos. La derrota del referendum puso de manifiesto a su manera la imitación insalvable de los procedimientos electorales cuando la dominación política está en manos de los explotadores. Los que a través del “pacto del club Naval” en 1984, garantizaron la continuidad del aparato represivo a cambio de elecciones (FA y partido Colorado, luego se sumaron los blancos), no podían pretender que una papeleta en la urna despojara del monopolio de las armas a la camarilla militar que goza de la confianza del Estado y del imperialismo.
Las conclusiones que los entregadores de la lucha por el juicio y castigo realizan de la derrota del domingo, los retrata de cuerpo y alma. “Ganamos en Montevideo”, afirman, “esto nos asegura la conquista de la intendencia” en las elecciones nacionales que se deben realizar en noviembre próximo. Ponen en el mismo plano una lucha de principios contra el aparato represivo con la conquista de un escaño en el aparato del Estado burgués. Anuncian, de paso, sus prioridades: la subordinación de todas las aspiraciones de las miserables masas uruguayas a los comicios de fin de año.
Otra conclusión es que “perdimos por culpa del Interior”, lo cual tiene todos los visos de un juicio verdadero pero que es falso. En el interior de Uruguay el progreso del voto “verde” comparado con las firmas reunidas en ambos medios geográficos para reclamar el referendum fue mayor que en Montevideo. Las masas del interior hicieron un esfuerzo para enfrentar las presiones del Estado en sus restringidos ámbitos locales, pero estuvo ausente allí la política clara y vigorosa de una fuerza que realmente hubiera querido ganar el referendum. Para convencer a los pueblos del interior de que se deben jugar en una lucha, es necesario inspirar la sensación de que ella es irreversible y decisiva, y de ninguna manera de que será pactada de inmediato. Con esto no se invita a jugarse el destino personal en una labor de agitación y convencimiento del pueblo.
En la veta electoralista que guía a los componentes frenteamplistas, otra conclusión del referendum es toda una pista política: la votación “verde”, que contó con el apoyo de la fracción de los blancos que lidera Carlos Julio Pereyra, demostraría que hay que armar un “frente grande” con esta fracción de la burguesía y declarar superada la experiencia del FA pequeño burgués. Los Tupamaros y los ex colorados de Batalla encabezan esta propuesta que fuera mucho más ampliamente definida por el Partido Comunista bajo la dictadura, cuando propuso sustituir al FA por una Convergencia Democrática con todo el Partido Nacional. Estas son algunas muestras de tos diabólicos cálculos políticos con que los dirigentes frenteamplistas, incluidos los “radicalizados”, fueron al referendum.
Es obvio para cualquiera que no sea un insensato que los resultados del domingo no clausuran la lucha contra el aparato represivo y contra la camarilla militar la cual está inscripta objetivamente en la creciente lucha de clases que se desenvuelve en Uruguay como consecuencia de la descomposición económica y de tos procesos democratizantes latinoamericanos. Lo que ha cambiado es la naturaleza de las consignas y métodos. La represión y la injerencia militar se pondrán en evidencia al primer síntoma de crisis; las exigencias de militarización aumentarán como consecuencia de la victoria “amarilla”, con lo que se plantearán nuevos motivos de lucha democrática. Al declarar terminada la pendencia plebiscitaria, los dirigentes frenteamplistas de todos los colores han demostrado su completa falta de realismo y el carácter pro-capitalista de sus ambiciones políticas.
La derrota “verde” es un golpe a las ilusiones en los procedimientos parlamentarios, lo cual se manifestará de aquí en más en todos los ámbitos de las luchas populares Las propias elecciones de noviembre próximo han perdido gravitación, como consecuencia de esto, para las masas explotadas. La tendencia a la acción directa se acentuará como un resultado de la quiebra de estas ilusiones y de los efectos implacables de la crisis. La burguesía ha sufrido una derrota estratégica como precio por su victoria táctica.
En todo este proceso vivido por los trabajadores uruguayos nos hemos colocado en su campo de enfrentamiento contra los explotadores y su Estado, señalando siempre los límites de los métodos parlamentarios, electorales o plebiscitarios. El Estado burgués sólo puede ser derrotado en la acción, solamente a partir de aquí, es decir como resultado de la quiebra del aparato de intimidación y opresión de la burguesía, puede tener vigencia la voluntad popular. La derrota del domingo es eminentemente episódica frente a la magnitud de la crisis en curso. Como no hemos trazado una muralla china entre esta lucha y las otras luchas, a todas las cuales pretendemos ver unidas en un torrente común contra los explotadores, caracterizamos a esta derrota como un episodio que deberá fortalecer la conciencia de tos explotados en la acción y en la organización revolucionarias frente a la burguesía y su Estado.