Uruguay: Balance de las elecciones nacionales

A través de un artículo de fondo y dos notas presentamos a los lectores el balance político de las últimas elecciones uruguayas publicado en “Tribuna de los Trabajadores” órgano del PT de ese país.

 

Las elecciones nacionales del 26 de noviembre han reflejado el retroceso del partido colorado (perdió un 25% de sus votos) y en particular la caída de los sectores batllistas que estuvieron a la cabeza del gobierno (su votación cayó a la mitad). Los resultados registran también el hundimiento de la fracción mayoritaria del fallecido Wilson Ferreyra Aldunate en el partido blanco. Un 85% de los actuales legisladores acaban de perder sus bancas. Sin embargo, el rechazo a la gestión sanguinettista ha sido canalizado por opciones políticas que representan la continuidad en el poder de la misma clase social, la misma política de compromisos con el imperialismo y de ataque a las condiciones de vida de las masas.

Así el partido nacional logró compensar el derrumbe del wilsonismo con un importante crecimiento en votos del sector de Lacalle y en menor medida de C.J. Pereyra. De esta manera, —ley de lemas mediante— se adjudicó el gobierno nacional (39% de los votos).

El presidente electo Lacalle, el candidato favorito durante toda la campaña dentro del Partido Nacional, se mostró en todo momento partidario de profundizar la política sanguinettista en sus aspectos más antinacionales y antiobreros. En este sentido Lacalle expresa los intereses de los grandes industriales y terratenientes que buscan apropiarse del negociado de la capitalización de la deuda e imponer una política de mayor confiscación de los trabajadores.

La mantención del FA de su electorado, le permitió la conquista de la Intendencia capitalina (obtuvo un 35% de los votos en la capital, un 1% más que en el 84). El voto al FA no expresa un canal del movimiento de masas porque se da en un cuadro de reflujo del movimiento obrero producto de la política de derrotas que la dirección frenteamplista del PIT-CNT le ha impuesto a los trabajadores en todos estos años. A partir de su fractura con el PGP y el PDC, el FA se ha derechizado notoriamente; sus dirigentes plantean abiertamente su disposición a asumir mayores compromisos en el aparato estatal burgués, a mantener las ataduras con el FMI, a pagar la deuda y negociar en los marcos del plan Brady, a privatizar empresas del estado y reglamentar los sindicatos. El FA está hoy más sometido a la política del PGP que nunca. El papel de Batalla y Lescano (del PGP y del PDC) es desempeñado hoy con ventajas por los Curiel, Astori y Arana; que son una creación genuina del FA. El voto al FA expresa el profundo empantanamiento político del movimiento obrero detrás de una política contraria a sus intereses. La clase obrera ha encarado tremendas luchas contra la política de hambre del gobierno sanguinetistta, contra la impunidad, pero el Frente Amplio ha llevado todas esas luchas a la derrota. La consigna del congreso extraordinario del PIT-CNT, de confianza en el parlamentarismo y expectativas en las "reformas estructurales", ha minado la confianza de los trabajadores en sus propias fuerzas, viabilizando la política contra los trabajadores del gobierno sanguinettista a través de los convenios colectivos, la participación en los consejos salariales, la autorregulación sindical. La propia bandera del gobierno municipal del FA en Montevideo fue una forma de imponer una perspectiva de resignación.

Disgregación del régimen político

Las elecciones muestran la fractura y el retroceso de las fracciones que tiempo atrás encabezaban los partidos tradicionales, la enorme atomización de los mismos expresada en la multiplicidad de listas. Estamos ante una acentuada disgregación de los partidos burgueses y de su régimen político.

Los partidos tradicionales no son partidos homogéneos como lo sugiere la idea de “se acaba de romper el bipartidismo". La ley de lemas, desde hace por lo menos 20 años, es un gran salvavidas que les ha permitido a estos partidos sortear su disgregación permitiendo que se acumulen votos que van dirigidos a propuestas diferentes.

La fracción que asume el gobierno, el sector de Lacalle, que resultó el sublema más votado dentro del partido blanco, es una clarísima minoría a nivel nacional (23%).

La ley de lemas, por ser una distorsión, no resuelve las necesidades de la burguesía de un estado fuerte y centralizado para imponer los planes de confiscación económica, y la atomización y disgregación de la burguesía y sus partidos. El propio sistema presidencialista, de Ejecutivo fuerte, (Reforma naranja) que se ajusta a estas necesidades entra en contradicción con el pronunciamiento electoral.

Se va a un agravamiento de las contradicciones en el funcionamiento del estado. Está planteada una voraz disputa entre los diversos grupos capitalistas por apropiarse del botín de la superexplotación  de los trabajadores, desde quienes plantean una capitalización a ultranza cediendo el control a los bancos (Batlle) hasta los que postulan una política de rescate de la burguesía nacional. Lacalle busca privilegiar en este proceso a la gran burguesía industrial y terrateniente en desmedro del resto de la burguesía y los bancos.

La burguesía dividida, con sus partidos e instituciones desacreditados y en franca desintegración, ha encontrado un aliado fundamental en la seudo-izquierda frenteamplista para inaugurar una nueva ofensiva contra las masas y el saqueo del ahorro nacional.

El Frente Amplio se planea tapar todos los baches del régimen burgués en descomposición. La política del FA está dictada por las necesidades de la burguesía y la preservación de su régimen social y político.

El FA va a asumir, como ya lo han expresado sus principales dirigentes, mayores compromisos en el aparato del estado, desde la intendencia, los Entes y el parlamento para apuntalar al régimen político contra las masas.

Para aprovechar las posibilidades revolucionarias de la actual situación, el principal obstáculo que tiene que sortear la vanguardia obrera es el frenteamplismo.

Está planteando más que nunca la construcción de un Partido de los Trabajadores y de una Izquierda Revolucionaria en torno a estas banderas.


 

Se acabó el bipartidismo

El triunfo del FA en Montevideo ha dado pie para que los dirigentes frenteamplistas volvieran a la carga con su tesis de que se ha quebrado el bipartidismo, lo que constituiría algo así como un triunfo popular.

La afirmación es falsa, si consideramos que la subsistencia de los dos partidos tradicionales como mayoritarios es posible desde hace décadas solo gracias a la ley de lemas. Para mantener su carácter mayoritario, e incluso su propia unidad, han debido apelar a este fraudulento mecanismo que permite que candidatos y políticas diferentes cohabiten en un mismo lema. Lacalle solo pudo ganar la elección sumándose al voto verdista C.J. Pereira y a Zumarán, ya que solamente obtuvo el 23% de los votos para su candidatura.

El bipartidismo murió hace décadas en el país, la ley de lemas permite a los candidatos, minoritarios en muchas ocasiones, del gran capital acceder al gobierno. No ha sido la victoria del FA lo que ha matado al bipartidismo.

Con esta afirmación, el FA desconoce el proceso de disgregación política de blancos y colorados, los que se habrían transformado en partidos homogéneos.

¿El Tri-partidismo?

La tesis frenteamplista es reveladora de cómo se ubica el FA en relación al régimen capitalista. El fin del bipartidismo sería el producto de la aparición de una nueva pata del sistema político, el FA, que estaría en condiciones de alternarse en el poder con blancos y colorados.

Pero la auto-presentación del FA como un partido tradicional más, es una expresión de optimismo, por lo menos exagerado. Implica que el FA no es un frente sino un partido, lo que equivale a que se han disuelto los partidos que lo componen, o que el proceso de lucha de clases no podrá quebrar su unidad.

Se olvidan quienes así razonan del "pequeño episodio" de la fractura con el PDC-PGP.

La fractura del FA no ha sido más que un síntoma de crisis futuras, en tanto su política de compromisos crecientes con el estado burgués potencia al seno de la coalición a sus sectores más derechistas. El eje PGP-PDC ha sido sustituido en la política frentista por Astori y la Vertiente Artiguista que operan como factores totalmente desligados de la clase obrera.

Por otra parte, el PC marcha hacia una crisis segura, producto de las traiciones al movimiento obrero y como reflejo de la del stalinismo mundial.

En este marco pretender que se ha roto el bipartidismo político es falso.


 

Proscripción contra el PT

El Partido de los Trabajadores fue proscripto por parte del Canal del Estado (Canal 5 - Sodre), que censuró, impidiendo su emisión, una alocución de nuestro candidato presidencial que había sido previamente grabada en el Canal.

La decisión de los directivos "civiles" del canal 5 vino a complementar la política de los grandes medios de prensa controlados por los grandes capitalistas y sus partidos, inaccesibles totalmente para el PT.

Nuestro partido debió sortear además una infinidad de trabas burocráticas en el proceso de presentación de listas en los distintos departamentos.

Aún hoy el Partido de los Trabajadores no ha recibido un solo peso del dinero que por ley el Estado asigna a los partidos supuestamente para costear la campaña electoral.

La corte electoral no distribuyó, como sucedió bajo la dictadura, las hojas de votación por lo que la militancia partidaria hubo de redoblar su esfuerzo para que las listas del partido estuvieran en el máximo de mesas.

La conducta de los organismos del Estado contra un partido que defiende intransigentemente los reclamos de los trabajadores se corresponde con la política del régimen sanguinettista de todos estos años y debe ser vista por los trabajadores como un anticipo de una ofensiva contra las masas y sus organizaciones de lucha.