Internacionales
20/2/2003|790
Veinte millones contra el imperialismo
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Las multitudinarias manifestaciones contra la guerra del último fin de semana han hecho ingresar a millones de personas en la política mundial.
Después del sábado, la guerra ya no sólo se discute en los gabinetes cerrados de las cancillerías, la Otan, la ONU o el Pentágono; se discute en la calle, en los sindicatos, en los centros de estudiantes, en las organizaciones populares, en las plazas. Los gobiernos imperialistas están obligados a tomar en cuenta la movilización de los pueblos a la hora de tejer sus conspiraciones.
Las manifestaciones tuvieron una masividad extraordinaria allí donde se enfrentaron a gobiernos declaradamente partidarios de la guerra: un millón y medio en Londres contra Blair; un millón en Barcelona y dos millones en Madrid contra Aznar; tres millones en Roma contra Berlusconi. También fueron masivas las manifestaciones de Nueva York (medio millón) y de Melbourne (doscientos mil manifestantes).
Después del sábado, Blair, Berlusconi y Aznar están advertidos de la inmensa conmoción popular que enfrentan si van a la guerra. En todas estas movilizaciones, las principales consignas estaban dirigidas contra sus propios gobiernos: “Aznar renunciá, el pueblo no te aguanta” o “Aznar, andáte a Estados Unidos” fueron las consignas más escuchadas en Madrid y Barcelona (Le Monde, 18/2).
Desde Melbourne a Buenos Aires, en las manifestaciones participó un amplio rango de tendencias políticas contradictorias: desde la oposición revolucionaria a la guerra hasta tendencias abiertamente partidarias de la política imperialista preconizada por Francia y Alemania. Los organizadores de la marcha madrileña –el Psoe, Izquierda Unida y las centrales sindicales UGT y Comisiones Obreras– afirmaron que llamaban a marchar para demostrar que “se puede desarmar a Saddam sin guerra” (El País, 12/2). Para estos “pacifistas”, la opresión de las naciones puede seguir su curso con políticas alternativas a la guerra.
La tremenda masividad de las manifestaciones incorpora sus propias contradicciones. Le Monde (18/2) pone en boca de un “simpatizante del PC” de la ciudad de Tours un balance amargo: “Una vez más, como el 1° de Mayo contra Le Pen, es el pueblo de izquierda el que respalda a Chirac; la derecha estuvo ausente”.
Pero los gobiernos de Francia y Alemania se valieron de la masividad de las marchas para capitular ante los norteamericanos y aceptar una declaración en la que Europa acepta, por primera vez, el recurso de la guerra contra Irak (Clarín, 18/2).
El desarrollo de los acontecimientos llevará a los pueblos a recorrer una rápida experiencia política: ésta es la perspectiva que se ha abierto.